27 agosto 2009

Barranc de Tarongers y Pic del Casamanya

Tengo cinco batallitas por contar, pero solo dos son mías. Las otras tres son de Alberto en el viaje con bicicleta de montaña por el Penyagolosa, los cuatro días de Raimon sólo por las montañas de Andorra de refugio y tienda de campaña, y la cima de Ricki del Aneto (la espinita clavada). Tres aventuras muy interesantes que vendrán en próximas entradas.

Las dos mías, las siguientes. Me las ventilo en un plis plas porque poca cosa son. La primera, en Ontinyent, corriendo con Pauet y Xurro hasta Bocairent por el Barranc de Tarongers, una ida dura dura con momentos de sufrimiento para seguir el ritmo de las dos bestias que me llevaban a un ritmo muy alto para mí, con Xurro mandando el paso y yo mirando los pies de Pauet, poniendo los míos donde los suyos, e intentando mantenerme pegado, cerca. Difícil.


Una imagen hivernal de la pista que precede a la senda que sube.

Al final llegamos en 1 hora y cinco minutos, y muy bien los tres juntos, almorzamos en el bar del poble, a tutti, bocata de tortilla con longaniza y queso, cerveza, olivas y cacahuetes. La idea era hacer la vuelta en coche, con Javi y Kike que vinieron por el puerto para volver con ellos -Jorge fue en bici-, pero al final nos animamos y volvimos de nuevo los tres corriendo. Yo casi vomito el (señor) almuerzo, pero llegamos a casa con alguna parada para respirar y recuperar las piernas tiesas. Al final, no sabemos los kilómetros, pero todo apunta a entre 15 y 20.


Vista de Bocairent, donde llegamos para almorzar.

La segunda batalla fue ya en Andorra, sin escayola por fin, y aprovechando la visita de Raimon. Subimos desde la cima del Coll d'Ordino, a 1.980 metros de altitud, hasta la cima del Casamanya, a 2.740, es decir un desnivel de 860 metros, y lo hicimos también corriendo, aunque hay que decir que en los tramos finales, en esas tres lomas que se plantan delante sin avisar, suelo pelado con hierba baja y piedra, no se pudo trotar. Pasos largos o cortos, cada uno a su manera, subimos sin hablar y a pique, como es de recibo en dos amantes de estas cosas.


Inicio de la subida al Casamanya.

Raimon, maratoniano él, tercero o cuarto o quinto (no recuerdo) en una maratón en el Sáhara (¡ojo con el bicho!), no podía permitir que un ciclista como yo le derrotara en su terreno pedestre. Así, en las primeras rampas abrió un hueco que se dedicó a administrar. Cuando giraba la cabeza y me veía apretar, él hacía lo mismo para evitar que me acercara. Me sacó en la cima 50 segundos, y en la bajada 2 minutos y 45 segundos. ¿Tanto lo calculamos? Por supuesto: "¿Cuánto me has sacado?", le pregunté a cinco metros de coronar. "Aún no has llegado", me contestó. En total lo hicimos en una hora y cuarto.


Las lomas que se empinan al salir del bosque inicial.

Diré en mi favor que en la subida no me sacó tanto como pensaba, pero en mi detrimento asumo que en la bajada las piernas no me respondieron, que el ritmo fue frenético y que por momentos vi mis tobillos doblados, las rodillas temblando, las manos rascadas por las piedras al frenar la caída y los dientes rotos. Por fortuna no pasó nada de eso, y hubiera sido un desastre estando con la mano recién liberada de la escayola.


Vista desde la cima del Casamanya, con el Casamanya del Mig y el del Nord a la vista, y el Estanyó al fondo.

Desde ese día, viernes, hasta hoy jueves, no he podido hacer nada por las agujetas que tenía en los cuádriceps, más por la bajada que por la subida. Eso sí, hoy he corrido media hora y me he encontrado muy bien. Lento, pero a gusto. ¡Qué importante esto! ¿Eh, Pepa?


La bajada, rápida y por eso difícil.

2 comentarios:

petry dijo...

Esta batallita supuso para mi un desánimo. A mi me costó todo el dia

Iago Andreu dijo...

Els escruiximents (és a dir les agujetas) són com els remordiments, l'única manera de superar-los és tornar a cometre el fet que els provoca.