25 mayo 2009

Cielo e infierno en la Siete Picos de Requena



¡Hola a todos! Sería un imbécil y un falso estúpido si negara que me encuentro de lujo. De lujo, de lujo. La verdad es que la marcha fue durísima, por momentos muy comparable sino incluso más que la QH , porque son siete subidas que si bien no son muy duras, salvo el Remedio, son siete y pesan mucho. Yo lo pasé realmente mal en el antepenúltimo puerto (Pico Chulilla) y en el penúltimo (Pico de Chera), pero en el último (Pico de Requena) me vi como un cohete. No sé explicarlo, la verdad.



Diré que el inicio fue ideal, porque ni Andy ni yo nos quisimos cebar para ir fuerte y fuimos hablando a la marcha y sin agobiarnos. Pese a eso íbamos pasando grupetes, y era perfecto. Luego pinchó Andy, y aquí perdimos poco tiempo pero el suficiente como para que nos pasara hasta el coche escoba. El pinchazo y el parón nos puso las pilas, porque teníamos que remontar, así es que casi sin querer fuimos a partir de aquí con un puntito más. Cogimos a Raúl, uno de triatlón de la Universitat, sevillano él y con un 21 ¡ojo!, que se vino con nosotros.





En el primer puerto, el de Negrete, fuimos los tres juntos, con Andy haciendo la goma pero a su ritmo, cogiéndonos y descolgándose, regulándose muy bien. Luego bajamos juntos y en la segunda subida, la de Mataparda, una vez pasado el embalse de Benajéber -espectacular, magnífico, precioso, lleno hasta los topes de agua, qué vistas, qué precioso con la vieja fábrica- Andy empezó a ceder terreno. Pensé que coronaríamos y luego nos cogería en la bajada, pero no fue así, porque en el falso llano que hay antes de coronar ya no lo veíamos. Raúl y yo hicimos marcha para adelante esperando que enganchara, sin forzar, pero al final llegamos a Chelva y supimos que si no nos había cogido, ya no lo haría. La subida del Remedio fue muy buena, con sus momentos de sufrimiento en las rampas duras del 10%, y con Raúl y su 21 de piñón retorciéndose a unos 50 metros por delante de mí. Al final lo cogí porque iba agarrotado (¡normal!), y bajamos hasta el avituallamiento juntos. Comimos y bebimos rápido y continuamos bajando.

Si hasta ese momento las carreteras habían estado más o menos bien (la subida al primer puerto fatal, eso sí), sobre todo en los descensos, en el del Remedio fue horrible. Aquello era peor que Almedíjar pero con grava, arena, piedras, agujeros. Una clásica belga, por lo menos. En este terreno y después de comer, con un sube y baja entre un desierto de arbustos, empecé a notar que iba a otro ritmo. Íbamos Raúl, otro chico y yo, Raúl y yo tirando. Fuimos cogiendo grupetes, hasta que me noté cargado y nos quedamos con uno de ellos de unos 10 ciclistas. Entonces recuperé un poco, y como me estaba molestando comerme todos los baches por sorpresa, me puse delante y encabezando el grupo sin darme cuenta los dejé a unos 20 metros. Ni Raúl hizo nada para seguirme, aunque luego me dijo que en ese momento no encontró el punto bueno. Entonces pensé que me cogerían pero no vi intenciones, y como delante tenía otro ciclista me puse a apretar. Reconozco que en este terreno rompepiernas previo y ya en las Peñas de Dios, el cuarto puerto del día, pensé que me la estaba jugando, que estaba apretando demasiado para lo que quedaba (cuatro puertos y unos 60 km), pero también pensé en tener confianza porque creo que estoy bien. Además, es una prueba que quería hacer de cara a la QH, para saber cuándo puedo dar más ritmo.



Empecé a coger grupos, y nadie me seguía. Varios ciclistas me dijeron que me estaba pasando, que me iba a quemar, pero yo iba con el plato y gozando como nunca lo he hecho, curveando, dando cadencia en los repechos y bajando al ritmo. Brutales mis sensaciones con mucho pedaleo alternando la 'paella' con el plato pequeño y piñones pequeños para no quemar el músculo. Me encantó, de verdad. Sin darme cuenta coroné las Peñas, comí algo allí y cargué líquido y para abajo.



Raúl y yo ya habíamos comentado que el punto perfecto para recuperar debía ser el descenso de Peñas de Dios, que en el recorrido parecía largo. Me zampé otro plátano y luego el medio bocadillo de Nocilla que llevaba (mano de santo esto). Cuando acabó el descenso serio, el terreno fue siempre cuesta abajo pero en falso llano, con lo que había que pedalear. Me puse a ello y empecé a pasar grupos hasta que me giré y vi que llevaba a rueda unos veinte tíos. Aquí hubo polémica, aunque yo no abrí la boca en ningún momento. Simplemente después de diez minutos tirando a plato yo sólo decidí abrirme a un lado para que me relevaran. Nada. Al final pasó uno, pero nadie le siguió y fui yo detrás, con todos a rueda. Luego él se quitó y me tocó otra vez darle a mí el relevo, hasta que vi que ya nadie más iba a ayudarme y me aparté del todo, me puse al medio y el que me había relevado empezó a reñir a los demás: “El chaval no lo va a dar todo, tenemos que dar cada uno algo”, les gritó. Pero nadie decía nada. Cansado del parón y viendo que no tenía otra opción que darle al tema, metí plato, bajé dos piñones de golpe y me fui sin atacar, dando ritmo. Otra vez me quedé solo, y volví a gozar como un cochino.



Justo antes del inicio de la subida al primero de los últimos tres puertos consecutivos, el de Chulilla, me comí unas pasas y unos pistachos pelados, reduciendo el ritmo dejándome caer. Tanto gozaba del ambiente que cuando empezó la primera rampa, de golpe tras cruzar un puente, el grupete de los vagos me cogió. “Ahora empieza lo bueno”, me dijo uno de los ramplones de antes, y la verdad es que me picó, me puse a mi bola y de nuevo me fui. Coroné sufriendo porque hacía muchísimo calor, pedí agua por encima del cuerpo que un aficionado me tiró, y se lo agradezco, y comencé el descenso. El puerto de Chera, el sexto del día, llegó enseguida, y aquí empecé a verme justo. Paré en una fuente para refrescarme –“no potable”, ponía, ¡ja!- y arranqué más fresco. Entonces en una revuelta vi por detrás el amarillo fosforescente del maillot de Raúl. ¡Me iba a coger! Efectivamente, me enganchó justo en el avituallamiento líquido de antes de coronar, donde de nuevo paré, y él hizo una breve parada y siguió hacia delante.



Pensé que me volvía a pasar lo de siempre, que en un avituallamiento paro y me pasan, como en la QH con Óscar el primer año, y el segundo con Diego y Carlos. Pero el 21 de piñón de Raúl le iba a pasar factura. Lo cogí antes de coronar, creo recordar –puede que fuera bajando-, y en el último puerto, el de Requena, lo vi aflojar. Se quedó y yo fui para adelante. Coroné con muchísimo calor pero con muy buenas sensaciones, bastante bien de piernas pero muy cansado por todo el cuerpo. Luego el descenso me tiré como un loco porque no era con mucha pendiente, sino que había que remar, y llegué con dos más a Requena haciendo relevos cortos. Raúl llegó muy poco después, y Andy creo que una hora y veinte minutos después. Andy me dijo que lo pasó muy mal, pero no sé más. Hice 7 horas y 8 minutos en los, creo, 186 km. Quedé el 330 de 1.000, aunque no acabaron todos, y el 131 de mi categoria de 26 a 35 años. Un poco de rabia tengo, porque con siete horas clavadas era Oro. Pero, qué os voy a contar, para la QH estoy listo.

4 comentarios:

Luis dijo...

Qué miedo me das...

Mary dijo...

¿la paella?

Rafa dijo...

la paella es el plato grande.

El Tito de S. dijo...

¡ENORME!