08 noviembre 2011

Marcado por la policía

Llevo una buena racha. Extraña, a su vez. Hace unas semanas en Valencia, yendo con un amigo conduciendo yo mi lata azul de histórico rendimiento dirección a la Ciudad de las Ciencias, un control de la Policía Nacional de estos de escopeta de doble cañón, gorra calada, miradas duras y preguntas del tipo "¿tiene usted alguna cosa que le comprometa?" me puso de los nervios.

"Documentación de los dos ocupantes y del vehículo, por favor, apague el motor y deme la llave, pero no salgan del coche hasta que se lo diga". Con este panorama y con una pierna temblando y la otra en ello, le dimos nuestros respectivos carnets, el permiso de circulación y para de contar. Aquel desapareció con todo, se lo dio a un compañero de la furgoneta, volvió y nos hizo salir del coche. "Vacíen todo lo que lleven en los bolsillos y déjenlo sobre el capó, y no utilicen los móviles". Hicimos lo dicho, nos preguntó aquello de si había algo que nos comprometiera y, después de enviarnos a la acera con el compañero serio del escopetón intimidatorio, se dispuso a registrar el coche por dentro, mientras mi amigo y yo comentábamos la jugada en la banda con el juez de línea al quite, dedo en el gatillo.

Encontró, de compromiso, papeles, pañuelos de papel (algunos usados), una guía de carreteras, un chaleco reflectante, cds de música, llaves, un móvil viejo que no funciona, folletos del Museo Dalí de Figueres y telas para envolver la bici cuando la meto en el maletero. Entre todo, se topó con la Bolsa del Corredor de mi amigo y mía, pues veníamos de recoger el dorsal del Medio Maratón que teníamos al día siguiente, y entonces el tío se ablandó, dio el control por acabado, nos devolvió la documentación y adiós muy buenas.

Pero anoche, otro. Volvíamos la Pepa y yo de cenar con unos amigos en Andorra la Vella, y una pareja de la policía nacional andorrana nos dio el alto. El tipo nos habló en francés de inicio, se pasó por el castellano al ver que no le entendíamos y acabamos todos en el catalán del país. Todo pareció ir bien hasta que se empezó a complicar cuando preguntó: "¿Usted cree que daría positivo si le hacemos el control de alcoholemia". "No", contesté. "¿De dónde viene?", contestó el poli; "¿cómo que de dónde vengo?", pregunté desconcertado, ¿me estaba cuestionando por mis orígenes, acaso ciudad natal o familia, o era una simple pregunta de dónde venía en aquel preciso instante?. "¿De dónde vengo ahora mismo quiere decir?". "Sí", me aclaró. "Entonces de cenar", dije siendo como eran las dos de la madrugada. Entonces vino la tontería del momento, cuando ya sabiendo que venía de un ágape, insistió: "¿Y ha bebido algo?". Y como a mí estas cosas me ponen especialmente nervioso, mi cerebro se quedó en blanco y de mi boca salió un incómodo "pues no me acuerdo".

Ante esta indecisión, el hombre tenía en bandeja la obligación de darle a la máquina y, majo, sopla por aquí. "¿Lo ha hecho alguna vez?", preguntó. "Sí", contesté sin pensar si mi respuesta era cierta o no. "Muy bien", dijo, "0,0. Pueden continuar en cuanto yo les marque la maniobra. Buenas noches". Un gracias, buenas noches, marcha atrás, maniobra y a casa a dormir entre risas nerviosas. Pero ya van dos en menos de un mes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Son la ostia! En lugar de tranmitir seguridad para uno lo que hacen es transmitir una prepotencia que hace que te sientas culpable por respirar.
Por cierto, la próxima vez que te paren que sepas que no tienen derecho a registrar tu coche si tu no estás delante para ver donde meten la zarpa y tampoco podrían llevarse tu carnet por ahí sin saber que cojones van a hacer con el. Un saludo.