12 diciembre 2007

Donde arrancó todo



Con este viaje (Pirineo aragonés, 2004; Alta, María, Ricky, Isa, César, Pepa y yo) empezó todo.


Aún se ven las estrellas. Ahí, cerca. Y bajo este cielo raso, bello, precioso, las montañas asoman como olas que quisieran engullirnos. Pero son firmes, poderosas y seguras. Llevan siglos, milenios, millones de años ahí, y tal vez en eso esté su encanto. Hoy es la última noche. Se acaba, porque ya se aprecia esa luz que anuncia el día. Desvelado –tal vez por eso, porque es la última noche-, analizo estos días, tres, cuatro, nada más.
Me asalta a la cabeza, sobre todo, una palabra: superación. De todos los momentos en los que esa palabra ha podido surgir en el ambiente, Ricki es sin duda el que más la ha hecho suya. Lucha. Su lucha y la de todos. Recuerdo su batalla contra la montaña en dos aspectos. El primero, contra esas rampas infernales que le llevaron a hacer 60 kilómetros en bicicleta de descenso rápido, de pistas forestales y ermitas de Iguácel, sin olvidar la lucha contra sus fuerzas, su bici, las cuestas y los últimos kilómetros de vuelta al camping.
Eso uno. Por otro lado, se peleó con la montaña como una de esas vacas “sagradas” que nos dio una lección de cómo subir laderas imposibles. A la vista del Anayet, se encaramó a la cima del Vértice, y pudo con él. Hizo lo mismo con el propio pico, pero éste fue quien ganó. Lo intentó y buscó cómo hacerlo, pero, Ricki, a veces, llega un momento en que es mejor decir basta.
Eso fue Ricki. El mismo que al día siguiente subió con su primo Fernando a 3.086 metros, satisfecho. Y cansado.
Pero en toda esta historia hay que nombrar a todos. A la lucha de Alta con esa pendiente peligrosa que nos llevaba a la cima. Al combate librado por Isa, María y Josefa con la montaña y sus zigzagueantes pendientes que no eran más que el peaje que había que pagar por ver el espectáculo de los ibones y los picos, ahí arriba, espectaculares, esperando. Esa batalla particular de César contra su propio cuerpo, contra esa rodilla maldita que hace sufrir. Y yo mismo, con la pelea eterna que le planteo siempre que puedo a mi cuerpo, diciéndole que por qué no, que adelante, que esas rampas se pueden subir. Solo hay que saber administrar.
Todo, junto, me hace pensar –y escribir- que hemos pasado unos buenos días. Días en los que, además, nos hemos dado cuenta de muchas otras cosas que nos da este mundo y de las muchas otras cosas que todos y cada uno de nosotros podemos hacer.
La vida nos da y nos quita, y si hay momentos en los que uno cree que quita más que da, solo tienes que pensar en situaciones como estas, en las que la vida te llena de orgullo, satisfacción, esfuerzo y alegría. Y todo, en su conjunto, es lucha, superación y, en definitiva, disfrute de lo que la vida, en sí, te da.
Mientras se empiezan a iluminar los picos más altos, pienso que vale la pena (vivir). En este rato, han desaparecido las estrellas, pero yo sé que están ahí. Nos esperan y nos acompañan, como ese sol que empieza a bañar los picos más altos. Disculpadme, pero eso tengo que verlo.

Canfranc Estación, 15-8-04 (sin hora y sin reloj)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Rafa, a ver si me pasas por email la foto de la cima del vertice de anayet con el corzo de fondo...
¡¡¡mola mil!!!