21 agosto 2010

Sin querer, pero lo he vuelto a hacer

Sin querer, pero lo he vuelto a hacer. Hacía tiempo que no me pasaba, pero de nuevo ha ocurrido. Me he pasado de la ralla. Por cabezón, por animal. Porque no estoy bien de la cabeza.

El martes subí el puerto de Pal con la bici y desde allí algunos compañeros andorranos con los que iba me indicaron lo que se veía enfrente, a lo lejos. Un espectáculo. De derecha a izquierda: El Pic del Carroi, Beixalís, el Coll d'Ordino un poco más allá, el otro valle intuido detrás... Entre la frondosidad de los bosques se apreciaban caminos, y vi uno que cortaba la carretera del puerto de Beixalís hacia la izquierda, dirección el Coll d'Ordino. ¿Hay una pista que los une?, pregunté. La respuesta, como siempre, un tanto confusa: ni sí ni no, tal vez un puede.

Hablé con mi compañero David del tema y de su respuesta también interpreté que, efectivamente, debía de haber un camino. Quedamos para hacerlo juntos el viernes con las bicis de montaña, para ir por aquella pista que se intuía. Al final David no vino, y yo, que estaba allí compuesto y sin novia, me dije, chico, tira para allá a ver qué te encuentras. Primer error.

Fui por la carretera de Escaldes a Anyós y allí empecé a subir el puerto de Beixalís (1.795 metros de altitud). Casi 9km de cadencia con el tractor, a 140 pulsaciones muy tranquilo y muy a gusto, extremadamente a gusto entre una soledad increíble y un silencio espectacular, pedaleando por una carretera ancha y perfecta envuelta por un bosque a ambos lados, con un fuerte olor a pino y a tramos con el fresco que salía de entre los árboles.

A tres kilómetros de la cima -tal vez dos- vi un camino a la izquierda: demasiado llano, demasiado impecable, demasiado para ser el camino que yo pensaba. Lo deseché. Segundo error. Entonces me dije que, bueno, podía coronar el puerto -era la primera vez que lo subía por esa cara y siempre en el estreno me gusta no poner el pie a tierra a mitad de subida, cosas mías...- e intentar coronar el Bony de les Neres (2.200 metros) por pista o senda o lo que hubiera que conectara con aquello. El desnivel entre Beixalís i les Neres no era superior a los 400 metros, con lo cual era superable, pensé. Tercer error.

Y superable era, pero a base de sudar y sufrir. El primer tramo por senda me obligó a hacerlo a pie arrastrando la bici. En cuanto rebajó la pendiente, me subí de nuevo a la bici, pero el camino era angosto y difícil, lleno de raíces y piedras grandes y sueltas que hacían de escalones. Iba alternando zonas de pedaleo con zonas a pie, con dificultades pero nada que no me esperara ni que me incomodara en exceso. Conozco el Bony de les Neres porque hace dos años lo subí, aunque por la otra cara, andando desde Encamp en un día espectacular que plasmé aquí (http://rafabatallitas.blogspot.com/2008/10/blog-post.html), y el conocimiento me dijo que la subida sería siempre entre bosque, que tendría algún tramo duro, pero que nunca me encontraría lo que aquí se conoce como una 'tartera', es decir, una subida por grandes piedras sueltas producto de pequeños desprendimientos y propio de la alta montaña.

Tartera no hubo, pero sí una enorme pendiente con tierra, ramas rotas en el suelo y piedrecillas sueltas. Un infierno de subida que me costó lo que no está escrito. Sufrí muchísimo porque además estaba tremendamente agobiado por el calor y las centenares de moscas que atraía. No me dejaban respirar, se me metían en la boca, en los oídos, entre las gafas, las veía en las sombras que mi cuerpo dejaba en el suelo. Sudaba y sudaba y me quedaba poca agua que iba administrando, y menos mal que el hecho de conocer el medio me hizo pensar que no estaba muy lejos de la cima.

El Bony de les Neres y su fealdad (hay unas antenas entre el bosque, nada más) apareció de repente en mis narices. Ya estaba arriba. Sin embargo, poco antes estaba sentado en el suelo, jadeando como un perro después de tirar la bici por la desesperación, la cual se arrastró algunos metros hacia abajo. Las manos en el suelo, la mirada perdida, el cuerpo agarrotado, las gotas de sudor colándose en los ojos... Cuando bajé aquellos pocos metros a recoger la bici, me noté descoordinado, falto del sentido del espacio y algo mareado. Era el calor, tal vez el hambre, tal vez la sed, pero seguramente era el cansancio. La naturaleza jugaba conmigo, o era solo aquella montaña, que nunca debió de ver un ciclista por allí luchando contra ella y por eso se rebelaba.

La rebelión, pese a todo, fue mía. Por cabezón, por animal y porque no estoy bien de la cabeza. Lo sé. Gané pagando un buen precio, tal vez el cánon que marca la ley, que en este caso fueron minutos de flojera intensa y desesperación, de incertidumbre y de tensión por aquella sensación de falta de equilibrio en mis movimientos.

Pero todo esto es como es. En la cima le eché la foto a las antenas malditas, me puse el paravientos y descendí hasta el Coll d'Ordino (1.980 metros) por una pista que conozco bien, y de allí a casa por carretera. Como si nada de todo esto hubiera pasado. Y hoy, mira si soy tonto, lo cuento aquí pensando que, en realidad, estuvo muy bien, y recuerdo, además, que en la cima de Beixalís, antes de iniciar el infierno del Bony de les Neres, vi un cartel que, en contra dirección al camino que cogí, decía: Coll de Jou. Y la pista parecía maja. ¿Nuevo error?

(Fotos pondré otro día, en cuanto encuentre el cable que a saber por dónde anda)

2 comentarios:

David dijo...

Pues por lo que cuentas, como para haberte dado un soponcio enmedio la montaña neng!

Ves al tanto porque en bici de montaña siempre pasamos por sitios poco "habitados".

Aunque es cierto que a veces cometemos locuras. Me alegro de que haya acabado bien.

Salut!

El Tito de S. dijo...

Quizá te hayan puesto falta en la carrera cicloturista de Pedro Delgado que se realizó el domingo pasado, ayer. No sé si preguntaron por ti, ¡como yo no estuve...! Un besazo, campeón.