19 marzo 2010

Óscar, Rafa y compañía: batalla segura (1)

El pasado martes 16, despues de pedalear también el día anterior con Luis en nuestra cita semanal obligada, salimos Ángel Puente, Óscar y yo. Hicimos Valencia-Oronet-Soneja-Altura-Pico de l'Águila-Gátova-Olocau-Valencia. 125 kilómetros.

La ida muy tranquila, con los tres juntos subiendo y hablando en la ascensión al Oronet. El descenso frío, aunque superable. Luego enfilamos por la vía de servicio y en Soneja, con día de mercado incluido, nos tomamos una empanadilla Ángel y yo, y una Coca-Cola entre los tres. ¡Para qué más! Llenamos agua y afilamos los cuchillos. Al salir de Segorbe y luego de Altura, empezó la fiesta.


Óscar, sonriente pese al tute, al llegar a la cima. Aún quedaría la bajada.

En la primera rampa del Pico en la que ya hay que quitar el plato, se movió el manzano. Yo no confiaba en una subida a hachazos porque en la salida del lunes me vi sin chispa, así es que decidí dar el palo de inicio. Dos piñones para abajo y demarraje lejano. La idea era coger ventaja y amarrarme a mis posibilidades para mantener las distancias en la parte dura. Por detrás, Óscar y Ángel se aliaron y a relevos fueron recortando, pero tiré de rabia metiendo plato en algunos tramos y poniéndome en otros a 38 por hora para que no me cogieran. Cuando empezaron las rampas duras, vi que Óscar descolgaba a Ángel, y entonces supe que ese suizo de adopción iba a vender cara su piel.


Ángel, justo en el momento de coronar el Pico, el pasado martes.

Tuve un par de tramos de crisis, bajando a 14,5 por hora, pero pensaba que si me mantenía por encima de los 15 o 16 por hora y no metía el 27, Óscar no me cogería. Él, perro viejo donde los haya, me tenía a la vista en cada revuelta. Luego me dijo que ese era su objetivo, porque así yo podría caer en cualquier momento. De hecho estuve a punto, pero la distancia del puerto no lo permitió, y coroné dejándome la patata allí, mirando para atrás cada dos por tres. Al final Oscar tiró la toalla cuando vio que no le daba tiempo a recortar, aunque yo nunca me fío de este tío... jajaja

La vuelta fue aún peor. Nada más llegar a la vía de servicio que une Olocau con Bétera, reconozco que se me fue la cabeza y en pleno llano pegué otro palo (no recuerdo haberlo hecho nunca en ese terreno). No confiaba nada en mí porque no sé llanear, pero Óscar se me pegó a rueda y cogimos unos metros. "Relevos cortos", le dije, y entonces mantuvimos un rato el ritmo y la distancia. Pero detrás venía una locomotora amigo de Jose (ambos se nos unieron en el descenso del puerto), y los tres nos cazaron. En cuanto agrupamos, fue una locura. Hachazo aquí y allá, yéndose la locomotora, luego Óscar, luego yo. Ángel dio un relevo y no pudo más, y a mí me daban calambres en los gemelos cada vez que bajaba un piñón, me agarraba a la parte de abajo del manillar y saltaba, pero me lo estaba pasando en grande pese a ir al límite (pese a ello o precisamente por ello, no sé...).

Nos reagrupamos envainando espadas poco antes de llegar a Bétera, con un calentón de muy señor mío. Desde Bétera, vuelta calmada a casa para asimilar el tute, comentando la batalla. Una de esas que nos permiten, pese a las distancias que nos separan en el día a día, mantenernos bien cerca de nuestra afición.

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