05 septiembre 2011

Skopje en detalles

Al bajar del avión, una bofetada de calor, un aeropuerto pequeño, montañas altas al fondo, lejanas, todo alrededor de colores amarillentos, marrones, poco verde. Un paisaje castellanomanchego, paja, montes pelados, pólvora pura para incendios. Es el aeropuerto de Skopje, en Macedonia, y sus alrededores.

La comitiva que lleva a la selección andorrana de fútbol hacia el hotel transcurre con coche de policía abriendo paso, vía libre, autopista de rectas interminables, señales de fondo verde, diferentes precios de peaje si es en moto, en coche, en caravana, camión o camioneta. A los lados, pequeñas viviendas, casas unifamiliares de tejados rojizos, de dos aguas con frontal. Del centro de un pueblo se anuncia un minarete y un poco más cerca, un campanario ortodoxo. Mezcla de culturas.

Nos cruzamos con autobuses desvencijados, opacos de polvo sus cristales, miradas vacías por el día a día, antiguos trolebuses reciclados, combinación de vehículos antiguos con modernos de dinero, ciclistas urbanos en monturas viejas, motoristas sin casco por doquier. El río Vardar y sus puentes, reformas por todos lados.

El cauce en ciernes, canalizando el caudal, ancho y herrmoso, pero en obras sus riberas, en construcción de paseos, jardines, carriles bicis y de peatones. Todo en proceso. Llegamos al hotel, comemos, descansamos y vamos al entrenamiento previo al partido del día siguiente: Macedonia-Andorra.

Camino al estadio, el Filip II, reformado varias veces, reinaugurado en el 2009, pasamos bares con nombres que se pueden leer, en castellano: “Plaza de Toros”, “La calle del medio”. Banderas de Cuba y del Ché en un ambiente de pretensión occidental. Algunas cosas chirrían, porque el ambiente latino no es esto ni se le parece.

Caminando en paralelo al río Vardar, superamos socabones, parejas que se besan, patinadores, ciclistas de paseo, contenedores de obra, obras, más obras, edificios en esqueleto, polvo en el suelo, de repente una plaza inmensa, la Plaza Central, estatuas de héroes nacionales, entre ellas la de Alejandro Magno que ha formado una gran polémica con Grecia (22 metros de altura, 40 toneladas, unos 9 millones de euros), al fondo una montaña con una cruz tan grande como la fatídica del Valle de los Caídos, pero en la historia macedonia llamada la Cruz del Milenio, allá lejos, muy alta, allá arriba y al fondo, en la montaña que asoma por detrás de algunos edificios, viejos todos, en la penumbra.

Macedonia, oficialmente exigido Antigua República Yugoslava de Macedonia por los griegos porque ellos ya tienen su provincia de Macedonia. Nombre provisional que ya lleva casi 20 años en el mundo, y sumando.

Llegamos al entrenamiento y el calor de la noche es sofocante. A pocos metros del Vardar, los mosquitos y palomillas se multiplican por miles en los focos del estadio, mientras los jugadores entrenan, reciben órdenes, se exigen y se mentalizan para el día siguiente.

Volvemos al hotel, con fotos e ideas, declaraciones y detalles en la memoria. Entonces escribimos, nos concentramos, elegimos la imagen buena y enviamos, vía internet, 12 euros el día, ladrones de guante blanco.

Llega la llamada, el mensaje o el correo electrónico con el OK desde la redacción, y entonces cerramos ordenadores, charlamos, nos reímos, rememoramos, descansamos. Ducha, cena, cerveza, conversación y sueño.

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