21 mayo 2011

Crónica: Marcha Siete Picos de Requena

En el Remedio, el puerto más duro de la Marcha Siete Picos. (Foto: www.conxip.com)


En el centro de la imagen, poniendo a cero el cuentakilómetros. (Foto: http://www.conxip.com/)

No empezó bien la Marcha Cicloturista Siete Picos de Requena (Valencia) porque la inicié con el día anterior enfilado a la taza del wáter con una descomposición estomacal de la cual mejor no entrar en detalles. La noche previa a la prueba, incluso me desperté a las tres de la madrugada para ir a hacer una visita de urgencia. Ante esta situación de poca sujección y mal dormir, me presenté en la salida con gran incertidumbre, comida en los bolsillos del mallot, y un paquete de pañuelos de papel ¡entero! Por si había que dejar la bici en la cuneta y buscar un sitio apartado.

Paco, con chaleco amarillo fosforescente. (foto: www.conxip.com)


En el centro de la imagen, Javi y Patxi justo detrás. (Foto: http://www.conxip.com/)

Pero el día empezó mejor de lo esperado. Desayuné poco y mal (minúsculo plato de espaguetis… y medio bocadillito de nocilla –no lo puedo evitar-), pero todo parecía estable. La salida fue como se esperaba: a tope. A las primeras de cambio, me decepcionó ver que ninguno de mis amigos estaba a mi alrededor. Me giré y vi a Javi un instante, pero luego se esfumó. Así, fui en los primeros kilómetros saltando de grupo en grupo, cada vez ganando posiciones siempre que el apretón no me supusiera un excesivo desgaste.


Samu, mallot azul con chaleco negro, en el centro de la imagen. (Foto: www.conxip.com)

Requena, salida y llegada de la Marcha Siete Picos, al oeste de Valencia.

Así prácticamente completé los tres primeros puertos (Pico del Negrete, Mataparda y Remedio). A partir del Remedio, los pelotones grandes desaparecieron y se tornaron en goteo de ciclistas, parejas o grupos de diez y poco más: Ese puerto hace mucho daño.

En la subida al Remedio. (Foto: www.conxip.com)

En el descenso del Remedio, me vi solo y con viento de costado. Puse mi ritmo y fui cazando gente. En el siguiente falso llano con la carretera muy mala y con gravilla, uno que iba justo delante de mí se fue al suelo en una curva. Del susto di un respingo y vi cómo impactó clavícula y cabeza en el suelo. Un golpe muy fuerte. Me asusté y frené, pero vi que un coche de la organización (o no) paraba a auxiliarle, así es que continué. Cogí a dos chicos del Puerto de Sagunto, pero no me siguieron. Luego en aquel asqueroso y dolorosísimo sube y baja iba de grupillo en grupillo, o adelantado a algunos que iban solos, pero siempre me dejaban ir. Fue como en 2009, que mi ritmo fue bueno en ese punto, con 100km en las piernas, con la diferencia que en esta ocasión, tal vez por el calor, tal vez por el esfuerzo inicial de la marcha, tal vez por la deshidratación de las últimas 24 horas, empezé a sufrir fuertes calambres en pequeñas y puntuales zonas de mis piernas. El caso es que era curioso, porque tenía muchas rampas y las tuve hasta el final de la etapa en momentos concretos, pero sin embargo seguía teniendo fuerza. Luché contra esos calambres con plátanos y bebiendo mucho agua y mucha bebida isotónica.
Pantano de Benagéber: pasamos por la carretera que pasa por la misma presa.
El espectacular sifón del embalse de Benagéber.
La dura subida al Remedio, desde Chelva.
El tramo rompepiernas se acababa, y venía el giro de noventa grados hacia el cuarto puerto, el de Peñas de Dios. Al girar, muy malas noticias. Estaba solo ante el peligro y con el viento en contra. Decidí seguir como hasta ahora: la filosofía con la que afronté esta Marcha era forzar la máquina tanto como fuera necesario, hasta caer fulminado en cualquier punto, a poder ser, claro, en meta. Así es que con esta premisa metí plato, puse cadencia y me puse a remar.

Seguí adelantando ciclistas pero ahora sí que de uno en uno y muy de vez en cuando. No serían más de 10 en ese puerto. Uno de ellos me dijo de hacer relevos juntos, y si nos volvemos a encontrar en otra Marcha (va a la Quebrantahuesos, quién sabe si nos veremos), se llevará un abrazo como el que nos dimos en la meta después de compartir sufrimiento durante muchos kilómetros. Su nombre, simplemente Jaume. Ni idea de dónde, pero valenciano.

Este ciclista, en principio ‘un ciclista más’, y no Jaume, dio un relevo y se apartó. Cuando me tocó a mí empezó a gritarme desde atrás que si iba así no me podía pasar, que le sabía muy mal. Le dije que no me importaba y sin mediar explicación quedó claro que yo haría el trabajo en los repechos y subidas, y él me llevaría en volandas en las bajadas. Fue cuando preguntó mi nombre, y aunque pensé que acabaríamos separándonos, en el avituallamiento de arriba del puerto me esperó a que yo cargara de nuevo líquidos y más plátanos. Vi que tenía previsto pegarse a mí, y entonces ya nos presentamos debidamente. Ya no era ‘un ciclista más’, sino Jaume.

Jaume, el ciclista amigo, a la izquierda de la imagen, de blanco y rojo. (Foto: www.conxip.com)

El descenso de Peñas de Dios lo hizo él. Yo iba como un rey agazapado detrás, estirando y comiendo, pero cagadito de miedo porque Jaume se ponía a 55-60km/h con suma facilidad, y aquello es mucha velocidad para mí, sobre todo con un plátano a medio abrir en la mano izquierda que a su vez tocaba el freno para no salir volando en las curvas. En el falso llano que precede al puerto de Chulilla, el quinto de la tarde, me dijo que ya no podía más. Con la misma filosofía que yo traía de casa de morir sin compasión, me puse a darle al pedal en el llano con ritmos conseguidos de 35km/h, de 40, de 50, dependiendo de las pendientes. En esas cogimos a una decena de tíos y Jaume, que hizo el último esfuerzo para enganchar, se quedó detrás a rueda. Me dijo que nos quedáramos allí pero aquello era una anarquía, porque cuando se ponía la cosa cuesta arriba nadie quería dar relevos y acabábamos a 23 por hora. De nuevo tuve que sacar a colación la filosofía del día, y me puse a tirar. Cuando me giré, a rueda tenía a Jaume, y al resto en fila india. Me regulé como pude, y aunque me aparté dejando caer que me pasara alguien, allí no se movía nadie. Tal era la desvergüenza, que en ese punto tuve la rampa más grave del día en el vasto interno de la pierna izquierda, saqué el pie del pedal y me puse a estirar un momento, y pese a la reducción obvia de velocidad, ¡nadie me adelantó para relevar! Garrapatos. Creo recordar que en ese mismo punto me pasó algo similar en 2009.

Chulilla ofrece una imagen espeluznante, clavado el pueblo en la ladera de la montaña.

Entonces llegamos a pie del puerto de Pico Chulilla, y se oyó mucho ruido de cambios y mucho suspiro. Uno de los remolones me echó en cara que hubiese gastado tanto, porque “la Siete Picos empieza realmente ahora”, dijo, y yo ni le contesté, tal era mi enfado. Cada uno puso su ritmo, y yo el mío, y a partir de ahí, Jaume se quedó con el resto. El resto del día volví a ir solo completamente.

Coroné Chulilla y después del descenso llegó subir Chera, el penúltimo puerto, que se me hizo pesado pero nadie de los remolones alcanzó a verme entre las curvas. Me daba igual que me cazara alguien, pero no que lo hiciera uno de aquellos señoritos caraduras. Coroné y de nuevo el descenso me permitió comer y darlo todo, para empezar el último ascenso al Pico de Requena con la ilusión de estar a punto de acabar.

Me dolía todo, especialmente tres puntos: dentro de la rodilla derecha, los cuádriceps y la parte interna de la pierna derecha, a la altura de la rodilla. Pero la anestesia de ir con el cuerpo bien caliente desde hacía tantas horas permitía pensar que a las molestias, ni caso, así es que coroné con 6h 22min, bajé a mi ritmo pero dando la fuerza que me quedaba pese a saber que hacer menos de 6h 30min en meta ya era imposible y entré en Requena más solo que la una y tremendamente contento.

En la llegada, me dio un bajonazo de tal calibre que me debió de afectar a la sensibilidad y me puse a llorar mientras descansaba sentado a la sombra, yo solo. Cosas que me pasan cuando estoy tan cansado. Al rato, llamé a la Pepa y la emoción tampoco la pude evitar porque ella estaba desbordada de alegría por la buena etapa que me había salido, cuando yo aún soñaba con poder levantarme a por otro bote de Aquarius.

Al final, el resultado fue realmente fantástico: 180km con siete puertos en 6h 39min 11s, a una media de 27,8km/h, según los datos facilitados por la organización. El 219 de la general (había poco más de 900 inscritos) y el 79 de mi grupo de edad (26-35 años).

En la Siete Picos hemos participado Diego (7h 10min), Patxi (7h 12min), Javi (7h 32min), Samu (8h 15min) y yo. Mención especial a Paquito, que no la pudo acabar porque la organización se lo impidió cuando llevaba 155km y estaba a punto de empezar el quinto puerto del día. Pese a todo, es un ejemplo para muchos que le tienen miedo a estas cosas. Voluntad y ganas, y se puede con todo. En la Quebrantahuesos será muy feliz y lo seremos todos porque la acabará. Seguro.

Próxima cita, triatlón de Cullera del 28 de mayo. Esto será otra historia.

5 comentarios:

Manu dijo...

Muy bien machote, solo te ha faltado hacer los 80 de montaña que nos hemos cascado hoy

Raul dijo...

Rafa, sabía que batirías de lejos el tiempo de la "7 picos"... Y porque tuviste calambres que si no... En la QH vendrá la confirmación, aprieta este finde en Cullera y el próximo metele subidas largas a ritmo competi y estarás a punto! Un abrazo y nos vemos en breve con otro "6h..." en el marcador!

Luis dijo...

Enhorabuena!! Me alegro mucho de tu tiempazo!!

Jordi dijo...

Molt bona Rafa! Etapon. A vore si arribe a cullera, encara que siga a la paella de després del triatló

Anónimo dijo...

Aquest és el meu xic, i el meu campió! Enhorabona a tots!

Pepa