14 mayo 2010

Mucha carga, intentos fallidos

En la ermita de Náquera, con Luis, a la izquierda, y Paco, a la derecha; el día de mi boda estuve allí con Luis charlando después de subir el Oronet. Ese es mi gran recuerdo de ese sitio, donde siempre que puedo vuelvo, porque desde allí hay una buena vista y Luis dice que se ve el Montgó... y yo cada vez lo veo más claro.

Volvamos a la carretera. La última semana en Valencia hubo un último día de ciclismo, con Luis y Paco. Salieron unos 100km yendo a Soneja por el Oronet y volviendo por el mismo sitio. Fue sábado, después del día de descanso que llegó tras aquel jueves de 193km que aquí he contado, y tras el miércoles de 110km con Alberto por la Vall d'Ebo.

Estaba un poco cargado, pero lleno de ilusión por salir con ellos dos. Siempre es agradable juntar gente que se entiende. En la subida del Oronet quise hacer el 'test del Oronet' -desde la señal de entrada a Serra hasta el cruce de la cima-, me fui decidido pero en seguida me di cuenta de que no podía mantener el plato. Los jamones estaban al límite después del acumulado semanal, pero como ya iba a tope, pese a saber que no haría un buen tiempo, seguí a muerte. En ningún momento fui cómodo, aunque diría que sí iba al límite, y coroné con 11min 01s, muy lejos de mi mejor tiempo (10min 40s), y a años luz de los 9min 53s de Panorámix. Creo que estoy para intentar los 10min 30s, pero tendrá que ser otro día en el que llegue algo más fresco. ¿Tal vez el lunes 24 o el martes 25 de mayo? ¿Y por qué no los dos días?

En el descenso del Oronet llevamos por detrás un tándem, no sabemos si con una chica ciega o no, pero tándem al fin y al cabo. Le hice una foto cuando nos pasó. En realidad, nunca me había planteado lo cómodo, o no, que se debe de bajar un puerto entre dos.

El tándem, en la parte final del descenso del Oronet por la cara de Torres Torres.


Hay cosas que no se perdonan, porque no hace falta perdonarlas.

El almuerzo fue de bocatazo y litraco de Pepsi, para no perder la sonrisa. Al salir del bar de Soneja llovía levemente pero el cielo presentaba un aspecto cerrado, peligroso, y nos dimos prisa en volver. Por la vía de servicio nos alcanzó un grupo de unos 15 ciclistas, muy silenciosos y con pinta de 'semiprofrustrados'. Se nos pusieron las orejas tiesas, nos pusimos a cola y esperamos a ver qué pasaba. Si iban hacia el Oronet, olía a lío. Y así fue.


Los rostros reflejan cierta tensión ante el grupo que nos alcanzó.

Paco cedió pronto, y justo al cruzar el puente que da a la urbanización del Tochar, donde aparecen las primeras rampas, Luis y yo estábamos a cola al tanto. De repente, Luis me dijo, "Rafa, que se van", y me fui hacia delante. En seguida se creó un grupo de tres conmigo haciendo de cuarto a cola. Yo allí era una sanguijuela a la espera de acontecimientos. El manzano era maduro. Un tío tirando delante al que no le supe poner edad (¿20 años? ¿30?) no cedió el puesto nunca. Tiraba como un poseso y yo empecé a notar que no era mi ritmo. El que iba justo delante de mí, con no menos de 50 años, cedió antes de la temida rampa de la vaquería, y aquello me hizo mucho daño, porque quise coger la rueda del segundo pero tuve que remontar el hueco que dejó el tercero, el cual por cierto se disculpó. Ese pequeño esfuerzo fue excesivo, y ya fui muy justo a rueda del segundo, hasta que cuando el puerto gira a izquierdas, cedí un metro, dos, tres, hasta quedarme a unos 10s.

Luis, a la izquierda, y Paco, a la derecha, cerrando el grupo antes de la segunda ascensión.

En aquel momento de sufrimiento, pasó lo que siempre pasa, que tú te dices que en ese punto los dejas ir, pero ves que el que tienes justo delante también sufre, y entonces te mantienes ahí, justito pero vivo, al borde del abismo pero manteniendo las formas. Y eso pasó, que el que iba segundo no pudo seguir al primero, y entonces me dije que lo cogería, que lo cogería sí o sí, apretando los dientes o lo que fuera. Subí a tope, poniendo el plato a tramos y a riñonadas, pero aquel morlaco no se iba a dejar coger, y a mí las piernas me respondían lo justo. Así es que el irreductible lo fue hasta la cima, manteniéndome los 10s todo el rato, como si lo tuviera todo bien estudiado. Al coronar, aún con el corazón en la boca, le dije algo que no recuerdo, pero sí se me quedó en la mente su sonrisa pícara de zorro como respuesta.

La vuelta fue de absoluta calma, con algún escarceo entre Luis y yo y un "esta me la apunto" que me tendrá alerta en las próximas salidas, total por un ataquito en su terreno... cosas como esas son las que le ponen la salsa a cada salida.

Volvimos tranquilos entre naranjos y naranjitos, contando naranjadas y demás.

1 comentario:

Raul dijo...

buenos entrenos!!!
Veras como la proxima vez q coincidamos en el Oronet mejoras el tiempo (quitaré el plato, no vaya a ser q se rompa el cambio de nuevo...)