20 diciembre 2009

Pep per molts anys














Entrar en casa de mis padres, saludar y recibir un "¿pero tú no estás viendo el partido?" es descorazonador por cuanto me hace pensar en mi a veces inexplicable pasotismo futbolero. El partido no es uno cualquiera que nunca vería, sino la final del Mundial de clubes en la que el Barça sueña con ganar, por fin, ese premio, y de paso ser el mejor equipo del 2009 y el de la historia con seis títulos de seis posibles -Liga, Copa y Recopa españolas, Copa y Recopa europeas, y el Mundial de clubes-. Si me hubiera levantado de la cama y hubiera recordado que se jugaba ese partido, para mí el mundo se habría detenido al instante y hubiera girado en torno a esa final.

Pero como al levantarme sólo pensé en comer, pues ya se me fue el santo al cielo. Así es que mi día transcurrió normal y soso, sin mucho sentido, y entonces sólo durante los 15 minutos de la segunda parte de la prórroga viví un cúmulo de emociones que durante el día no me esperaba por olvidadizo, pasota o ser extraño. ¿Llegué tarde o en el momento justo?

Entonces varias imágenes se quedaron para siempre en la memoria del deporte. Primero un remate de gol inverosímil, de los que nunca se ven, de un jugador pequeño pero rápido que se adelantó a uno alto y fuerte como Verón, la Brujita que la fortuna quiso que estuviera allí viendo bien de cerca la genialidad de la Pulguita con su golpe de pecho -golpe con el corazón que dicen algunos- y que por aquello de la grandeza visual de este deporte quiso que el presente, Messi, reflejara en esa imagen junto a Verón, el pasado, un fútbol argentino que siempre dio, da y dará muchos magos del balón, con la venia de Maradona.



Pero luego salió él. El gran mago. Pep. ¿Qué ha hecho este hombre? "¿Hasta dónde he llegado?", se debió preguntar el siempre atractivo Pep justo un instante antes de romper a llorar ante los ojos del mundo que son las cámaras. En el centro del campo, sólo como siempre pero en esa soledad que le hace formar parte -clave- del grupo que es este Barça. Aislado, fue recibiendo abrazos de técnicos, fisios y jugadores, e incluso de futbolistas que sufren con él porque no gozan de tantos minutos como quisieran, jugadores que pese a esos puntos de rabieta que siempre pueden tener, valoran y adoran a un entrenador que tiene el difícil papel de controlar los egos de sus niños. Porque un equipo de fútbol profesional es eso, un equipo de niños bien, jóvenes con dinero y lujo alrededor, que sólo piensan en una cosa redonda que llevan en sus pies, y ven con egoísmo extremo ese su mundo, para lo cual es fundamental un entrenador-psicólogo que haga fluir los talentos entre tanta basura. Y para eso está Guardiola. Él llora y hace ver a todo el mundo varias cosas: el fútbol profesional es de una presión ambiental desproporcionada, pero el fútbol y algunos equipos son un sentimiento, y Pep, que es tan de andar por casa, quiere a su Barça. Y es por eso que es, en vida, una leyenda. Per molts anys.

4 comentarios:

Iago Andreu dijo...

El futbol que fa aquest Barça és una obra d'art, un dia d'aquests li dedico una contra... Visca el Barça i visca Catalunya!!!

Mary dijo...

No hi ha xiquet que no haja vingut mai amb una samarreta de l´equip a classe. El Barça, una autèntica religió aquí en Catalunya.

ARTISTA dijo...

Rafa que grande eres. Un abrazo de tu amigo Zori. Disfruta las navidades blancas y cuidate mucho.

patxi dijo...

soy madridiste...pero por encima está el futbol; pocas veces he visto jugar a un equipo así al futbol: movimiento, velocidad, toque, presión, juego de equipo y sobre todo la ilusión que les transmite guardiola; sería injusto que no hubiese ganado el que mejor juega