01 febrero 2011

¿Han llegado las páginas o qué?

El otro día estuve en Logroño cubriendo la final de la Copa Adecco Plata de baloncesto entre el BC River Andorra y el CB Clavijo de la Rioja. Perdieron los andorranos, y del turismo que hice sólo puedo extraer esta foto del mítico estadio de Las Gaunas, justo enfrente del Palacio de los Deportes donde se disputó el partido. En la contraportada de El Periòdic d'Andorra que se publicó el lunes escribí lo que sigue. Intrahistoria periodística de curiosidades y verdades. (En el siguiente enlace, en catalán en el original: http://elperiodicdandorra.ad/contraportada/temps-afegit/8240-han-arribat-les-pagines-o-que.html)


''Esta contra deportiva últimamente habla más de la intrahistoria periodística que de otra cosa. Lo sé, pero es que me gusta escribir del tema porque hay mucha ignorancia al respecto: la gente pregunta muchas veces cómo trabajamos los periodistas, qué hacemos para enviar las noticias cuando estamos lejos de la redacción o cómo es, incluso, una redacción. Por eso, aquí va una historia real.

Podría hablar de muchas anécdotas, como cuando en Chipre, en los Juegos Olímpicos de los Pequeños Estados de Europa -Andorra, Liechtenstein, Luxemburgo, San Marino, Islandia, Malta, Mónaco, Chipre-, un día imposible el tiempo nos ganaba terreno. «Al final, los periódicos siempre salen», nos dijimos. Y salieron. Pero el pasado sábado, después de la final de la Copa... ahí sí que lo vimos todo negro.

Sala de prensa de los Juegos de Chipre, en junio de 2009.

Durante un partido, la norma dice que el redactor, si sabe que cuando acabe el partido tendrá poco tiempo para redactar -la final de Copa finalizaría alrededor de las 22.00-, tiene que ir a saco, esto quiere decir estar pendiente de todo lo que pase en la pista, en la grada y en los banquillos, apuntar lo que sea necesario -puntos, rebotes, faltas personales, etc- y, además, redactar la crónica al mismo tiempo. Todo va como la seda cuando acaba el duelo y sólo faltan por escribir cuatro detalles, titular y subtítulo, porque entonces sólo queda ir a la sala de prensa, preguntar a quien corresponda y escribir declaraciones, allá mismo, tecleando como un loco para tenerlo todo rápido y enviarlo vía internet a la redacción lo antes posible.

Pero el sábado, todo lo contrario: La final transcurre por un camino habitual y la crónica sigue su proceso. Está casi escrita a falta del último cuarto, pero ese periodo es de tanta tensión que en aquel momento ya no puedo mirar el ordenador. Simplemente me concentro en el sainete que se vive en la pista. Es imposible estar en todo. Conforme acaba el partido, me voy con el ordenador bajo el brazo al palco para hablar con autoridades y directivos y después voy a la sala de prensa, donde el tiempo pasa volando sin que venga ningún entrenador. Joan Peñarroya -técnico del Andorra-, ante el caos existente, atiende a los medios andorranos. Al acabar, vuelvo a la 'trinchera' a escribir, pero mientras Tony Lara elige las fotografías y yo pico textos, las luces del pabellón se apagan. ¿? La primera idea es: «Internet, necesitamos internet, y si nos lo cortan no enviaremos nada...». Decisión rápida: ir al hotel, donde tenemos wi-fi asegurada. En siete minutos -calculado- entramos al 'hall', pedimos la contraseña y seguimos.

La tensión es máxima, pero controlable. Una tensión que me encanta y que hace que ame tanto esta profesión: la adrenalina llenándome por dentro. Brutal. No hay nada como saber que estás en el límite, que vas a muerte y que tu cabeza funciona a doscientos por hora mientras los dedos responden sobre el teclado del portátil llenando cajas de texto en maqueta.

Mientras escribo a toda velocidad, Tony me dice que él ya ha enviado todo y ha llegado bien, pero recibimos una llamada desde la redacción de Escaldes-Engordany: «Desde la imprenta dicen que cuánto falta», dice el maquetador. «Diez minutos», respondo. En menos tiempo, o más -ya no pongo la mano al fuego-, empiezo a enviar los 12 Mb que pesan las dos páginas... ¡a 13 kbs por segundo! Lento, muy lento, desesperadamente lento. Llamo a la redacción: «Josep, aquí pone que tardará 18 minutos...». «No pasa nada, ya está todo perdido, me han dicho que no nos esperan y que empezarán a imprimir a las 6.00...». Puñalada en el alma... Me hundo, me noto la respiración acelerada y Tony intenta animarme. Pasado el cuarto de hora más largo de mi vida, se ha enviado el 98,5%, el 98,9%, el 99,2%, el 99,7%, el 99,8%, el 99,9%... y justo cuando aparece el 100% y estoy llamando a la redacción para avisar, ¡se corta la conexión! ¿Qué? ¿Habrán llegado? ¿Sí? ¿No? ¡Por favor!: «Josep, ¿han llegado las páginas o qué? ¡Esto se ha apagado!». «No puedo atenderte», contesta él también agobiado, y me cuelga. Entonces el tiempo se para, no sé si quiero morirme, pero buscamos una solución mientras vuelve a sonar el teléfono: «Lo tengo todo, perfecto, y al final entramos ya en imprenta, y no a las 6.00». Entonces la liberación es inmensa.

Me deshincho como un globo y pienso que no hemos cenado. Lo guardamos todo bajo un silencio sepulcral, y nos vamos a buscar un bar abierto. Es media noche. Encontramos un DonKebab y un chico que mira la tele aburrido en el local vacío nos recibe. «La cocina está abierta», dice sonriente. El segundo milagro del día. Comemos, hablamos y reímos. Después no podemos dormir y lo hacemos mal porque la cabeza no para... Ahora sólo tengo una pregunta: ¿Alguien leyó esas dos páginas? Pues gracias.''

4 comentarios:

petry dijo...

Lo leí en la contra edel periódico y me encantó.

Juanje dijo...

¿Pero llegasteis a Alicante o qué?

Rafa dijo...

jajajajaja!!!

Aclaración: Juanje se refiere a que cuando íbamos mal de tiempo en el cierre en Superdeporte, el maquetador que cerraba saltaba con el grito "¡que no llegamos a Alicante!". De hecho, más de un día de Denia para abajo no llegaba el periódico.

Juanje dijo...

jajajajaja!!!

Aclaración: No era el maquetador que cerraba, era el ser superior, el gerente, el presidente-editor, el dueño en una palabra, el que llamaba desde su casa para bramar la susodicha frase.