13 octubre 2012

Amar el ciclismo en tiempos revueltos

No amo el ciclismo porque Lance Armstrong demostrara ser un superhéroe, o porque Miguel Indurain nos hiciera soñar que los españolitos de a pie podemos aspirar a todo, o porque Perico Delgado fuera el más grande showman sobre una bicicleta, o porque Marco Pantani subiera los puertos cogido del manillar de abajo como si tal cosa. No. Amo el ciclismo porque con él he conocido personas, muchas personas, y lugares, muchos lugares.

Foto: Àlex Lara

El ciclismo es un deporte maravilloso que te lleva donde manden tus piernas y tu cabeza. Tú dices allá, y vas, y llegas, y entonces eres feliz. Tú dices con aquel, y vas, y hablas, y entonces entablas amistad. Eso es el ciclismo.

Todo la basura que engloba al ciclismo profesional en la época que nos viene, fundamentalmente, desde 1998 y el caso Festina, no es más que un compendio de capítulos de una batalla perdida. Nadie puede negar que no crea que, mucho antes de ese año, el pelotón estaba igualmente sucio, pero eso hay que demostrarlo. No podemos aspirar a pensar que el ciclismo actual, manchado en pequeñas dosis pasajeras, brille con gente sana (y legal), pero podemos aburrirnos con la desgracia de un espectáculo podrido, o pensar que una cosa es el show, y otra la realidad.


Foto: Àlex Lara

Y la realidad, para los que amamos el ciclismo –no es término baladí, sino puro, el del amor en este caso- es que seguiremos pensando que es el mejor deporte del mundo. Porque por mucho que haya desgraciados que nos hacen olvidar todas aquellas tardes de gloria, rabia y pena delante del televisor o en la misma cuneta animando como unos posesos, los que apreciamos eso de subir un puerto agonizando lo seguiremos haciendo porque simplemente creemos que somos unos privilegiados por poder escalar montañas, admirar ciertas vistas, enfilar descensos y almorzar con los amigos contando la batalla. Eso y mucho más es el ciclismo.

Así es que, amigos, nos podremos llevar las manos a la cabeza porque Pantani perdió el juicio, porque el mito de Armstrong se tambalee, o porque algunos de los que siguen pareciendo intocables aparezcan dentro de unos años con sus nombres en unos informes que publica fulanito de tal echando leña al fuego. Este deporte, sea o no con dopaje, estará lleno de monstruos como Merckx, Poulidor, Hinault, Coppi, Bartali, Bobet, Fignon, Berrendero, Bahamontes, Ocaña, Gorospe, Lejarreta, Rominger, Armstrong, Perico, Indurain, Jaskula, Ullrich, Pantani, Virenque, Riis, Contador y compañía.


Foto: Àlex Lara

Al final, lo que estaremos abocados a hacer, es ver cada carrera pensando: “Sí, tal vez este que ha ganado vaya hasta las patas, quién sabe, pero ojito al espectáculo que ha dado”. Sería, cierto es, una resignación muy dura, pero pasan los años y decepción tras decepción, no sé si al final la solución pasa por echar pelillos a la mar, ver lo que pasa por la tele, apagarla, y tras un etapón irte con tu tropa a darte candela sobre tu bici, a ver quién llega el último a la cima sabiendo que el gran dopaje que nos acompaña es el del bocadillo de lomo con queso y Coca-Cola de litro en el bar del pueblo más recóndito: nuestro ciclismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si señor. ESE ES NUESTRO CICLISMO.
GRANDE RAFA !

PAU PIERA