06 mayo 2010

Rafa Glober contra Txurro debutante

Txurro, camino de Alcalá, en su estreno con una bici de carretera; la bici de la Pepa.

Al día siguiente de la etapa de Oliva que he narrado en la entrada anterior, quedé con Txurro, aquel amigo de Ontinyent que se fue de Agullent a Santiago de Compostela con la bici de montaña y las alforjas hace poco, y cuya hazaña también conté aquí en este blog.

Txurro quería pasar de 100 kilómetros porque quería hacer fondo, pese a no haberse subido nunca a una bici de carretera. Esa kilometrada, sin embargo, sí la había superado varias veces, con la de montaña, con lo que él y yo asumíamos que era más que capaz. Para esta etapa utilizó la bici de carretera de la Pepa.


En los primeros 80 kilómetros del día sufrí lo indecible camino de Pego.

De no saber adónde ir, acabamos haciendo 193 kilómetros, y yo no sé si añadir que gracias a que se ponía el sol, porque si no este tío me hace llegar a los 300, aunque fuera arrastrándome. Fue el día del "y si vamos a...". Total, salimos de Ontinyent a las 10.00 y llegamos a las 20.00. Subimos el puerto de Bocairent, seguimos subiendo hasta Agres por Alfafara, bajamos a Muro d'Alcoi y de allí fuimos a Planes. Allá cogimos la misma ruta que he narrado en la anterior entrada, con llegada a Pego.

Almudaina al fondo, en su especie de balcón abierto al valle.


En la ida, con aquellas subidas de uno o dos kilómetros y los descensos idénticos, con aquel rompepiernas, yo empecé a sufrir mucho. No iba nada cómodo y Txurro, sin embargo, se encontraba como si nada. No cené el día anterior, lo cual asumo como fallo, y tampoco desayuné en exceso. Me faltaba gasolina y el camino hacia Pego se me hizo eterno, duro y pesado. Cabeceaba en cualquier subida, intentaba ver las cosas de manera positiva pero no podía, y encima me asustaba la idea de que, al llegar a Pego, como era obvio, había que volver, con lo que aun yendo por el sitio más corto saldrían 140 kilómetros. No me sentía capaz, porque cuando las piernas no quieren no quieren, y sin embargo seguía hacia adelante llevado por la ilusión de enseñarle a Txurro aquellos lugares y porque conociera lo que es una salida de carretera pura y dura.

En la Font dels Dos Txorros de Quatretondeta... no siempre tienen que salir bien las fotos.

En realidad, la jugada pudo costarme muy cara, porque el riesgo de pájara existió en todo momento. Yo iba comiendo y bebiendo de lo que llevaba, poco a poco y asimilando, pero sabía que iba justo. Muy justo. Tuve que tirar de veteranía, es decir de economizar esfuerzos, de dejarme caer cuando podía hacerlo, de no forzar más que lo justo, de mantener las piernas sueltas, y de que el corazón fuera el motor de un cuerpo sin gasolina.

En las subidas, Txurro siempre iba 100 metros por delante.


Al final llegamos a Pego a las 14.00. El hambre que yo tenía era tanta que paramos en un bar. Cayó un almuerzo-comida como mandan los cánones: bocata de lomo con queso, cacaos, olivas, un litro de Coca-Cola por cabeza y un té. Con esto, el depósito se llenó, y por arte de magia a partir de ese momento fui otro.

Rafa, acusando el no cenar bien el día de antes, y el desayuno demasiado liviano.

Volvimos por la Vall de la Gallinera, y con un ritmo vivísimo. El calor en estas horas centrales del día era muy fuerte, pero el viento del mar nos refrescaba por detrás al tiempo que nos ayudaba en la ruta. Llegamos a Planes y apareció el primer "y si...". "¿Y si subimos el puerto de Beniarrés?". Pues subimos.

De camino, la carretera que bordea el embalse de Beniarrés nos dio una de las mejores visiones del día. El pantano estaba al límite, hermoso, magnífico, fue un momento espectacular la primera visión de aquellas aguas que en pocas ocasiones han llegado a esos niveles.

Aquí se empezó a gestar la gran batalla. Antes de entrar en Beniarrés pueblo, que está justo en la base del inicio del puerto, avisé a Txurro, y le dije aquello que dice Óscar de mí: "Rafa es un tío noble, pero en la bici...". "No te fíes de mí, Txurro", le añadí. Pero se fió. Ese fue su error. Nada más empezar la ascensión, con más de 135 kilómetros en las piernas, y después del día tan malo que yo había pasado, decidí jugármela. Quise probar a Txurro. Íbamos en paralelo y no me escondí, metí el plato, me levanté de la bici y empecé a remar. Ël salió a mi alcance sin problemas, recortando el hueco inicial sin esfuerzo, y entonces me adelantó. En este punto yo saqué el manual del pirata, y cuando se me escapaba irremediablemente, le grité: "Ya te lo había dicho, lo mío era de fogueo". En realidad me temblaban las piernas y el corazón se me salía, pero él, aún se lamentará por ello, levantó el pie y se dejó coger. Oh, Txurro, qué gran error. Fuimos juntos unos metros, y justo después de decirle que no debía haberme esperado, lancé otro ataque. Este fue definitivo. Me fui unos metros, en un falso llano metí el plato y empecé a abrir hueco. Conozco el puerto de memoria, y sé que hasta las antenas de un kilómetro antes de la cima se puede ir fuerte, y a partir de ahí dosificar si llegas justo. Lo di todo, abriendo la boca y balanceando, con el plato grande al límite, mientras Txurro luchaba por detrás contra el pirata que lo había engañado.

Superé las antenas y quité el plato, bajé dos piñones y empecé a regular. "Queda tanto y le llevo tanto", me decía, y seguía mirando para atrás en cada revuelta. Al final vi que llegaba delante, e intenté coger aire en los últimos 500 metros, o me moría allí mismo. Paré al coronar y, cuando Txurro llegó, le faltó insultarme. La camiseta de Rafa Glober al viento, el pirata había ganado. Una vez más, Óscar tuvo razón. Txurro, sin embargo, se la apuntó para la próxima. "¡Ahora sí vamos al Campello!", exclamó, y entonces no me pude negar.


La reivindicación del Rafa Glober en la camiseta interior.

Bajamos hacia la ruta de Beniatjar, Carrícola i Atzeneta d'Albaida, conectamos con Albaida i l'Aljorf, y aparecimos en Aielo de Malferit, base del Campello. En el camino hasta Aielo, numerosos repechos con carretera ancha se me hicieron eternos, y mientras Txurro se iba por delante, yo reducía gasto con pedaleo fácil, porque un segundo puerto con la kilometrada que llevábamos, no se podía tomar a la ligera. En Aielo pasamos a ver a Bea, la mujer de Txurro, que no daba crédito, nos tomamos un plátano y empezamos de nuevo a subir. Ya llevaríamos 170 kilómetros.

Cada uno a su ritmo, íbamos intercalándonos hasta que Txurro empezó a ceder un poco. Yo puse un puntito más sin que se notara el ataque, y llegué a la primera cima delante. Estaba muerto, pero no podía decírselo, así es que en la segunda ascensión, que llega un kilómetro después de la primera, de nuevo fue la misma táctica. Puse un ritmo inicial suave, y al mínimo hueco apretaba un poco para irme, hasta abrir un hueco fácil. Sin embargo Txurro no se iba a rendir, y si bien a un kilómetro de la cima lo tenía como a unos 15 segundos por detrás, en los últimos metros, y cuando sacaba el móvil para hacer una foto de la cima, al girarme me saludó con un "aaaaagggg", y pasó delante. Me devolvió la moneda con una sonrisa de oreja a oreja.

Txurro sacó la casta en el Campello-Portitxol para devolverme la moneda en el último metro.

Allí arriba ya estaba todo hecho. Sólo quedaban cinco kilómetros de descenso y unos dos kilómetros de subida final a casa, para cerrar un día memorable con 193 kilómetros -sumados días más tarde mapa en mano- y unas sensaciones buenísimas. Un día mezcla de turismo y batalla. Cuando acabé dije que no lo volvería a hacer nunca. Como siempre, días después sé que eso es mentira.

6 comentarios:

Luis dijo...

En una de las fotos se te ve ese guante roto que tanto te ha costado tirar... si es que todavía no lo has hecho!!!

Rafa dijo...

lo he tirado, sí. JAJAJAJAJAJAJA. ¡¡¡LO QUE HA DURADO!!!

Raul dijo...

Ahora entiendo lo de "los tests" q habias hecho.... En la QH me va a tocar sufrir como en la 7picos... A ver si hago km este mes y algo q queda, q si no...
PD: no abuses de plato q mira lo q pasa después... q no aguantan los cambios!!!

El Tito de S. dijo...

Para mí, la frase más impactante es esa del tercer párrafo que dices "había que volver". Me recordaba cuando subía a la montaña andando: había que volver. La vuelta. Lo único que no da para volver es la edad.

David dijo...

Com sempre un 10 sobre 10. La foto amb la samarreta RAFA GLOBER absolutament genial, quin riure.
LOVE THE RIDE.

Anónimo dijo...

M'encanta la foto. Me pone!

la Pepa!