10 septiembre 2009

La pájara de l'Alt del Moro

Herido y casi muerto, en la cima de l'Alt del Moro.

En mis muchos días de bici pocas han sido las pájaras. Haberlas las ha habido, pero sobre todo en épocas de inicios, globales y puntuales. Es decir, de inicios de vida ciclista, allá por 1990 en adelante, con doce años y mucho brío pero poca experiencia, y de inicios de temporada: meses de enero o febrero en los que se quiere hacer más de lo que se puede. Esta vez ha sido un poco de lo segundo, pero en septiembre.



El sufrimiento fue grande, porque las piernas eran un cosquilleo inútil, y si la cadera exigía el golpe de pedal, la pata de palo del cuádriceps y los gemelos mandaban callar a la ilusión. Así, 7 km de subida al Alt del Moro jadeantes, a 169 pulsaciones primero y luego a 140, a 10 km/h. Resultado del estudio: peligrosa bajada de pulsaciones, mente nublada y mirada al frente perdida, un ojo cerrado, descansando, y otro abierto, vigilante en la medida de lo posible, y un impulso sinsentido de coronar para respirar. Cosas que pasan.



Dos meses parado han dejado el cuerpo marchito, y eso añadido a determinados puntos extra, sea un plátano verde digerido malamente, sean dos puertos previos que no duelen pero dejan marca, sea por hache o por be, llega la pájara. La salida con Patxi culminó con 110 km y cuatro puertos (Port d'Albaida, Subida a Agres, Alt del Moro y El Bosquet-Portitxol), pero en el tercero las fuerzas desaparecieron, primero porque no estaban todas, y segundo porque las que estaban se fueron con la sangre al estómago, a ver si aquel fruto verde seguía o no su curso natural.



La compañía de Patxi fue fundamental para superar el puerto.

Patxi, en las primeras rampas del Bosquet de Moixent, 8 km de puerto que conectan tras un breve descanso con los 2,5 del Portitxol de Ontinyent.

El resultado final es un aprendizaje de todo un poco. Una pájara te hace ver las cosas, si hay fuerzas incluso para ello, de la peor manera posible, y la lucha en vez de física se convierte en mental: no pienses, no pienses, actúa. Actúa es pedalea, y pedalea es hazlo porque cuando acabes llega el descanso. Premio siempre para el sufrimiento, ya se sabe.

Rafa, en el Bosquet, con pocas fuerzas pero al menos con la pájara olvidada. Así es este deporte: en un momento estás arriba, en otro te hundes, y luego te recuperas.

Al final, y entre medias también, hubo sonrisas. Primero fueron sonrisas de aceptación del error, luego sonrisas porque pese a que el hombre del mazo apareció en el kilómetro 65 aproximadamente -un bocata de lomo con queso y una Coca-Cola lo devolvieron a las cavernas-, se pudo cumplir el objetivo de los cuatro puertos. ¿Se podía pensar subiendo el tercero, muerto, en un cuarto? No se debía, pero se podía. Y se pudo. Y ahora hay sonrisas porque la jugada nos ha dejado marcas. Marcas que, este verano, estaban solo en el alma por culpa de una escayola, ya del todo olvidada.

Las marcas del mallot vuelven a traer la luz, aunque cueste.

5 comentarios:

Luis dijo...

Vaya! y yo que me lo he perdido!

Raul dijo...

Eso de las pulsaciones me ha pasado a mi mas de una vez, la ultima a mitad del Portalet! Muy chula la foto de la rueda y Patxi detras. Me imagino la salida del domingo como sera!
PD: lo del mapa y visitas, chupao,no?

jordi dijo...

Che! que brutos sou !

El Tito de S. dijo...

Lo tuyo es pura droga o locura. Habrá que vigilarte de cerca. Un besazo.

Mary dijo...

Muy divertidos los vídeos de Patxi. Qué buen rollo.