07 noviembre 2012

Gay nuestro que estás en los cielos...

Un gay es un ser humano normal. Un matrimonio con dos personas del mismo sexo es algo natural. Aunque les pese a algunos. Tiene que venir el Tribunal Constitucional para que parezca más normal aún de lo que es. Seguimos viviendo en una Edad Media social, y desregularizada, donde pasa lo que pasa porque pasa, pero no está bajo el amparo de la ley porque se tiene tanto que esconder que no se da el paso.



La Iglesia –la maldita Iglesia- se ha pasado siglos diciéndole a la gente lo que tiene que hacer, lo que está bien y lo que está mal, y no ha dejado que haya fluidez, que los hombres se toquen con otros hombres, que las mujeres lo hagan con ellas, o que todos se junten en una bacanal desenfrenada y llena de placeres que no encontrarán en el insulso cielo. Se sigue pensando que esto es demoníaco...

Acuso a la Iglesia Católica porque es la que, por desgracia, tiene que aguantar más de medio mundo, y el nuestro en particular en un país laico –me troncho-, pero podemos abrir el abanico de improperios al resto de religiones, que se ceban en discriminar y perseguir algo que nunca se entendió como natural. La religión es la mayor basura que se ha creado en el mundo, porque desde hace miles de años resulta que un gay es un enfermo, y pasan los siglos y los milenios y seguimos con las mismas.

 
Los homosexuales tienen un motivo para estar contentos con esto del TC, pero en realidad, insisto, seguimos siendo de la Edad Media. En el día a día, hacer el chiste fácil sobre el homosexual, si tiene o no pluma, si se le ve la flor desde Sebastopol y toda la chanza habitual, sigue sirviendo para los momentos de cachondeo. Soy el primero que se lanza al degüello de la broma vaya por esos lares o por otros (o nos reímos de nosotros mismos, o nos cortamos las venas), pero en el fondo, si estiras de la lengua, te encuentras con gente que sigue sin entender.

El tema más recurrente es el del gimnasio y sus duchas. Mil veces he oído a más de uno quejarse porque en la ducha hay un tío que les mira. Hace poco en Valencia, en los vestuarios de la piscina de Abastos, estábamos varios amigos con la minga al aire después de darnos una paliza a nadar, descojonándonos por quién sabe qué, y alguien se puso serio porque detectó que había hombres alrededor que nos miraban "de arriba a abajo". Sinceramente, es posible que sea porque en mi caso, sin gafas, no veo un pimiento y no detecto esas situaciones, pero tampoco veo el problema.


Pongamos, por ejemplo, que hombres y mujeres heterosexuales compartiéramos vestuario. Los hombres tendríamos el problema de que por tema de erección no podríamos controlar si nos gusta esa o la otra, pero en ellas no se notaría a simple vista, y digo yo que, por el detalle diferencial de la minga erecta, uno no se puede sentir violentado porque le miren o le dejen de mirar. Lo más que puede pasar es que haya un ataque directo. Si lo hay, y no te interesa, entonces pon los puntos sobre las íes y hasta aquí hemos llegado, y si el exceso de mirar es lo que te molesta, pues haz lo propio.

Digo yo que, con sinceridad, podemos darle vía libre a los sentidos o ir a las duchas pendientes de lo que hacen o no los demás. Yo voy muy relajado, y no pienso ni en pastillas de jabón en el suelo ni en mierdas similares. Porque, oye, no son enfermos ni maleantes, son mamíferos con las mismas ganas de amor que cualquier ser humano. Y el tronado que no lo vea, gracias al Constitucional se lo come con patatas.

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