22 septiembre 2011

Participar en un Mundial: David contra Goliat

Andorra ha vuelto a participar en unos Mundiales de ciclismo en carretera. Lo ha hecho en la persona de David Albós y en la prueba contrarreloj que ayer ganó el alemán Tony Martin volando a 51,8km/h de media en 44km. Una salvajada que ni siquiera el morlaco suizo Fabian Cancellara, invencible desde 2007, pudo superar. Pero el destronamiento del helvético es otro cantar, porque lo que aquí importa ahora es David.

De entre los muchos Goliats, allí estaba el andorrano, fino, calculador, entregado, nervioso, tensionado, exigente, excitado, un tío con un carácter fuerte que sabe que tiene patas para estar rindiendo a un nivel más que óptimo. Hablar, sin embargo, de estar a la altura de los grandes son palabras mayores, pero no es eso lo que se persigue cuando un andorrano como David se planta entre la elite. Aquí lo que importa es darlo todo, y darlo de la mejor manera posible. No es ir a ganar, sino a tener la motivación para que en cada curva, en cada recta, en cada pedalada, se te vaya un poco de tu vida apostando por dejar tu nombre y el de tu país, Andorra en este caso, tan cerca de las estrellas como sea posible. Porque eres un elegido.

Sí, el debate está abierto, porque dicen algunos andorranos, sistemáticamente, que cuál es el sentido de llevar a competir a un deportista que quedará en la cola de la clasificación (el 60 de 65, de los que acabaron 62: Álbós corrió en 1h 03min 22s, a una media de 43,926km/h, a 9min 38s del ganador, un rendimiento que nadie en Andorra es capaz de superar, y un rendimiento más que bueno). El sentido de todo esto es social, es un sentido de país, es un sentido de orgullo y sobre todo es un sentido de presencia internacional. Nunca miré a Moussambani -Eric Moussambani, el guineano que representó a su país en natación en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 y que parecía ahogarse-, como a un pordiosero que hizo el ridículo en una piscina, sino como al guineano más rápido de su país que tenía todo el derecho del mundo a representar a los suyos en la fiesta del deporte que son unas Olimpiadas. Máximo respeto.
En el Mundial de ciclismo pasa lo mismo. Si Albós no participa, si Andorra reniega de su representación, entonces reniega del deporte, reniega de la posibilidad de permitir a su juventud tener esa motivación de estar algún día entre los mejores, sea lejos muy lejos o cerca muy cerca, pero el esfuerzo que durante toda su vida hace esa persona y todo su entorno por poder aspirar a una meta así, es inigualable y da a un país un sentido de lucha. No se puede aspirar, siendo Andorra un país minúsculo de población escasa, a tener a un tío entre los diez mejores del mundo, ni siquiera entre los 20, tal vez hasta sea utópico pensar que pueda quedar entre los 30 primeros, pero, ¿acaso es esto importante? ¿Acaso no se gana más que se pierde? Y para los escépticos, ¿qué se pierde con esa participación? ¿Acaso hablamos de pérdida de dinero? En ese caso, ¿la inversión económica en deporte, con todo lo que significa y mueve, no tiene sentido? ¿De verdad? ¿Cuáles son entonces los valores que se persiguen en una sociedad?

Muchos deportistas individuales andorranos participan en pruebas internacionales, de judo, de karate, de atletismo, de natación, de gimnasia. Ninguno destaca en nada, eso es así, pero allá donde van deberían tener el reconocimiento de, al menos, la gente de su propio país.

A David lo conozco poco, pero algo. La última vez que salí a entrenar con él fue hace un par de años, cuando me llevó por un terreno rompepiernas, yo a 'pijo sacao' y él sin bajar de 140 pulsaciones, lo que significaba que subiendo iba lento y yo a saco, y bajando iba a saco y yo sin piernas. Me dio tal paliza -fue como una carrera para mí, mientras él me hablaba- que me quedé sin defensas, y al día siguiente cogí el gripazo del año. No me atreví a volver a entrenar con él a solas. Para mí, un ciclista como David, como Miquel Afonso, como Samu Ponce, como Gerard Riart, como los hermanos Pérez, son gente que son, han sido y serán tremendos ciclistas de gran calidad. Otra cosa es que hayan llegado, lleguen o dejen de llegar allá donde solo los privilegiados obtienen una plaza. No habrá para ellos ni un Tour ni una Vuelta ni un Giro ni un podium en un Mundial o en unos Juegos, pero si cerramos la opción de la participación, lo que seguro que no habrá nunca será la ilusión por el deporte, la motivación y todos los valores intrínsecos que conlleva subirse cada día a una bicicleta. Nieve, llueva, caiga piedra, haga viento o haga un sol de justicia. Ese es el espíritu del deportista, ciclista, atleta, judoka, corredor de montaña o lo que sea. El deporte infunde valores.



David sabe que hay algunos que no están con él ni con los que, como él, luchan por representar a Andorra en unas pruebas internacionales con nulas posibilidades de victoria, pero debe saber que hay otros que ayer estábamos en sus piernas, dando zarpazos sobre el asfalto, ayudándole a volar. No éramos pocos, y con eso debe quedarse.



(Fotos: M. A.)

1 comentario:

David dijo...

Enhorabuena por el texto. Yo también creo que almenos participación tiene que haber. Claro que sí...