19 noviembre 2008

Cuando animales y personas no se entienden



Pepa y Gemma fueron hace poco por la Vall del Madriu, más allá del regugio de la Fontverda, hasta La Cabana, siguiendo la senda que días antes ya hicimos Iago y yo con bastante nieve. Esta vez ellas se llevaron las raquetas, pero finalmente no las utilizaron porque toda aquella nieve de entonces menguó.



Les salió un día espectacular, y les pasó de todo, desde perderse, a caerse (aún le duele el culete a la Pepa...) pasando por una accidentada vuelta al punto de salida. Casi al final del trayecto, cuando ya se nota que llegas donde dejaste el coche y sientes ya la ducha recuperadora, les surgió un imprevisto.



Tal imprevisto incluía unos catorce caballos, según la misma Gemma, contados, que ocupaban de parte a parte el único puente por el que se podía atravesar el río. Evidentemente, no se atrevieron a pasar. Había potrillos por el medio, y nunca se sabe lo que una madre o un padre pueden hacer si sienten que sus crías son amenazadas. Hicieron varios intentos y se echaron atrás, e incluso se quedaron sentadas, mirando, a ver si alguno de aquellos animalotes deponía su posición. Pero no. Sólo en el momento en el que se abrió un pequeño hueco, ambas se armaron de valor y en sumo silencio atravesaron la barrera equina. Fue un cuarto de hora de paciencia y de estudio de unos animales que descansaban, inmóviles, ausentes de que aquello era la zona de paso natural de algunos excursionistas. Simplemente, era su momento de pasar el rato, sobre el ruido del agua que atravesaba el puente bajo sus pezuñas. Con calma.

3 comentarios:

Iago Andreu dijo...

La pregunta és: si la Gemma parla amb tots els animals (incluïdes mosques i aranyes) i amb totes les coses (inclosos pots que no es volen obrir), ¿per què no va utilitzar les seves capacitats per convèncer els cavalls de batre's en retirada?

Mary dijo...

JAJAJAJAJAJA

Anónimo dijo...

Cuando veo estas escursiones que haceis no podeis imaginar la envidia que siento. La envidia y la rabia de no poder recuperar el tiempo para hacer algo más que caminar despacio y cada vez con pasos más cortos.