Un fumador va por la calle el día 2 de enero de 2011. Mira a su alrededor. Ni colegios ni hospitales a la vista. El tío se enchufa el cigarrito y se pone a caminar, pensando en sus cosas y en el tabaco que acaba de encender. Mira que si me enganchan... Va paso a paso mirando en todas las esquinas, no sea que al girar se encuentre de lleno con la puerta de un cole o una ambulancia le avise de que está a pocos metros de terreno peligroso.
El fumeta no lo ve claro. No sabe por dónde ir ni si hace bien en llevar el winston entre los dedos, así que titubea mientras mira de soslayo una cortina que, dos pisos más arriba en la finca de enfrente, se ha movido. Intuye una señora con los rulos puestos y al quite, teléfono en mano llamando a la guardia, oiga, que aquí hay un fumador y el cole de mis nietas está justo al lado.

El tipo sale corriendo sin desprenderse de su cigarro, y cuando pasa cerca de un bar hace el ademán de entrar allá donde siempre se ha encontrado seguro, pero un cartel lo frena mientras del fondo del local sale la voz de la ministrísima trepa Pajín diciendo aquello de "hay que denunciar".
Nuestro resignado fumador sigue en la huida y pasa por un quiosco de prensa en donde en portada de un periódico lee que el alcalde de Valladolid -erre que erre con la Pajín- acusa a la ministrísima de instigar a hacer lo que antaño hizo el nazismo con los judíos: denuncia y castigo. Con el cigarro en la boca, el colega hace una mueca de complacencia, pero no le da tiempo a más cuando ve a dos policías locales salir del coche patrulla porra en mano en busca del delincuente. Corre y cruza, sin querer, por delante de un hospital: entre los coches del párquing el agente de seguridad se abalanza sobre él pero sale ileso del envite y aún con el tabaco en la boca, mientras los locales siguen su estela como alma que lleva el diablo. Mientras tanto, en lo alto del centro de salud aterriza un helicóptero que trae a la Pajín y al Zapatero en visita oficial para ver cómo se desarrolla el tema después de las primeras horas de prohibición, y a todo esto nuestro amigo sigue esquivando a la ley con quiebros de rejoneador.

Zapatero y Pajín se asoman a la cornisa y siguen atentos la acción, se miran encantados y sonríen. De aquí a dos días no fuma ni dios, se dicen, y en esas estamos cuando del cielo se abre una nube, luego otra y luego más, y aparece San Pedro con un caliqueño entre los dientes en pos del placer. Oiga, señor presidente, ¿no cree usted que como broma ya es suficiente? Abajo, los policías se han parado ante la luz que emana del cielo, el perseguido fumador se detiene sofocado y presta atención a lo que acontece en las alturas. Y entonces, un avión del ejército para misiones especiales abate la nube del santo, que cae de bruces sobre la escalera que da acceso al centro sanitario, con el purito en la boca y firme como las esposas que dos afanados policías locales le ponen en las muñecas.
San Pedro pataela y menta a la divina providencia, mientras el presidente y la ministra se dan un abrazo alborozados. Ya te digo, Leire, que aquí en dos días no fuma ni dios. Legislar, brama el fumador perseguido que ya está acorralado, no es criminalizar. ¿O qué?.