14 marzo 2009

¿Es el momento de una revolución social?



Quisiera exponer un pensamiento y una reflexión. Quisiera que la gente que lee este blog se involucrara en respuestas a estas cosas que pensando pensando le asaltan a uno. Y todo, sin base literaria ni ideológica ni política ni histórica. Es lo que yo llamo el pensamiento a bocajarro. Y allá voy.

En estos momentos de crisis económica, me gustaría preguntar si es tanto una crisis económica o lo es también social. Me pregunto, al mismo tiempo, si igualmente que el capitalismo se instauró a partir del pasado del siglo XX, puede pasar lo mismo ahora con otro modelo social y, por qué no económico –aunque más bien tanto monta monta tanto.



Los principios de siglo son, si no me falla la memoria y a riesgo de equivocarme, momentos de incertidumbre, de grandes guerras y cambios sociales, de revoluciones y cortar por lo sano. Me pregunto, de nuevo, si es posiblemente el momento de empezar a pensar en un mundo nuevo. ¿Es tal vez esta crisis la base buena para iniciar un cambio?



Vemos en el día a día empresas que cierran, trabajadores en la calle o a los que les exigen, ojo, les exigen, bajarse el sueldo si no quieren perder el empleo, y nos encontramos en una situación en la que el trabajo es lo que llena a la persona. ¿Debe ser este nuestro futuro? ¿Tenemos que sentirnos atados a nuestros trabajos como condición sine qua non para sobrevivir? ¿Es el dinero el único objetivo en nuestra vida?



Vivimos en un mundo absolutamente desgajado, por mucho que se le diga globalizado, porque nada tiene que ver un granjero indio con uno africano, y ni mucho menos estos dos con un empresario noruego o español. Lo de globalizado es una cuestión de tecnología, que en ningún caso influye a un refugiado del Congo o un mongol que vive de sus cabras en el desierto del Gobi.

El mundo vive a expensas de las reacciones de los políticos y de los empresarios, ¿qué harán, qué dirán, qué pieza moverán?, y yo me pregunto si no es el momento de plantear un cambio desde abajo, de plantear que el trabajador se juegue su futuro poniendo los puntos sobre las íes y diciendo hasta aquí hemos llegado. ¿Por qué no una revolución? ¿Por qué no un basta alto y claro? ¿Por qué no salir a la calle para parar la guerra de la competitividad?



Creo que es el momento de la sociedad. El mundo del bienestar que vivíamos desde los años 90 del siglo pasado ha durado lo que ha durado, y después de veinte años empieza a hacer aguas, el bienestar se ha transformado en querer más y más, y la famosa burbuja ha explotado. Digamos basta y plantemos cara, digamos no y busquemos una salida. No tenemos por qué ser seres humanos ansiosos por cobrar 1.500 euros en vez de 1.000, pero esto nos lo exige el mundo en el que vivimos, en el que un alquiler –una vivienda, derecho fundamental- nos cuesta más de la mitad del sueldo, y en el que es mucho mejor socialmente llevar una camisa de Ralph Lauren que una simple camiseta. Sin tener que pasarnos de sencillos, pero al mismo tiempo sin caer en las redes del consumismo, tal vez podamos empezar a cambiar algo. Si yo fuera escritor de renombre, columnista consagrado y creador de opinión, intentaría lanzar a la gente a la calle. Por un nuevo mundo, por una sociedad más justa.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Podemos pensar que hasta el problema más pequeño podríamos solucionando saliendo a la calle y diciendo basta, se me ocurre una manifestación de estudiantes, por ejemplo. Pero por mucho que lo diga y nos anime un gran escritor de renombre y se salga a la calle, ¿van a cambiar las cosas? Mandan los que mandan, y aunque no queramos nos llevan por donde quieren.

Anónimo dijo...

Tu perorata es un broncho de ideas, de mútliples ideas que no tienen una respuesta o una opción única ni sencilla. Solo hay que decir que el capitalismo no se inventó en el siglo XX, los romanos ya tenían monedas. Por otra parte, la sociedad está en crisis continua desde la Edad Media y los señores feudales, estamos en el mismo punto de dependencia con respecto a las clases sociales. Lo que pasa es que tanto el sistema económico como social están en crisis permanentemente para los desfavorecidos, aunque unas veces más patente que otras. Y lo de la globalización se refiere a los medios de información que parecen el ombligo de todo lo que sucede. No obstante hay que reconocer que vivimos en un globo regido por sistemas y esos sistemas son interdependientes. De ahí que lo que sucede en Ruanda repercuta en Nueva York y esto en Arcones en mayor o menor medida y con una diferencia de tiempo porque las reacciones no son instantáneas para todos los lugares como lo de las fichas del dominó. Pero viviemos en un mundo global, capitalista y socialmente desfavorecedor para los de siempre. La solución es salir del estadio de "los de siempre" y entrar en un estadio superior.

Rafa dijo...

huuuuuuuuum, me gusta, me gusta.

Mary dijo...

Difícil lo veo en una sociedad tan egoísta y tan comodona.

Anónimo dijo...

La sociedad soy yo. Eso, repítelo y te darás cuenta de si la sociedad es o no es. ¡Hay que salir de aquí! y que cada uno se las busque.

Anónimo dijo...

Ays, me has emocionado con tus dudas no gubernamentales sobre el destino del ser humano como ser y como humano y sobre si vivimos para trabajar o trabajamos para vivir.
Yo, que soy un neófito en cuestiones económicas (y en otras muchas también), me baso sólo en lo que dicen grandes pensadores, como por ejemplo Pepe Rubianes que nos dejó recientemente, pero que sus pensamientos perduran secula seculorum:
«El trabajo nos pule, nos abrillanta, hasta nos pone cachondos!!! Cogeria de las pelotas al que inventó tal funcionamiento social y lo colgaría...»

Como ves, un gran pensador.

José dijo...

Uff, se me hace grande el proyecto, pero me atreveré a dar mi opinión. Alla voy. Sinceramente, creo que cualquier sistema que abarque un estado (es decir, dejando de lado comunas y otras experiencias locales no extrapolables) tiende al dominio
-mayor o menor- de una oligarquía sobre el resto. Sea cual sea su ideología. Ahora bien, si se trata de escoger entre todas las alternativas (fascismo, comunismo, neoliberalismo, social democracia...), con la experiencia histórica como guía, me decanto por la que considero "menos mala". Un sistema de base democrática, capitalista, pero en la que no todo esté en manos del mercado, o mejor dicho, de la oligarquía que lo dirige con pingües beneficios. Papá estado, sí gracias. Más regulación, por favor, que evite desastres como el financiero que padecemos, del que no sabemos cómo vamos a salir y que supongo que tendrá efectos globales más perniciosos si cabe para los países llamados subdesarrollados. Ya sé que no es una postura ni idealista ni optimista pero es que los cambios bruscos suelen acabar con salvapatrias salvándonos a todos a hostia limpia por nuestro propio bien. Vade retro.