19 abril 2008

Tarde pero eterno, llega el abrazo

Han pasado dos semanas desde aquel sincero sí quiero. Quince días y sigo unido a todo aquello. El fin de semana segoviano acabó siendo un proceso de acercamiento que espero se vea completado en el futuro. Un acercamiento a Marco al que tuvimos ensimismado con los acontecimientos, alejado tal vez por el trajín y el polvorín en el que estaba inmerso junto a Bea. Normal. Tan normal como el “¡toma!” que dirigió ella al público asistente cuando él dio el sí. Son días en que pasan muchas cosas y muy rápido, en que ves centenares de caras a las que a toda velocidad les pones nombres y un recuerdo, pero a las que ves desaparecer entre la multitud de nuevo, para ver otro rostro conocido, otra sonrisa que te recuerda esto y aquello, e inicias el proceso de nuevo sin detenerte. Veloz felicidad, efímera ella.

También nos acercamos a Víctor, amable y atento, mostrando deseos que a mí personalmente me hicieron feliz. Asumió el reto pirenaico, con lo que sea, con botas o sin botas, con pantalones especiales o sin ellos. “Si hay que subir se sube”. Me gusta. "Dani irá con todo el equipaje, especializado todo, yo con las botas echo para arriba y hasta la cima", dijo la noche de antes de la boda. Y Dani. Dani recogió el guante como lo hizo su hermano, sin alardes ni florituras, asegurando que en cuanto haya unos días, ahí (aquí) estará.

Además estuvimos con Manuel, Manu o el fotero de tres al cuarto. Posturita va posturita viene para buscar el encuadre y la luz, el foco y el filtro, el tal y pascual. Las fotos, a la postre, perfectas. Como debe ser. Y el que suspendió en toda esta asignatura fui realmente yo, y no apruebo ni siquiera hoy, escribiendo como estoy la crónica quince días después. Plumilla de media tinta. Como siempre me ha dicho mi padre, siempre a lo justo, a la rayita, apurando más que McEnroe.

Y luego mis tíos. Grandes. El abrazo (fenomenal) de Manolo y Javi, los rostros encarnados y las lágrimas desbordadas, con el hijo y el sobrino de punta en blanco abrazado a su (ya) mujer y a su sonrisa. Y mi madre al fondo observando, lágrima contenida -el rímel, mamá, el rímel-. Lágrimas y cariño sin control, sentimientos de segovianos duros (o rudos), de carácter que sale sin querer en momentos en que se recuerdan cosas, se mira al pasado, a lo que se ha sido y a lo que se es, a todo lo que nos ha conducido hasta aquí. Los bisabuelos, los abuelos, los padres, los tíos, los primos, los hermanos, la mujer y el marido, y somos lo que somos como hasta aquí hemos llegado. Ni dios mediante ni dios ausente, la vida en sí que nos transforma –“La vida no se acaba, se transforma”, reza en un conocido campo santo valenciano-. Y la transformación es el resultado de todo esto, del amor y del cariño, de los vínculos, de la paz interior que se siente cuando uno se acerca a un padre o a una madre, a un primo, a un tío, a un hermano o a quien sea que le hace feliz, y le da un abrazo que lo envuelve y lo aprieta y lo nota. Con lo, que no le.

Tardío el abrazo, quince días, pero eterno.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

El ser mediterraneos tiene como señal de identidad el poder decir lo que sentimos TOCÁNDONOS sin por eso invadir el espacio del OTRO.
Siempre que nos reunimos , sea por una pérdida o por una ganancia hemos de decir y hacer.Las reuniones de este tipo, además de ser una norma de buena educación, resperto y reconocimiento,son ocasiones de encuentro y de ABRAZOS.
Yo siempre me he alegrado de pertenecer a la cultura MEDITERRANEA,
Recuerdos a los ausentes y presentes.Petry

Anónimo dijo...

Repasando las fotos de mi boda apareció el abuelo en una de ellas. Cerré los ojos, me abracé al aire y reviví nuestro último baile en el salón de casa, abuelo y nieta, amor puro y sincero. Era tan "abrazable", tan redondito él y olía siempre tan bien...
Un besito. María.

Anónimo dijo...

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No importa que mi comentario no tuviera nada que ver, ya que ni yo me casaba ni estaba el abuelo en la boda. Pero bueno, una foto de mi boda me recordó a él y todos les recordamos (a los cuatro abuelos) aquella tarde de sábado en Segovia.
Hoy hace cuatro años que me casé con una persona maravillosa y casi tres semanas que Marco hizo lo mismo con una mujer estupenda. No hay nada en el mundo como querer y sentirse querido; en todas sus formas infinitas, desde el amor por una planta hasta el que te da tu madre. Todos somos seres vivos y todos nos merecemos cuidados (y si no que se lo digan al sinvergüenza de Don Buster).
Te quiero primo y os deseo todo lo mejor. María.

Anónimo dijo...

Gracias por tu abrazo, eterno en cualquier situación. Lucía