28 enero 2011

Democracia, rebelión, incendio en la Vall d'Albaida

Voy a mezclar temas. El primero es el de las rebeliones populares de Túnez, Egipto, esperemos que Marruecos y alguno más. El segundo, la esperada rebelión que debe haber en las democracias occidentales contra los cochináceos que nos gobiernan. El tercero, el incendio de la Vall d'Albaida del pasado septiembre.

En realidad, todo cabe en un mismo saco. El primer caso me sirve para constatar con alegría que el pueblo aún es capaz de levantarse contra sus dirigentes, sean estos dictadores o democracias falsas o democracias bien vistas por el resto de hipócritas jefecillos occidentales. Este caso, llevado con suma mala mano por los gerifaltes locales -bajan el precio de los alimentos básicos, dicen, para callar a sus súbditos...- me lleva directamente al segundo, en el que espero que esas rebeliones sucedan en nuestro territorio, sea o no con la gente en la calle en masa, contra la gentuza que lleva traje y corbata y que siempre tiene un micrófono a un palmo para decir y hacer la mamarrachada más gorda. Este segundo caso, mezclado con el primero, me lleva al tercero, que no es más que lo sucedido de entre tantos que ocurren y que luego se ve el plumero de la realidad. Se incendia una zona -nadie sabe cómo, y en todo caso con el tiempo se olvida-, se denuncia entonces que se quiere pasar una línea de alta tensión por allí y que qué casualidad, y en unos meses -no tienen ni vergüenza para dejar pasar los años y disimular- se abren los plazos para las expropiaciones como trabajo inicial para empezar a hacer el proyecto que ya había planificado, antes de la quema. ¡Acabáramos!

El problema es que seguimos siendo unos estúpidos y unos memos, y aún continuamos con la tontería de ir a votarlos. La política es absolutamente despreciable, la mentira más absoluta del mundo, la vergüenza de una sociedad occidental pasada de rosca, maleducada, analfabeta e incapaz de tener los instrumentos necesarios -el voto no es suficiente, es un engaño- para pararles los pies a esa panda de desgraciados que nos gobiernan bajo nuestro nombre. Los hayamos votado o no.

Propongo una tabla de ejercicios: vea usted un informativo o lea declaraciones de los políticos de esas en que se tiran pestes los unos a los otros. Primer ejercicio: ¿Cree usted que toda esa batalla nos lleva a algún sitio? Segundo ejercicio: ¿Podría decir en qué se parecen las luchas de poder de hoy en día en las de los señores feudales de hace cientos de años? Tercer ejercicio: ¿Tiene usted la convicción de que es creíble todo esto? Cuarto ejercicio: ¿Qué sensación le produce que una ministra de defensa, el presidente de un gobierno autonómico y sus secuaces se presenten con cara de pena en la zona afectada por el incendio y meses más tarde permitan que se lleve a cabo el proyecto sospechoso de estar detrás de la quema? Quinto y último ejercicio: Intente no votar.

4 comentarios:

David dijo...

Lo triste es que los bomberos siempre lo comentan, el 90% son provocados y yo diría que de esos 90% el 89% es por dinero, quizá el 1% es por algún pirómano loco...

Es muy triste, la verdad, pero eso sí, mientras no nos toquen el coche y nuestro piso, que hagan lo que quieran. Así nos va.

Anónimo dijo...

Trist, molt trist i indignant sobretot. Se de gent d'agullent que va arriscar les seues vides per intentar apagar l'incendi i això encara em rebel·la més. Crec que no ens podem quedar com si res. La nostra revolta particular també ha de ser possible.

José Mora Galiana dijo...

Rafa:

Tu fuerza expresiva y tu espíritu de juventud y de revuelta son envidiables. No es fácil que esa conciencia individual vaya haciéndose colectiva, pero pienso que irá abriéndose paso, a pesar de tanta falsedad, encubrimientos, e intereses y poderes bien asentados.

En cuanto a los incendios, por propia experiencia, ratifico que el 90% son rovocados de forma intencionada y premeditada, con cartuchos de caña y mechas largas incluidas. Al menos ha sido ha ocurrido por las sierras y el andévalo de Huelva durante un tiempo.

Rafa dijo...

Moriré pensando que un día un fuerte colectivo se levantará en rebelión contra tanta hipocresía.