11 febrero 2011

¡Apedrean a los ciclistas!

Hace tiempo que no suelto mi rabia por aquí, pero hoy me es imposible evitarlo. En los últimos días me llegan informaciones por correo de publicaciones de periódicos de Valencia que denuncian agresiones a ciclistas por algunas carreteras de la Comunidad. No son agresiones al uso, como las conocidas arrancadas e insultos de una señora o señor de mal humor al que le toca las narices que en un semáforo estés delante de él. No.

Se trata de un energúmeno en coche, una pareja como mínimo, que se dedica a tirar piedras a los ciclistas que adelantan y a golpearlos con unas barras flexibles que hacen efecto de látigo al contacto a esa velocidad. La indignación en el mundo cicloturista de Valencia está desbordada, como es normal.



Según algunas declaraciones de algunos afectados, las piedras han llegado a ser de unos cuatro kilos. ¿Pero qué está pasando? ¿Quién es tan sumamente degenerado para hacer tal cosa? Estos días pensaba que nunca he ido con miedo por ninguna carretera. No le he temido en mi vida de ciclista ni al camión más inmenso, ni siquiera a la peligrosísima carretera que me toca hacer cada sesión entre Andorra y la Seu d'Urgell. Pero este ataque por la espalda y a matar, me resulta repugnante, y me da muchísimo miedo.

Las informaciones hablan de hasta 12 ciclistas afectados. Los casos que han trascendido tratan de fractura de peroné con operación y complicaciones varias, culos amoratados y rascones agresivos con el asfalto, producto de las caídas que provocan las agresiones barriobajeras.

Los periódicos hablan de que la Guardia Civil y la Policía Nacional plagan las carreteras afectadas. Los agresores son rastreros, cobardes, malnacidos y producto de la puta mala educación que campa a sus anchas. Uno de los afectados fue el presidente de la peña Els Falcons, conocida por este blog, un hombre de 63 años que, como todos los agredidos, pensó que había recibido un golpe del coche con el retrovisor por ir demasiado cerca (cosa que también pasa, y muy peligrosa).

En fin, como último, y para aviso a navegantes, decir que las carreteras afectadas han sido la carretera de Cullera y el Brosquil dirección a Tavernes, la N-340 a la altura de Castellón, y por una carretera cercana a Denia. En todos los casos, los afectados aluden a un Volkswagen Golf gris de hace unos 8 años con las luces de detrás tuneadas. Se apunta a dos agresores porque se deduce que al menos tienen la inteligencia de que uno conduce y otro es el que ataca.

Por cierto, prueba del miedo: el martes tenía previsto ir hacia Benigànim por Cullera, precisamente por el Brosquil, como hago siempre. Ya estoy buscando alternativas, porque casi prefiero meterme en la autovía con un buen arcén y camiones que frenan a los locos de la velocidad.

08 febrero 2011

¿Qué es Roma? (I)

Al otro lado de nuestra empalizada diaria algún día aparece Roma. Y entonces sonreímos.

¿Qué es Roma? Es una pregunta que me hacía de camino a la ciudad eterna. Roma debe de ser todo, pensaba. La antigüedad y la actualidad, me decía, la Edad Media y el Renacimiento, el antes y el después de Cristo, el ayer y el hoy, los romanos, ¿qué son los romanos? ¿Los de nuestros días o los de entonces, los de las túnicas o los que conducen sin mesura? Roma es los romanos, seguía rumiando, los romanos de antes, es decir los de Roma, vamos, los del Imperio y su caída, los de antes y después, los que catapultaron la historia, los primeros conquistadores, ¿no?, saqueadores, educadores, triunfadores, los testigos de su tiempo y, con el paso de los siglos, del futuro. Somos lo que ellos fueron. ¿Sí? ¿No? ¡Qué locura! ¿Qué es Roma?

Y eso, que como Roma lo es todo, y no cabe en un video cutre, aquí va una primera visión de Roma. Sólo la de los romanos, la de ese tiempo entre el antes y el después de la cruz y toda la mandanga. La del imperio, foros, anfiteatros, bustos y relieves, coliseos, juegos de circo y calles empedradas. Esa Roma, la romana, la vieja y tan moderna y nueva entonces, la de piedra y mármol. La Roma grande. La de Astérix y Obélix y Julio César y tantos otros. ¡Ave, César! ¿Qué tal, Julio? Pues yo qué sé, chaval, aquí, en Roma. Con los romanos. ¿Y qué es Roma? Pues Roma lo es todo, ¡por Júpiter! ¡por Saturno! ¡por Baco! ¡por Vulcano! ¡Todo!



Canción "Roma", de Manel.

06 febrero 2011

El acomodador antiorgásmico

En mi último volteo por la Casa del Libro de Valencia, vi la portada de "La llave de Sarah". Me llamó la atención por el simple hecho de contar una historia particular de un momento histórico que me fascina, como el nazismo y la Segunda Guerra Mundial.

En aquel momento no compré el libro porque llevaba en mis brazos el recopilatorio "Las Grandes Batallas de la Historia" y "Archipiélago Gulag" de Alexander Solzhenitsyn, además que en aquellos días me estaba leyendo "Stalingrado", de Antony Beevor, y tenía pendiente (y ahí sigue) "Vida y destino", de Vasily Grossman. Ahora lo tengo claro: el próximo libro que compraré será el de Tatiana de Rosnay.

He visto la película y me ha encantado, por su historia, los actores, lo bien contada que está... fantástica. Con un toque a la de "El Niño con el Pijama de Rayas", pero con muchísimo más cuerpo que aquella cinta de efectos puntuales para el espectador. Sarah aquí nos atrapa de principio a fin.
Lástima que, cuando la peli estaba acabando, en un momento de gran sensibilidad narrativa y cinematográfica, apareciera por la puerta el acomodador -esta figura casi ya ni existe, pero tendré que ponerle un nombre al menda- con el correspondiente haz de luz en la sala oscura, y que cuando estábamos los cuatro gatos que sin embargo llenábamos la sala con nuestras almas en plena acción de gozo, yéndose la imagen a negro con la música llenándonos por dentro y asomando por debajo las letras de crédito, en ese momento mágico que tiene el cine bueno que te deja pensando, se encendieran para colmo las luces amarillas y cutres del recinto, y entonces el tipo, plantado en la puerta invitándonos a salir, rompiera él y su esencia aquel éxtasis cinematográfico, mientras algunas personas, cargando los abrigos, aún estaban sonándose la nariz intentando mitigar los efectos de las lágrimas. Diéronme ganas de mandar al chaquetas a la mierda. Fue como si, a punto del orgasmo, te aparece alguien allá donde estés, y se va todo al garete. Me cago en la leche. Siempre nos quedará el libro, aunque sea como la segunda oportunidad para acabar llorando de placer.

05 febrero 2011

Cuesta llegar

Aconsejo, cómo no, dejar cargar el video y escuchar la canción.

Ojo, que llega Armstrong

Fue absolutamente infalible hasta que decidió, después de haberse retirado, volver a la batalla. Lance Armstrong, que asoma su perfil ciclista por esta imagen en plena subida del Tourmalet, yendo en cabeza de un pequeño grupo destacado durante el Tour del 2010, nos dio el gustazo de ofrecerse en pleno esfuerzo en nuestra visita del año pasado justo por aquel punto del mítico puerto. Lance Armstrong, siete Tours, ha dicho que se retira definitivamente. Siempre guardaré esta foto en mi vida. El mejor ciclista de todos los tiempos, con el permiso de Eddy Merckx. Ojo, que llega y se va.

03 febrero 2011

Vacilones de cine

El cine, que es el reflejo de la vida, está lleno de vacilones. Me lo paso en grande viéndoles en la pequeña pantalla. Hace poco vi "La muerte tenía un precio", con Clint Eastwood y Lee Van Cleef en plan estelar. Grandiosos.

En una escena, Van Cleef, que interpreta al coronel Mortimer, dispara en su huida (recordemos que huida va sin tilde, según las últimas normas de la RAE) a un fugitivo para cobrar la recompensa. El malote cae al suelo al otro lado de la calle, pero se levanta pese al dolor y se gira, pistola en mano, hacia Mortimer. El coronel, pausado, tranquilo, como si nada, va montando un pistolón de dos piezas mientras el malherido le dispara desde la distancia. ¡Pum! Y la bala da en el suelo a 10 metros de Mortimer. ¡Pum! Y este disparo da a cinco metros porque el tipo se está acercando lleno de rabia. ¡Pum! Y la tercera bala choca con la arena de la calle a menos de un palmo del buscarecompensas. Y nada, éste, que ya se ha calzado el pistolón, apunta, dispara y da en la misma frente del malote que no aprovechó su oportunidad -porque no la tenía tan larga- y cae de espaldas salpicando de tierra la cámara que está en el mismo suelo. Todo esto, con planos de escándalo y musiqueta y la esencia del cine.

Otra escena. Clint contra tres tipos en un pueblo perdido, la calle desierta y la musiquilla de fondo: tutiiiiiiiiiii, tuuuuuuutiiiiiiii, tutiiiiiiiiiiiii, tuuutiiiiiiiiii. Un clásico de los duelos. Primerísimos primeros planos de los ojos de Clint, convencido de sus posibilidades, vacileta como ninguno, y luego esos planos en los ojos de sus tres rivales, con idéntico sentir fanfarrón, mascando algo, moviendo levemente los dedos en tensión cerca del revólver. A la izquierda de la calle, una escena casi bucólica... un chico intenta coger unos frutos de un árbol: Clint cambia el geto, saca la pistola y tiro a tiro va bajando del árbol una, dos, tres y las manzanas -o lo que fueren- que hagan falta para demostrar su puntería. Siguientes planos: primerísimos primeros planos de los ojos de los tres rivales que le cortan el paso a Clint: ahora hay dudas, se miran de reojo, y en el siguiente plano abierto echan marcha atrás y se esconden en las esquinas a toda prisa. Irresistible.

Pero es que también vi "El Golpe". La peli en sí es brutal, pero me centraré en una escena: el tren donde se juegan partidas de póquer de alto nivel económico, con el gángster Lonegan (Robert Shaw) en liza y nuestro amigo Paul Newman plantándole cara haciéndose el borracho maleducado. Le llama Lonigan, Lineman y lo que haga falta hasta cabrear al malote mientras, de paso, le saca los cuartos haciendo trampas: "¡Mi nombre es Lonegan!", le dice el enfadadísimo gangster, "recuérdelo bien si no quiere que juguemos a otra clase de juegos". Catacrac.

Por favor, por favor. ¡Me encanta!

01 febrero 2011

¿Han llegado las páginas o qué?

El otro día estuve en Logroño cubriendo la final de la Copa Adecco Plata de baloncesto entre el BC River Andorra y el CB Clavijo de la Rioja. Perdieron los andorranos, y del turismo que hice sólo puedo extraer esta foto del mítico estadio de Las Gaunas, justo enfrente del Palacio de los Deportes donde se disputó el partido. En la contraportada de El Periòdic d'Andorra que se publicó el lunes escribí lo que sigue. Intrahistoria periodística de curiosidades y verdades. (En el siguiente enlace, en catalán en el original: http://elperiodicdandorra.ad/contraportada/temps-afegit/8240-han-arribat-les-pagines-o-que.html)


''Esta contra deportiva últimamente habla más de la intrahistoria periodística que de otra cosa. Lo sé, pero es que me gusta escribir del tema porque hay mucha ignorancia al respecto: la gente pregunta muchas veces cómo trabajamos los periodistas, qué hacemos para enviar las noticias cuando estamos lejos de la redacción o cómo es, incluso, una redacción. Por eso, aquí va una historia real.

Podría hablar de muchas anécdotas, como cuando en Chipre, en los Juegos Olímpicos de los Pequeños Estados de Europa -Andorra, Liechtenstein, Luxemburgo, San Marino, Islandia, Malta, Mónaco, Chipre-, un día imposible el tiempo nos ganaba terreno. «Al final, los periódicos siempre salen», nos dijimos. Y salieron. Pero el pasado sábado, después de la final de la Copa... ahí sí que lo vimos todo negro.

Sala de prensa de los Juegos de Chipre, en junio de 2009.

Durante un partido, la norma dice que el redactor, si sabe que cuando acabe el partido tendrá poco tiempo para redactar -la final de Copa finalizaría alrededor de las 22.00-, tiene que ir a saco, esto quiere decir estar pendiente de todo lo que pase en la pista, en la grada y en los banquillos, apuntar lo que sea necesario -puntos, rebotes, faltas personales, etc- y, además, redactar la crónica al mismo tiempo. Todo va como la seda cuando acaba el duelo y sólo faltan por escribir cuatro detalles, titular y subtítulo, porque entonces sólo queda ir a la sala de prensa, preguntar a quien corresponda y escribir declaraciones, allá mismo, tecleando como un loco para tenerlo todo rápido y enviarlo vía internet a la redacción lo antes posible.

Pero el sábado, todo lo contrario: La final transcurre por un camino habitual y la crónica sigue su proceso. Está casi escrita a falta del último cuarto, pero ese periodo es de tanta tensión que en aquel momento ya no puedo mirar el ordenador. Simplemente me concentro en el sainete que se vive en la pista. Es imposible estar en todo. Conforme acaba el partido, me voy con el ordenador bajo el brazo al palco para hablar con autoridades y directivos y después voy a la sala de prensa, donde el tiempo pasa volando sin que venga ningún entrenador. Joan Peñarroya -técnico del Andorra-, ante el caos existente, atiende a los medios andorranos. Al acabar, vuelvo a la 'trinchera' a escribir, pero mientras Tony Lara elige las fotografías y yo pico textos, las luces del pabellón se apagan. ¿? La primera idea es: «Internet, necesitamos internet, y si nos lo cortan no enviaremos nada...». Decisión rápida: ir al hotel, donde tenemos wi-fi asegurada. En siete minutos -calculado- entramos al 'hall', pedimos la contraseña y seguimos.

La tensión es máxima, pero controlable. Una tensión que me encanta y que hace que ame tanto esta profesión: la adrenalina llenándome por dentro. Brutal. No hay nada como saber que estás en el límite, que vas a muerte y que tu cabeza funciona a doscientos por hora mientras los dedos responden sobre el teclado del portátil llenando cajas de texto en maqueta.

Mientras escribo a toda velocidad, Tony me dice que él ya ha enviado todo y ha llegado bien, pero recibimos una llamada desde la redacción de Escaldes-Engordany: «Desde la imprenta dicen que cuánto falta», dice el maquetador. «Diez minutos», respondo. En menos tiempo, o más -ya no pongo la mano al fuego-, empiezo a enviar los 12 Mb que pesan las dos páginas... ¡a 13 kbs por segundo! Lento, muy lento, desesperadamente lento. Llamo a la redacción: «Josep, aquí pone que tardará 18 minutos...». «No pasa nada, ya está todo perdido, me han dicho que no nos esperan y que empezarán a imprimir a las 6.00...». Puñalada en el alma... Me hundo, me noto la respiración acelerada y Tony intenta animarme. Pasado el cuarto de hora más largo de mi vida, se ha enviado el 98,5%, el 98,9%, el 99,2%, el 99,7%, el 99,8%, el 99,9%... y justo cuando aparece el 100% y estoy llamando a la redacción para avisar, ¡se corta la conexión! ¿Qué? ¿Habrán llegado? ¿Sí? ¿No? ¡Por favor!: «Josep, ¿han llegado las páginas o qué? ¡Esto se ha apagado!». «No puedo atenderte», contesta él también agobiado, y me cuelga. Entonces el tiempo se para, no sé si quiero morirme, pero buscamos una solución mientras vuelve a sonar el teléfono: «Lo tengo todo, perfecto, y al final entramos ya en imprenta, y no a las 6.00». Entonces la liberación es inmensa.

Me deshincho como un globo y pienso que no hemos cenado. Lo guardamos todo bajo un silencio sepulcral, y nos vamos a buscar un bar abierto. Es media noche. Encontramos un DonKebab y un chico que mira la tele aburrido en el local vacío nos recibe. «La cocina está abierta», dice sonriente. El segundo milagro del día. Comemos, hablamos y reímos. Después no podemos dormir y lo hacemos mal porque la cabeza no para... Ahora sólo tengo una pregunta: ¿Alguien leyó esas dos páginas? Pues gracias.''