16 mayo 2011

Un empacho es para toda la vida

Un empacho es algo que se coge y no se suelta en la vida. Cuando uno se ceba con algo y acaba saciado hasta grandes niveles, que el cuerpo y sus sentidos quieran volver a probarlo cuesta.

Uno se toma un bocata de mortadela con todas sus ganas, mastica con viveza, traga con voracidad, y al cabo de una media hora está incrustado en la taza del wáter mentando a los dioses que crearon aquel cerdo inmundo que dio aquella mortadela de la cual empiezas a pensar que ese color rosa no puede ser bueno y que a saber qué tendrá y que qué asco y que qué... ¡buuuuuuoooooooaaaaaaaaaaagggggggggg!

Pues todo esto es para explicar lo que es un empacho ciclista. Cuando tenía 15 años, tal vez 16, una de las salidas de la peña de Alboraia marcaba unos 150km con subida al Pico del Águila, bajada a Altura, subida al Montemayor por Cueva Santa y Alcublas para volver a Alboraia por Llíria y la Pobla de Vallbona. Aquella jornada tan animada y que seguro que empezó muy bien, se tornó en mi primera gran pesadilla.

Superado el Pico del Águila y Altura, al girar hacia la Cueva Santa aquello ya no era felicidad ni alegría, sino el infierno mismo. Recuerdo cómo agonicé por aquella carretera semidesierta, cómo el calor me acuchillaba, cómo la cabeza no me funcionaba y aquella sensación de vacío absoluto subiendo aquel puerto. Recuerdo a algunos compañeros de Alboraia e incluso a mi padre darme ánimos mientras yo pensaba que no eran conscientes de mi dolor, aunque allí estaba yo doblando el cuello sin saber a ciencia cierta por qué no decía basta y llamaba al 112.

Recuerdo todo aquello como si fuera ayer, y es por eso y por el empacho que la sola idea de organizar una salida por allí me revuelve las tripas y me veo incrustado (otra vez) en la taza del wáter clamando piedad.

Asi es que ya se sabe, una indigestión de tal calibre es algo muy serio. No recuerdo haber vuelto por aquella zona, excepto en dirección contraria, que es en bajada y disfrutando con mi cuñado Carlos y después de reponer fuerzas en un bar de moteros de Alcublas. Nada más lejos de aquella primera experiencia adolescente con una kilometrada memorable y un hartazgo de sufrimiento.

Creo que ese fue uno de esos días en que al llegar a casa con mi padre, mientras él se duchaba yo me quedaba dormido encima de la cama con guantes, cullotte y maillot incluído (quién sabe si con el casco aún), mientras mi madre y mis hermanas comían tranquilamente, después de un sábado tranquilo en el que la lectura y la conversación habían alimentado sus almas. La mía yacía por aquellas carreteras. Y hasta hoy.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

M'ha recordat a un empatx que també vaig tenir per un portet arribant a un poble prop d'Andorra. Vaig plorar i tot. Crec que no hi tornaré mai.

Pepa

PD. Ho dic sense ofendre a ningú...

Rafa dijo...

Això m'ha arribat a l'ànima...

¿Véis? Lo que cuenta la Pepa fue un empacho que yo le obligué, subir un puerto que hay por aquí que me empeñé sin pensar que ella no podía. Tardó meses, casi un año, en volver a coger la bici. De todo eso se aprende.

Rafa

José Mora Galiana dijo...

¡Qué gráfico Rafa! Las imágenes son extraordinarias

Estos días me acuerdo mucho de tí,de tu tesón y tu rabia, tu fortaleza y tu sinceridad, tu esfuerzo y tu capcidad.

Por la semana santa estuvimos Asun y yo en Bamako, con Manuel. La adaptación a los 46 grados y a las nubes del desierto nos costó un poco. Pero fue una gozada.

Pronto iremos a Berlín. Ya sabes.

Os tenemos siempre muy dentro aunque no estemos cerca

¡Un abrazo!