17 marzo 2011

¿Qué piensa la rueda de delante de Raúl?

Hemos aumentado el ritmo y ya se han quedado todos. Sólo estamos Raúl y yo. Unos kilómetros antes ha habido el ataque de siempre, en la curva de siempre, después del movimiento de siempre -plato, balanceo, apretar los dientes y que se mueva el manzano: todos en fila india-, y poco después Raúl ha contestado con un demarraje al que era imposible que respondiera porque mi corazón ya iba a 178 pulsaciones y pedía tiempo. Ángel y Miguel me han pasado y Raúl ha mirado para atrás. Con el viento soplando endiabladamente en contra, se ha visto al borde del suicidio, organizados como estábamos y a 12 kilómetros de la cima del Pico del Águila. Se ha dejado coger y entonces he vuelto a soltar un latigazo, pequeño, doloroso para mí, pero efectivo. Ahora sí, Ángel y Miguel han cedido, y Raúl y yo ya estábamos solos.
El viento no era así, pero cuela.

He intentado soltarlo de mil maneras. Un ataque fuerte que me ha hecho más daño a mí que a él; un ataque sostenido que no ha dado resultado; un ataque corto en plena curva dura para ver cómo reaccionaba; un ataque en cada uno de los descansos donde podía poner el plato grande... Nada. Imposible. En todos, su rueda de delante seguía impertérrita.

Una imagen para ilustrar

Miraba hacia atrás en las curvas e intuía su chaleco amarillo justo detrás. Ojeaba por debajo de mis piernas mientras balanceaba para sortear el viento que se me ponía delante como una pared, y veía su rueda. Su rueda... No podía abrir ni un hueco de medio metro, no le veía la cara, no sabía cómo iba, sólo tenía dos datos: sus soplidos y su rueda.

Los soplidos me aportaban tanta información a mí como los míos a él. Es decir, íbamos al límite. Nada más. Su rueda me decía que tenía fuerza. Al pasar Gátova, en las rampas duras, he pensado en lanzar el último cartucho, a 3 kilómetros de la cima. Ha sido un ataque de poca monta, y ni siquiera se ha movido. Seguía firme a menos de un palmo de mí. Su rueda delantera acuchillando la mía trasera. Agarrapateado. Por un momento he pensado que me atacaría. Finalmente, para mi sorpresa, después de las rampas duras he vuelto a balancear, más para no perder el ritmo contra el viento que para atacar, y entre mis piernas he visto que su rueda de delante se separaba. Ha sido un segundo, menos, pero lo suficiente para sentarme, girarme y verle la cara, ahora sí, y oírlo. "Voy fundido".

Ya era mío. Ha caído por insistencia, por acoso y derribo. Qué gran rival, cuánto me hace sufrir y cuánto aprendo con él. Raúl López Grueso, gracias por ser hoy mi garrapata. Tu rueda decía muchas cosas.

3 comentarios:

Angel Puente dijo...

Eso de que Raúl sea tu "garrapata"..... suena un poquito raro ¿no? Si quieres Miguel y yo, la próxima vez, nos retiramos más pronto y os dejamos...... digamos "intimando" jajjajajaj Muy pero que muy GRANDE RAFA

Rafa dijo...

Jajajaja. Raúl hoy ha sido garrapata, pero espera a que venga Oscar y verás, que ese tiene un Master en pegarse a rueda y no soltarte.
Es todo amor... jajajaja

Raul dijo...

Eso de Oscar ya se verá... yo tengo que ir recortando 1h y pico de un tal Ironman... (el resto caera en Lanzarote´2012) y a otra "garrapata" 18 segundos de un tal DuCross (+ 30seg de un Pico reciente + 2min de una mixta en sept´10)... ayyyy q ganicas tengo... jajajjajajajajjja.
Que grande es el ciclismo!!! Asi da gusto!