23 noviembre 2012

Maratón de Valencia 2012: Es que fui feliz

Es que fui feliz. Es que lo pienso y lo repienso y, sí, lo fui. Es que da igual que te digan que vas a sufrir, y además, agonizar. Es que durante una maratón, eres feliz. Estás rodeado de miles de personas apasionadas como tú por esto del trote cochinero. Gente que lleva meses preparándose para retorcerse lo mínimo posible, pero adaptando precisamente su cuerpo a ese dolor. Sí, es que es dolor. Duele y mucho cuando es la cabeza la que manda y no el cuerpo. Si por él fuera, te pararías, te sentarías, pedirías una caña helada y dirías, ep, aquí una siesta. Pero es que no.


No, nunca quieres parar. Vas hecho unos zorros y no te responden ni los pelos, pero insistes en que hay que llegar. Hay un momento en el que olvidas las previsiones, las cábalas, y te centras en un objetivo. Acabar. Hasta pasar por el calvario, el cuerpo recibe muchos impactos. Los incesantes en el cuerpo por el golpeo en el asfalto vienen de serie y son los más dolorosos; pero los mejores, los que te llegan en forma de sensaciones, no tienen precio. Esos son impagables.

Tus padres en varios puntos del recorrido, animándote, dándote comida o bebida, lo que les pidas, sonriendo con aquellas sonrisas que nunca se olvidan, gesticulando, vamos hijo, qué bien, qué bien, sigue así, vas muy bien. Te echan una foto y tú sonríes, porque eres feliz.

Tus amigos dispersados en los 42,195km. Unos que van en bici, otros que están apostados en un punto concreto, los otros que corren contigo. Estaban ahí, algunos delante, otros detrás, y Samu y Javi conmigo. Los tres como un reloj, a cinco el kilómetro, concentrado Javi, calculador Samu, dicharachero yo. Tres amantes del deporte como los otros nueve mil. Y todos amigos.

Tu mujer en tu mente diciéndote aquello de tranquilo, que puedes, claro que puedes, ¿cómo no vas a poder? Y luego en presencia, en una acera la ves y la oyes, en otra la sientes, y luego se une a ti en los momentos de mayor dureza, cuando tan solo quedan tres o cuatro kilómetros, pero qué kilómetros, oiga, los más duros, los que pesan de verdad en las piernas. Y ella corriendo a tu lado, con la cámara haciendo un video, y animándote, vamos Rafa, vas bien, qué bien, siempre dijiste que no harías una maratón, y la vas a acabar, claro que la vas a acabar.

Y tú los quieres a todos. No hay un abrazo en el mundo más perfecto que este.

1 comentario:

José Vicente dijo...

"...los mejores (impactos), los que te llegan en forma de sensaciones, no tienen precio. Esos son impagables".

Chaval, llevas el gusanillo en vena. Esa es la magia de la maratón. Que acabas una y ya estás pensando en la próxima, por muy espatarrao que estés...

Bienvenido al club, enhorabuena por la hazaña y por un tiempazo que ya te digo que tiene mucho margen de mejora.