16 octubre 2011

El hombre y su pilila no son nadie

El hombre, y cuando digo el hombre digo el macho, el de la pilila, el que se las da de llevar los pantalones, por naturaleza es bobo de narices. Pruebas hay a patadas. Si tú y tu pilila de hombretón vais en un ascensor y de repente se abre la puerta y aparecen tres mujeres más o menos de tu edad, automáticamente tu acto reflejo es balbucear un hola, agachar la cabeza y controlar el sudor de las manos. Ellas dominan la situación, y si estás al fondo de la caja y bajas antes que ellas, hasta se puede dar el caso que por tu santa vergüenza prefieras disimular que ha parado en ese piso por casualidad, a abrirte paso entre ellas.

Nunca me las he dado de machito. Es más, la Pepa siempre dice que si hubiera una pelea y ella estuviera implicada, yo me hiría por patas dejándola a su suerte. En realidad, algo de razón tiene, porque soy una especie de cagamandurrio que siempre he huido de todo tipo de refriegas. Cuenta la Pepa, para mi vergüenza pública, que un día paseando de noche por Valencia, cruzando un puente desierto, venía de cara un tipo y yo me puse en alerta, dadas las horas, dada la poca concurrencia, dado mi miedo eterno. Yo apretaba las llaves dentro de los bolsillos del pantalón, y cuando nos cruzamos con el menda y aquel siguió su camino, le comenté la jugada de mis nervios a ella, para que me contestara desmontándome la película: "Pues yo pensaba, pobre, este viene de trabajar a estas horas". Ella tan tranquila, yo tan nervioso. Eso es un macho.

El caso es que veo este anuncio y me parto con la panda de hombretones que entra al cine al brazo de la novia. Cagaítos están, claro; pero ojito, que todos haríamos exactamente lo mismo.

1 comentario:

José Mora Galiana dijo...

Rafa: te imagino en bici por Berlín. Nada de pesadillas ni sueños. Realidad tal cual. Me alegró mucho saber de ese viaje sorpresa. Te llamé al teléfono móvil pero quizás no tenga bien los números o me falte el prefijo adecuado.

Saludos. Muchos recuerdos para Pepa. por aquí tuvimos la sorpresa del Jordi

José Mora Galiana