09 junio 2010

A cuchillo hacia arriba y hacia abajo

Alberto, Carlos, Rafa, Diego y Andy, en la fuente de Artea.

En los 14 puertos de los 175km de la Superespadán que hicimos hace dos años hubo cuchilladas por todos lados. Si este 2010 -exactamente hace dos semanas- la hicimos a ritmo y con armisticio de por medio, aquel 2008 hubo guerra hasta en los descensos. Aquel día fuimos Andy, Diego, Alberto, Carlos y yo, con un frío del carajo en pleno junio, con la Quebrantahuesos en dos semanas vista.


El perfil de la Superespadán y sus 14 puertos.

En el Jinquer -quinto puerto de la jornada- yo no sabía ni dónde esconderme. Soñé con el almuerzo cabeceando en esas rampas de mil demonios, y tras él y la subida al Cascallas, luego en el Torralba ataqué en la primera rampa con algo de rabia por lo mal que lo había pasado antes. Me acuerdo del grito de Alberto -"¿dónde vas, locooooooooooo?"-. Quedaban 13km de ascensión, más siete puertos, más unos 80km. Inconsciente... Diego salió a por mí y, como siempre me tiene comida la cabeza, me hizo sufrir. Mantuve la distancia pero no me dio ni un respiro en la parte alta donde hay un par de llanos. Sudé como un cochino por seguir delante, y lo conseguí, pero su venganza llegaría por partida doble.


Andy, bajando el Artea dirección Villamalur, donde un hombre mayor nos dijo que un día había estado en Valencia (¿?).


Andy aprovechó un pinchazo ajeno en el Artea para esperarnos arriba reponiendo fuerzas.

La primera venganza vino después de subir Alcúdia de Veo, en el descenso desde Aín a Eslida. Diego iba delante con Carlos y Andy. Parecía que hablaban mientras nos dejábamos caer antes de afrontar la penúltima subida del día -decimotercera antes del Marianet-, nos metimos en el túnel con la curva 'sacacorchos' y al salir a la luz me di cuenta de que Carlos y Diego habían atacado. Sabían perfectamente de mi miedo en las bajadas, y se lanzaron confabulados. ¡Cualquier sitio era bueno para un ataque! Andy salió a por ellos y los cazó e incluso dio algún relevo, mientras yo miraba a ver si Alberto me ayudaba o me quedaba en tierra de nadie.

Al final nos lanzamos Alberto y yo dándolo todo para enlazar, y a pie del penúltimo puerto -Eslida-, contactamos, jadeando y reventados. Con el plato puesto, Alberto siguió tirando con mucha fuerza y yo me puse a rueda mientras la carretera ya no miraba hacia abajo, sino todo lo contrario. Carlos y Diego se amarraron como lapas, mientras Andy desistía de una guerra en la que no se sentía con fuerzas de entrar después de los 150km que llevábamos en ese punto.

Subida a Eslida en la primera ascensión de la mañana, de las pocas que se hizo con calma y donde Andy se lanzó en la bajada a la vuelta, en busca del Marianet.

Al final el manzano se movió, y la continuación que me tocó hacer al apretón de Alberto acabó por desmembrar el grupo. Era cuestión de subir cada uno con lo que tuviera, con aquello ya como el rosario de la aurora. En la cima esperamos a Andy, que dijo que él seguía mientras algunos de nosotros meábamos. ¡Trampa! Andy lo tenía todo pensado. En el descenso se lanzó a sacar tiempo para afrontar el Marianet con garantías, y sólo nos dimos cuenta al ver que iba demasiado lejos para la lógica. Diego, Carlos y Alberto bajaron a fondo, pero yo no salvé bien el curveo del puerto y hasta que no hubo rectas no me atreví a forzar. Los veía a lo lejos pero no les recortaba. Creí ver que Alberto se descolgaba para esperarme, y entretanto empecé a ganar terreno. Cuando al final los cogí, Andy aún seguía unos metros por delante. Entonces vino el cruce para el inicio del decimocuarto y último puerto -el Marianet- y allí apreté los dientes y me fui a por Andy. Diego saltó a por mí pero no me cogió la rueda, cacé a Andy y le dije que yo le ponía el ritmo y él coronaría primero, pero no aguantó. Tuve que volver a irme porque Diego venía como un avión por detrás. Sufriendo y con las piernas a punto de reventarme, a plato, acabé coronando, y entonces de la rabia que me dio que me hubieran atacado bajando en los últimos descensos, en este del Marianet que nos llevaría a los coches decidí jugármela.


Carlos y Diego juntos y hablando poco antes de llegar a Aín... ¿será esta la prueba de la confabulación?

En aquella desenfrenada huida a ninguna parte, bajé piñones como un loco, cambié el ritmo y me lancé como un poseso curveando y con la boca abierta y el cuello doblado. Agarrado a la parte baja del manillar, miraba en cada curva hacia atrás. Diego estaba cerca. Sus largas piernas y cuerpo de rodador -pese a lo bien que sube, el condenado- me perseguían físicamente y en mi mente. Me iba a coger. Yo remaba y remaba pese a ser bajada, con el molinillo al límite de dar saltos sobre el sillín, intentando mantener la concentración para no irme barranco abajo. Al llegar al repecho de Alfondeguilla, pensé que me moría. Tuve que mantener el ritmo suicida o Diego me cazaría allí mismo, me levanté de la bici y braceé y remé y no sé qué más hice, pero aquel bicho tenía las de ganar. Me cazó poco antes de llegar a la rotonda de entrada a Vall d'Uixó, fin de trayecto de una salida que ya es mítica, con 175km en las piernas y 14 puertos. A esas horas de la tarde casi noche, nadie entendía cómo aún habíamos tenido fuerzas para permitirnos tanta batalla. Casi con el corazón en la garganta aún, nos reíamos de la salvajada mientras metíamos las bicis en los coches. Sabíamos que estábamos listos para la Quebrantahuesos. Lo que no podíamos ni imaginar era que, allí, los más de 35ºC convertirían aquella jornada en un sálvese quien pueda con los cuchillos bien guardados. Pero esa es otra historia.


Desde entonces, en cada descenso miro hacia atrás. Por si salta la liebre.

1 comentario:

Raul dijo...

Si pudiese me gustaria asistir a una "batallita" de esas algun dia