04 febrero 2010

Nápoles subterránea



(Esta entrada es la entrada de fotos feas, pero bajo tierra, con escasa luz y menos conocimientos de fotografía, así que el resultado son instantáneas con valor físico, y ninguno fotográfico)

Nápoles tiene una especie de ciudad subterránea que por lo visto es muy grande y de la cual te muestran un poco, pero que no es poco porque son unas dos horas de paseo. En realidad, son túneles, aljibes, acueductos, cámaras de comida, recintos muy abiertos y pasadizos estrechos y claustrofóbicos por los que antaño los griegos empezaron a sacar provecho del subsuelo (minerales y agua, principalmente), que los romanos heredaron y que luego los napolitanos ocuparon cuando en la Segunda Guerra Mundial se producían los ataques aéreos de los aliados.





En realidad, lo que pueda decir de este subsuelo no es mucho porque el guía hablaba italiano y a cien por hora, y de lo que pillamos al vuelo dedujimos: que los griegos idearon unos aljibes para almacenar un agua que sacaban al exterior por un sistema de poleas y pozos; que buscaban entre las rocas minerales; que allá moría mucha gente por problemas respiratorios por estar demasiado tiempo respirando una humedad tan alta; que unas monjas tenían una entrada desde el exterior, en concreto desde una de sus capillas de una iglesia de la superficie, y accedían a una especie de almacen de medicinas que tenían en aquel agujero con estanterías y vitrinas talladas en la roca...;





... que en la Segunda Guerra Mundial se daban de leches para bajar allí y así evitar los bombardeos, y que se creaba una auténtica comunidad de vecinos en los que el orden era clave para sobrevivir; que para acceder al aljibe más grande, y ciertamente espectacular, antiguamente una persona pasaba por un pasadizo tan estrecho que tan sólo podía ir de perfil como un egipcio en una pintura y con un cirio en la mano, sin mirar hacia arriba para evitar la sensación de claustrofobia que provoca tener pared en la nariz y en el cogote, no tener movilidad alguna más que en linea recta, y que la grieta por la que intentas andar tenga tanta altura que no se perciba ni el techo; que un acueducto conectase diferentes zonas de la ciudad para llevar el agua; y que, a modo de anécdota, se cuenta la historia de un galán, un casanova con cuyo nombre no nos quedamos, que se agenciaba a diversas vecinas de palacios distintos unidos por una serie de pasadizos subterráneos de compleja orientación.







Así es que esta es una de las Nápoles que también hay que visitar, porque sentir aquel subsuelo también es parte de su historia, y te permite acercarte, aunque sea un pelín, a diferentes civilizaciones, con muy diferentes avances técnicos. Desde los griegos, hasta ahora.

1 comentario:

chimo dijo...

Aci tambe tenim alguna coseta a menuda escala, tan menuda que les vorem desde el carrer en un cristall entre els nostres peus i les cavitats