25 julio 2009

Este verano maldito de sueños

No llevamos ni ocho meses del año y ya quiero que se acabe. Me voy a ir de vacaciones con la esperanza de que en estos días los vientos, el calor o incluso algo de frío (esos insensatos aires acondicionados) hagan volar, derritan o enfríen las malas vibraciones.

2009 voy a querer olvidarlo porque perdí un hijo que no fue, porque me estanqué en mi trabajo, porque me sentí lejos muy lejos más lejos que nunca de los míos, porque siento que en mi vida falta algo que no llega y se alarga y se alarga pese a que lo buscamos sin descanso. Porque además recibí golpes.

Siento que quien vive conmigo entristece, y siento que no puedo evitar sentirme igual. Siento que el esfuerzo no tiene premio, y que circulamos por un camino peligroso que nos pone a prueba. Faltan cosas.

Mi vida incluye deporte y ni siquiera en esta válvula de escape he encontrado la paz. He entrenado lo que he podido, mucho, sufriendo el frío, el agua y la nieve, he hecho carambolas de horarios por una hora de esfuerzo máximo que me haga ser mejor, he hecho cambios sustanciales por encontrar el punto de forma con innovaciones autodidactas y en ocasiones favorables, he hecho todo eso para darme un golpe estúpido en el día deportivo más importante del año que condiciona la época más importante del año para mí, que es cuando puedo tener días de asueto, días de amigos y ciclismo, buceo y montaña. Días que quedan en nada por una escayola con la que convivo.

Llevo tres noches soñando. El primer sueño fue un partido de fútbol con los amigos de siempre en la falda del Casamanya, subiendo mientras tanto con Fernando y Ricky mientras Dani y Patxi nos cogían corriendo. En el segundo sueño me vi dentro del Mediterráneo persiguiendo sin malas intenciones un pez pequeño por estrecho que aleteaba entre las rocas de Les Rotes, mientras mis padres admiraban el movimiento pausado de un erizo de mar que mi mujer sostenía en la mano con su sonrisa tan bella. El tercer día soñé que pedaleaba entre las sombras de los alcornocales pelados en su base para sacar corcho que acompañan la extremadamente hermosa, sufrida y tranquila subida al puerto de Almedíjar, con un fuerte calor que me hizo sufrir en la ascensión al Oronet por Torres Torres, sin árboles pero con matojos y pinos jóvenes en los que las chicharras amenizan las horas con su intenso chirriar, y donde en la cima me esperaba ella con él en brazos, aplaudiendo ella las manos del pequeño que reía con gracia lo que no entendía. El esfuerzo del padre y de la madre por él.

Soñé todo aquello que no será en este verano maldito que espero, al menos, limpie mi conciencia y me saque de esta sensación de pesar que no puedo evitar. Tal vez un abrazo de ella me devuelva el cariño que le doy y que tanto merece. Como yo (con perdón).

1 comentario:

El Tito de S. dijo...

Pienso que este texto solo es una pájara existencial veraniega. Sin duda, todo pasará con el calor, cuando venga el frescor y el retoño empiece a ser una realidad. Todos los que os queremos estamos deseando que ese retoño vea la luz. Y lo hará si "es de ley" como decía mi abuela Petra. Toda una filosofía primaria pero absolutamente eficaz.