09 marzo 2012

La cultura del esfuerzo

Este año más que nunca he tenido que echar mano de la experiencia. Decirle a mi cabeza que tuviera calma, que no desesperara y que pensara que los pasteles de chocolate, para que estén buenos de verdad, necesitan cuajar bien. El chocolate solo, así tirado por encima, se diluye sin más.

Hace poco más de un mes que he retomado la bici después del descanso invernal que en mi caso siempre es largo. En mis primeras salidas, el sufrimiento fue horrible. Más de un día llegaba sollozando, sin saber cómo reaccionar ante tanto dolor, sin poder poner remedio a tanta fuerza insulsa que brotaba de mis piernas. No eran ellas las que no iban, sino todo el cuerpo, que no respondía, que no reaccionaba, y lo que era mucho peor: no evolucionaba.

Pude hundirme y no lo hice. Pensé en que si no tuviera años de bici a mis espaldas, la hubiera devuelto al trastero y la hubiera abandonado. Pero tanta batalla en invierno con la misma historia me ha hecho aprender. Este año, sin embargo, he tenido que sacar a relucir todo el aprendizaje pasado, todo lo que he interiorizado, la cultura del esfuerzo, la certeza de que con el tiempo, llegan los resultados.

Pepa me decía últimamente que siempre que llegaba a casa de entrenar, aunque fuera solo una hora, aunque fuera testimonial, yo decía que estaba derrotado. Iba a la ducha cabizbajo, estiraba con desgana porque estaba enfadado con mi cuerpo, que no respondía al esfuerzo que yo le daba. Sin embargo, ya se ha reactivado, ya responde y ya se ha vuelto más amigo que enemigo.

Hoy lo he comprobado. Solo ante el viento, en el llano más absoluto, he probado mis fuerzas. Tengo ritmo, tengo cosas que pensaba haber perdido, y espero que sea el principio, porque este año me está costando mucho. Serán los años, será lo que será, pero he estado al borde de la incredulidad, de darlo por perdido, y hoy creo que cuatro días seguidos de bici (120+88+50+80) más el de mañana sábado (120), con todo el grandísimo esfuerzo que me ha supuesto, me van a permitir entrar de lleno en una temporada plagada de retos y, sobre todo, ilusiones.

Es posible, muy posible, que cada año sea menos fuerte físicamente, pero mentalmente mi cabeza se convierte en la experiencia que, al final, es el gran muro que crea para hacerme cabezota, insistente. Que nadie dude de que el premio siempre llega.

1 comentario:

Juanje dijo...

Por fin un artículo digno de este blog. Solemne. Grande. Hibernal o invernal.