27 mayo 2010

Leche hidratante*

Esta tarde he entrado en el Mercadona de Altea para comprar cosas fundamentales como fruta, verdura y zumos, además de bebidas isotónicas para estos días de esfuerzo. Cuando iba hacia la caja me he acordado de la sequedad de mi piel, acrecentada por los últimos días de sol, y he cambiado el rumbo. En la sección de cosméticos he visto el bote habitual y lo he cogido, no sin antes echarle un vistazo a una novedad en cremas hidratantes que había justo al lado. Craso error.

He tardado demasiado (uno o dos segundos) en leer el nuevo producto, y entonces una celosa trabajadora de la sección me ha atacado por detrás con el bote en cuestión, diciéndome cosas como "es nuevo y deberías probarlo", "tú que tienes la piel tan destrozada", "es para pieles secas como la tuya" y alguna frase más que no recuerdo. Todo, en los menos de dos segundos en los que yo me he demorado para leer la novedad.

Le he dicho, obviamente, que no me interesaba, y ha insistido en las frases anteriores añadiendo varios "es ideal, en serio" y cosas por el estilo. Mientras ella hablaba yo seguía huyendo, pero entonces me he girado y he visto que la seguía teniendo detrás. He acelerado el paso buscando la salida del supermercado (¿por qué a veces es tan difícil?) y cuando creía que le había dado esquinazo, detrás de mí he vuelto a escuchar "es que tienes las piernas hechas polvo", y entonces me he puesto a andar a gran velocidad entre los pasillos de bebidas alcohólicas, luego por el de las cocacolas y fantas y más tarde, cuando estaba llegando a la pescadería, aquella desequilibrada me ha lanzado un gotazo de crema hidratante, luego otro, y luego más hasta que aquello parecía una ametralladora. He girado en redondo y me he metido en los pasillos de cereales y galletas pero seguía persiguiéndome. Yo ya no andaba sino que corría al tiempo que esquivaba sus disparos de leche hidratante. El sudor de mi frente se mezclaba con la grasa de la crema que me resbalaba por la mejilla, y entonces, entre la desesperación, he empezado a correr sin control tirando estanterías, empujando a gente (creo que he chafado a un niño que lloraba porque su madre no le quería comprar un Kinder) y todo armando un fuerte revuelo. La dependienta insistía en que probara su producto, pero no podía ni girarme a verla, huía y huía buscando una caja donde pagar y salir rápido a la calle. Al volver a la zona de cosméticos, con el frenesí de la carrera he resbalado con una de las gotazas que la crema disparada había dejado en el suelo, me he dado con la cabeza directo en un estantería de tintes de pelo, los cuales han caído sobre mi perseguidora consiguiendo un extraño efecto paralizante en ella, que se ha quedado olisqueando aquellos perfumes nuevos. Jadeando, he alcanzado una caja, y mientras en el fondo de los pasillos se oía esto y lo otro sobre lo que había ocurrido, yo buscaba mi cartera para pagar los 14 euros de la compra completa. "¿Quiere usted llevarse una malla de patatas que tenemos en oferta?", me ha dicho la cajera. Entonces, al ver su media sonrisa, con una bolsa de tubérculos en la izquierda y una patata en la derecha, he empezado a sudar leche hidratante.

*licencia ficticia a raiz de una anécdota real.

2 comentarios:

Mary dijo...

¡¡¡JAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAAA!!!!!

Rafa dijo...

Me alegro de que te haya hecho gracia esta chorradiña que se me ha ocurrido, y sobre todo que no me hayas dicho de todo por escribir 'canviado' en vez de 'cambiado'. Corregido helo ya, con gran vergüenza...