22 diciembre 2011

¿Dónde está el Gordo?

Con el coche al ralentí, Manu, cámara de televisió, esperaba sentado en el asiento del conductor, una mano en el volante, otra en la pierna derecha preparada para la acción. A su derecha, María la de producción, móvil en mano, I-phone con gps, internet, satéltite, todo a punto. Detrás, Eva, maquillada, perfumada, peinada, cansada de buena mañana: la periodista. En la furgoneta de detrás, parabólica al techo, la unidad móvil con los técnicos. En la radio, el sorteo de la lotería de Navidad. Calma tensa.

A las 09.58 salta el Gordo: 58.268. Orejas tiesas. Al minuto, la radio cierra el cerco sobre el premio: Grañén, pueblo de Huesca, ladra el altavoz. María busca en internet, teclea y exclama: "¡Lo tengo!". El cámara embraga, pone primera y espera la orden. "Dirección Huesca", dice la productora. Manu hace chirriar las ruedas, y la furgoneta, detrás, les sigue sin ceder un metro. "A-23 y en Almudévar dirección Tardienta, Almuniente y Grañén. En una hora estamos allí", informa María.

En Grañén, el pueblo está revolucionado. Las calles están repletas de gente que deambula con cara de extrema ilusión. A quien no le ha tocado el gordo tiene un familiar cercano que lleva una participación. La periodista mira con atención y capta el ambiente, mientras el equipo técnico lo prepara todo. Manu tiene la cámara lista, esperando la señal de producción, mientras María le dice a Eva que el pelo, oye, te tapa la cara. Desde los estudios centrales reciben el grito de prevenidos, y allá que se lanzan en tensión a sus puestos. Micro en mano, Eva cambia el rostro impasible por una sonrisa de oreja a oreja, y María caza a Antonio, el de la charcutería, que tiene un décimo en la mano y no para de llorar. Son 400.000 euros que pasea como si nada por la calle.

El pinganillo de Eva es una jaula de grillos y ella intenta ordenar sus ideas. Suena el grito de "¡dentro!" y la sonrisa preciosa se torna en discurso alborotado. María intenta controlar a los emocionados agraciados, familiares y amigos que se agolpan detrás de la periodista y Antonio, que entra en plano con el décimo, los ojos rojos y una sonrisa que no puede evitar. Por detrás, saltos, confeti y champán, y mientras María gesticula pidiendo calma ante la acción, tres botellas hacen plof y Eva acaba bañada en oro, con Antonio abrazándola, María desesperada y el cámara gravando sin parar, mientras en los estudios centrales la presentadora de turno, impoluta, asume la situación con gracia. Eva despide, pone el grito en boca de Antonio que gime algo, y dan paso a la publicidad.

Empapada y pegajosa por el champán que le ha llovido, Eva ya no sonríe. María intenta poner calma y todos vuelven a la furgoneta y al coche. Unas señoras se acercan a la periodista para disculparse y limpiarla, y el estropicio se arregla más mal que bien, pero Eva estará lista para las siguientes conexiones, casi idénticas en locura.

A las seis de la tarde, sin haber comido más que un bocata de jamón que les ha hecho Pepe el del bar -"invita la casa", dijo-, recogen cables, cámara y equipo, bajan la parabólica y suben a los vehículos. El pueblo parece recuperar la calma. En el asiento de atrás, Eva explota a llorar, María delante la mira por el espejo del copiloto, mientras Manu, callado, agacha la cabeza y se enciende un cigarrillo. Arranca, salen de Grañén y María pone la radio: "Esta mañana, al mismo tiempo que se celebraba el sorteo de Navidad", dice la locutora, "los nuevos ministros han jurado su cargo en el Palacio de la Zarzuela". Algo parece que ha cambiado, pero María, Eva y Manu comparten sensación: todo sigue igual.

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