11 diciembre 2010

Cadenas gigantes

Para un mediterráneo como yo, poner las cadenas a las ruedas de su coche es un suplicio. El hecho de ponerlas ya significa que nieva, seguramente ventea y, por supuesto, hace un frío del carajo. Total, que te quedas sin dedos en la misma cuneta.

Estando en Andorra, la primera vez que vi un autobús con cadenas quedé impactado. No es que me pareciera anormal, sino que, simplemente, nunca lo había visto. El sonido con el contacto con el suelo helado es como el de los grilletes de unos presos en una peli de malotes.

Ayer, sin embargo, me volví a sorprender mirando atontado unas enormes cadenas que cubrían unas enormes ruedas. Por una parte, una excavadora, y por otra, un tractor. Deduzco, eso sí, que ponerlas se hará con previsión, y que sin duda no te pillará el brete a mitad de camino de tu destino, en una cuneta, con las manos congeladas y pensando, ¿cómo leches hago yo para meter estos hierracos en este enorme trozo de caucho? Ahí queda eso.

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