15 junio 2010

Imaginémonos unos cerdos

Propongo un juego. La cosa implica falta de vergüenza y del qué dirán. La idea es quedarse quieto en la calle, en la acera o con asfalto en los pies. Da igual. Todo consiste en dejarse caer para atrás para sentarse con el culo bien tieso en el suelo. Si es un golpe seco, mejor. Y entonces, ya en tierra firme, con el cosquilleo del golpe aún en el cuerpo, pensar. El dolor será intenso, tal vez soportable, pero como mínimo habrá una mueca en la cara.

En ese instante, aún en el suelo, pensemos en esa caída a 20km/h, pongámosle si queremos unos 30km/h; venga, por qué no, aumentemos a 40km/h. Imaginemos el golpe del cuerpo sin protección alguna contra la dureza del suelo. Piel contra piedra. Papel de fumar contra un rallador de pan. Echémosle sal al asunto y aumentemos el dolor con un poquito de asfalto rugoso, del que rasca y se lleva consigo trizas de piel, así, dejándolo todo en carne viva, bien fresco.

Ahora vistamos la situación con nuestra bicicleta a unos metros de nuestro cuerpo, allí tirada y, alrededor, un montón de coches y motos pasando a nuestro lado. Intentemos imaginarnos cómo vemos las estrellas y hasta nos cuesta situarnos. ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado? Sintámonos un poco aturdidos.



¿Todo bien? Pues entonces, pensemos si lo normal sería que alguno de esos que pasaban raudos por nuestro lado con su coche y con su moto tenían alguna razón para parar a atendernos, para ayudarnos o para preguntarnos, como mínimo, si estábamos bien. Es cuestión de que ellos pisen el freno, pongan punto muerto, salgan del coche, den unos pasos, se agachen y abran la boca. Es un poco de decencia.

Hace unas semanas un compañero de batallas andorrano resbaló mientras sorteaba las juntas de dilatación y los baches de la rotonda-puente extraña de Aixovall, mojada además como estaba. Se dio un golpe en la cadera y allí casi se acaba todo. Mientras se recuperaba del susto y del dolor -en este punto lleva tres semanas, y aún le dura-, sentía pasar los coches sin que ninguno de todos esos miserables tuviera la mínima educación para bajar la ventanilla del copiloto y preguntarle por su estado. Daba igual. Algunos, solo por el hecho de ser un ciclista, tal vez hubieran preferido, ante un eventual vacío legal, pasar por encima. Cerdos.

2 comentarios:

David dijo...

Gràcies amic.

Mary dijo...

No pararon porque fuera un ciclista, sino porque la gente no se fía de nadie o simplemente porque iban tan a su bola que no le quisieron ver. Yo una vez vi un señor en el suelo. De reojo me pareció un borracho por los gestos o quizás porque no le entendía. Pasé sin intención de ayudarle, hasta que me di cuenta de que era un anciano que se había caído y que me estaba pidiendo que le levantara. Lo hice, claro, pero por poco paso de largo. Con David lo mismo, quizás cuando los conductores reaccionaron ya era tarde para echar marcha atrás. Eso y un poco también de "seguro que lleva móvil" o "seguro que para el de detrás". Vamos a la nuestra pero no creo que la gente sea tan mala ni le tenga tanta manía a los ciclistas.