Chema Martínez, al que no hace falta que presente, lleva cara de pocos amigos. Está sufriendo porque lo están llevando por el camino de la amargura. Los keniatas, a su lado, miran al suelo o miran al cielo o no miran, pero el caso es que están ahí como quien pasea por la calle Colón, por la Gran Vía o por cualquier lado, ajenos a que sus músculos están reventando, literalmente, a un tipo que se ha colgado un par de medallas en unos Europeos de atletismo. La foto, maravillosa, la he robado de la web de Superdeporte, y es de mi excompañero Paco Calabuig.
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