28 mayo 2010

¿Qué es el Camino?

Mis padres y mi tío ya han vuelto de hacer el Camino de Santiago. El año pasado lo iniciaron desde León y acabaron, por culpa de algunos problemas físicos, en Ponferrada. En esta ocasión salieron de la localidad del Bierzo con intención de hacer otros 100 kilómetros y dejar el resto para otro año. Sin embargo, andando andandito se plantaron en Santiago de Compostela después de más de 200 kilómetros. A la espera de sus posibles relatos, os dejo un video con algunas de sus fotos, y después el texto que escribí en su momento cuando hice el Camino en bici allá por el 2005, para que acerque sensaciones. El video, como siempre, mejor dejarlo cargar. La sincronización de imágenes y música durante la edición era perfecta, pero con el archivo final ha acabado siendo un disparate, aunque espero que cuente la buena intención. La música, una canción de amor del grupo Facto Delafé y Las Flores Azules. ¿Por qué una canción de amor? ¿Acaso el Camino de Santiago no es una historia de amor?



¿Qué es el Camino?

El Camino de Santiago es una motivación. Es un viaje largo al inicio, es un tren tras otro, una noche, un convento de Benedictinas en León, unas atentas peregrinas brasileñas, un sueño merecido, unos ronquidos, unos soplidos, un despertar de linternas, un saco de dormir a ti pegado, un agradecido desayuno, un donativo, un adiós y un hola, una mañana de domingo desierta y fría por las calles leonesas, una catedral magnífica, una muralla romana de impresión, una senda fija.

El Camino es unas primeras rampas, rectas interminables, chopos a los lados, monolitos y señales, coches a pocos metros, paralelos, triplicando tu velocidad, crujir de piedras, equilibrio sobre la bicicleta, fuerza de tus piernas, viento, sol, Hospital de Órbigo y la sombra del caballero Suero de Quiñones en combate por una dama en el siglo XV en el Puente del Paso Honroso, Astorga y su Museo de los Caminos en el Palacio Episcopal obra de Gaudí, su catedral de rosada arenisca, una nueva señal y una nueva senda, pueblos pequeños de apenas dos calles, la Maragatería, Murias de Rechivaldo, Castrillo de Polvazares, El Ganso y el bar La Barraca y un menú, unos macarrones, ensalada, huevo frito y patatas, la dueña haciendo calceta tras la barra, amigas, tres, las veces de camareras, la abuela de riguroso luto en la cocina, gritos para entender a unas peregrinas francesas que piden agua, “¿que quiere a-gua?”, un paisano al fondo haciendo un solitario, su puro, su copa de vino, su boina, sus miradas, las de un peregrino solitario que descansa, unas avispas que incordian, un sol de justicia y nubes amenazadoras, una máquina de refrescos en la que se lee “pulsar paver precio”, una sonrisa cómplice, un habrase visto, un buen viaje, un hasta pronto y un gracias, pedaleo de nuevo, Rabanal del Camino, unas duras cuestas que empiezan a asustar, un pedaleo pausado, un pedaleo cansino, un pedaleo lento y sufrido, Foncebadón y sus casas sin techos, su abandono, su leña, sus perros, de fondo un televisor que rompe la paz con la retransmisión de la carrera de turno de Fernando Alonso, ni caso, niebla espesa, agua, un final cercano, una Cruz de Ferro y las piedras que la rodean, un tributo a la cruz y un pensamiento, un adiós a lo material, a los bienes terrenales, una unión con el sentimiento, un descanso, breve, la comarca de El Bierzo a los pies, un descenso entre la niebla, largo, frío, velocidad, prudencia, tranquilidad, adrenalina, Manjarín, dos casas, dos vacas, dos perros, dos peregrinos, otro mundo, El Acebo, una calle, larga, flanqueada por sus casas bercianas de doble altura, escaleras exteriores, madera, un pensamiento de paz, un qué frío hará aquí en invierno, unos vecinos, miradas ausentes, las inclemencias del tiempo marcadas en la piel, Molinaseca y su puente románico llamado De los Peregrinos, reparaciones de bicis, unos radios sueltos, comentarios de la bajada, de la subida a la Cruz de Ferro, de si la senda o la carretera, de la trialera, de los saltos, del daño en la bici, de las alforjas que salieron volando, del susto, unas risas, dolor de nudillos, un dónde dormir, un sol de justicia, las siete de la tarde, una decisión, Ponferrada, albergue, cuño, donativo, ducha, cena en la ciudad, compañeros, malagueños, chileno de Barcelona y argentino de Suiza, irlandés que sólo se entiende con el argentino en inglés, ribeiros, risas, complicidades, presentaciones, la Liga por la tele del bar, ni caso, anécdotas, la del malagueño que pide salsilla para un filete y dice “zarcilla” y el camarero que alucina porque no entiende, que de eso allí no tienen, sueño que mina las fuerzas y que vence, gana, triunfa, saco de dormir, ronquido que desvela, flatulencia con amplificador que desespera, vueltas y vueltas dentro del saco.

El Camino es otra mañana fría, otro despertar cansado, un desayuno improvisado y una nueva puesta a punto, un adiós a Ponferrada y a su Castillo de los Templarios del siglo XI, una recta cansina, hasta Camponaraya y Cacabelos, Villafranca del Bierzo y la iglesia románica de Santiago, preciosa, poco ostentosa pero bella, resuelta y esbelta, punto y final del peregrino que antaño no podía alcanzar Santiago de Compostela, jubileos pasados, historia escrita, futuro lleno de caminantes o ciclistas peregrinos, dirección a Galicia, puente sobre el río Burbia, Pereje, Ambasmestas, una tienda de alimentación, chocolate, refresco, zumos, fuet, pan, frutos secos y dos manzanas, descanso al lado del río, sobre una piedra, viendo pasar peregrinos entre bocado y bocado, hola, hello, hallo, bonjour!, ¡buen camino!, sucesión de pueblos, Vega de Valcarce, Ruitelán, Las Herrerías y la tortura de la ascensión a La Faba, las rampas, el dolor, las fuerzas con las piernas, los brazos, la espalda y sobre todo los riñones, el cuello, la boca abierta y el cuerpo duro, tenso, aplicado en el esfuerzo, ojos entornados pidiendo clemencia, que llegue, sí, que llegue el final, y llega, te pones el cuño en La Faba, pero no ha acabado, esto continúa, te bajas de la bici entre las piedras, sigues a pie arrastrando tu peso, el de la bici, el de las alforjas, el del barro pegado a las ruedas fundido con las moñigas, boñigas o moñigos de vaca, el sol que aprieta, el pastor que saluda atento, las reses ausentes a todo de cara a la hierba, cabizbajas, movimiento circular de mandíbula, ñam, ñam, y tú para arriba, hacia O Cebreiro, lo sabes, pero no llega, Laguna de Castilla, más senda, más cuestas, plato pequeño y piñón grande, te hundes, la moral mina, pero toda rampa tiene su fin, piensas, y aguantas, ¿por qué cargué tanto las alforjas?, reflexionas, y mientras tanto, coronas, mil doscientos y pico metros de altitud, O Cebreiro, Lugo, Galicia, Santiago al fondo, a poco más de ciento cincuenta kilómetros, poblado de pallozas tradicionales, monumento nacional, la Iglesia prerrománica gallega de Santa María, siglo IX al X, cuño, satisfacción, placer, orgullo, fresco, viento, descenso, breve, ascenso, duro, al Alto de San Roque y la escultura del peregrino con espectaculares vistas, saludas y ese trozo inerte te responde, no sabes ni cómo ni por qué, pero te llega esa vibración certera, bajas, frío, Hospital de la Condesa, más moñigas, y vuelves a subir, calor, al Alto do Poio, a mil trescientos treinta y cinco metros, y vuelves a bajar, descenso frenético entre piedras, tierra, barro, charcos, excrementos y demás, Fonfría, Triacastela, un nuevo menú, sopa gallega, ternera y un plátano, breve siesta, cuño, y a Samos, a ver el monasterio benedictino, de San Julián, fundación real del siglo VI, restaurado entre los siglos XV y XVIII a causa de un incendio, ganas de visitarlo por dentro pero el atuendo, el olor propio, las circunstancias, etcétera, invitan a venir en otra ocasión, de nuevo sube y baja, rompepiernas, a Sarria, pueblo grande, albergue ocupado, qué se le va a hacer, cuño y buen camino, pasillo-túnel de robles centenarios, luz escasa, el sol filtra, humedad intensa, placer súbito, paz, calma, serenidad, soledad, sensaciones intensas, sientes el camino, vives el camino, amas el camino, sucesión de aldeas, establos, señales, cruceiros, muros de piedra, tramos imposibles, Barbadelo, Rente, Brea, Ferreiros y el descenso a Portomarín, puente sobre el Miño, embalse de Belesar semivacío que en su día anegó al viejo Portomarín, hoy en lo alto, con su Iglesia románica de San Nicolás del siglo XII trasladada piedra a piedra en los años 60, ducha, sello, cena, sueño, cansancio; almas limpias en la oscuridad del albergue.

El Camino es niebla al despertar, es no ver a dos metros, es cuerpo entumecido en la mañana, es el recibo que pasa el esfuerzo, es rodilla tocada y ánimo herido, es motivación, de nuevo, es orgullo, es seguir adelante sufriendo, doliente, helado, tocado pero no hundido, es querer es poder, es Santiago en la mente, la plaza del Obradoiro en el horizonte, y adelante, cruceiros que animan, Hospital de la Cruz, Ventas de Narón y Ligonde, el cruceiro de Lameiros, encantador, cristiano y pagano, y cuestas arriba y cuestas abajo, y cruces de carretera aquí y allá y Palas de Rei, Melide y el pulpo, pan, vino blanco y listo, y entramado de pista que imita el terreno conocido desde Sarria, más cruceiros y mojones, a Santiago 40,5 kilómetros, Arzúa, a Santiago 39, a Santiago 32, y restando, suspiros, piel de gallina, emoción contenida, ojos vidriosos, más terreno de pasto y muros de piedra, eucaliptos, prados y colinas, bosques encantados, es aumento de peregrinos, cansados, heridos, plenos, satisfechos, es descanso en Santa Irene, es la inmensa sensación de que se llega al fin último, conversaciones diversas, balance del viaje, de los días pasados, de los momentos, de las anécdotas, de los amigos, de tanto y tanto pueblo y aldea, establo y caballeriza, tanta y tanta tierra de por medio, y moñigas, e iglesias, conventos, ermitas, castillos, palacios, albergues, monolitos, mojones, señales, cuños, tanto gusto y tanto sufrimiento, tanto placer y tanto dolor, y es sueño e incertidumbre ante mañana.


El Camino también es mañana, nuevo día y nuevas ilusiones, fuerzas renovadas y espíritu limpio, Santiago al alcance y nervios, nuevos bosques encantados y cruces, derecha e izquierda, arriba y abajo, nuevas viviendas que anuncian la ciudad, el rugir de los aviones al pasar junto al aeropuerto, encrucijada de caminos, las últimas rampas, el último esfuerzo, la pedalada final, el Monte do Gozo y Santiago a la vista, las torres de la catedral que esperan al peregrino, al paso del tiempo, de las horas, de los días, semanas, meses, años y siglos, impasibles, tranquilas, venid a mí, dicen, y vamos, y llegamos, y entramos en las calles de Santiago, estrés de gran urbe, casco antiguo y peatones, cautela, indicaciones al peregrino, giro aquí, giro allá, huele a Obradoiro y entre las casas, en lo alto, se ve asomar ya el templo, vuelta de esquina y la plaza vacía, Obradoiro, catedral, el Apóstol Santo a la vista, el abrazo, el amor y la sintonía, la paz y el bienestar, el reflotar de tu cuerpo, las nuevas fuerzas y las ilusiones intactas, una sentada con vistas a la catedral y la paz, el sentimiento, la motivación cumplida, y de nuevo la paz, y el sosiego y el aire y el sol que empujan a uno a sentir, de nuevo, la llamada de la motivación, la llamada del Camino, ¡buen Camino!...

Rafa Mora Sesma, León-Santiago de Compostela (10-9 al 14-9-2005)

4 comentarios:

petry dijo...

Dicen que despues de hacer el Camino ya nada es igual

Anónimo dijo...

Gracias, por describir el "camino" de una manera tan real,tan apasionada y tan apasionante, una vez leida tu experiencia me da la impresión de haber pasado por esos pueblos, iglesias,torrenteras, caminos,carreteras,puentes,albergues y buenas gentes,sí de buenas gentes.Tengo la sensación de haber sufrido los sin-sabores del "camino" y el calor de septiembre y tambien el de finales de mayo.Solo una diferencia mi fantasia no me la imagino en bici, apenas me puedo mantener encima de una, y te puedo asegurar que lo intento pero...creo que eso se aprende de pequeño,yo todavia lo soy pero no he tenido nunca una "bici".Tambien habria gritado en el"camino" eso de bici,bici y otra y el ultimo "buen camino"Tambien tengo la sensación de los buenos momentos, que tambien los hay y muchos, y son los que mas merecen la pena recordar junto con esas madrugas que describes tan reales que me parece vivirlas, y esos amaneceres,y esos rios, y esos puentes y esas iglesias y esas gentes y esos calores y,y, y...y esos quitarte los botas y decir mañana mas, ahora a descansar.Te ayudo, vas bien,paramos,estas cansado, bebe agua, necesitas algo. El tener una pareja (matrimonio con hijos)a tu lado en el"camino" te da la vida y la superación necesaria para demostrar a esos que no confian mucho en ti, ni en tus fuerzas que estas preparado y que la barriguita no quiere decir gran cosa.
Gracias por la compañia y por esas sensaciones indescriptibles al llegar a Santiago y no poder y no querer retener esa emoción que en algun otro momneto te ha dejado soltar una legrimita.
Gracias por las fotos,gracias al fotografo,a los paisajes a los rios a los puentes a los bocatas, al agua,al buen tiempo a "Gelos" que siempre me ha tenido todo a tiempo y a punto en este camino virtual se ha quedado sola.Gracias a mi hermana y a mi cuñado que sin su compañia no habria sido posible todo lo vivido.
Y como dice esa tal ""petry"" despues de hacer el camino ya nada es igual

Juanje dijo...

Se nota que llega el verano y empiezan las reposiciones. Dentro de poco nos contarás los capítulos de Verano Azul. En fin, es lo que tiene ser uno de los privilegiados que en su momento, escasos días después de haber vuelto de hacer 'buen camino', pudo gozar de este maravilloso relato (más allá de volver a decirte que eres un pavo y que te crees Vargas Llosa). Por cierto, podías haber añadido lo de la 'zarcilla'. Jenaro.

P.D: Espero tus perdidas megasucias.

Rafa dijo...

ya habló Larga Losa.

¡Pavo!