La pelota vuela sobre el césped del estadio. Esa especie de balón de playa con nombre de tribu zigzaguea mientras hace un doble movimiento de rotación y traslación con una parábola de fuera hacia dentro. Los defensas esperan a que llegue mientras controlan a sus rivales. De repente, desde el semicírculo del área aparece un toro desbocado, corre y corre, salta más allá de los cielos; en el córner, Xavi mira y analiza su centro mientras lo ve llegar; en la banda, el banquillo se levanta porque intuye lo que viene; bajo los palos, el portero Neuer empieza a rezar porque aquel parece Rambo; en el punto de penalty, el defensa Khedira se aferra a Piqué, el más alto de los bajitos españoles; es el momento en el que la 'torre' roja va a rematar, pero el toro que vino desde el semicírculo, que llegó desde la Pobla de Segur y que tiene más sangre que nadie, está en el aire para darle la vuelta a la historia. Deja sin remate a Piqué, deja sin respuesta a la defensa alemana, y deja sin aliento a la afición. Mientras ese toro cae al suelo, la pelota ya ha entrado, Neuer se ha estirado pero no ha llegado, el banquillo ha estallado, la grada se ha vuelto loca, y mi garganta pide con urgencia una tregua después de 73 minutos de infarto.
Entonces, estamos en la final de un Mundial, y el niño que fui y que vio aquella nariz rota de Luis Enrique, hace 16 años, sonríe incrédulo. Necesito verlo otra vez. Son las 3.30 de la madrugada, y aún sigo volando junto a Puyol por aquel área rodeada de fornidos alemanes y unos locos bajitos que juegan al fútbol como nunca nadie hubiera soñado, aunque lo hagamos.
2 comentarios:
Ayer sí que lo merecieron y lo consiguieron. Sin ser espectacular -como me pareció el Alemania vs Inglaterra- fue un partido brillante, buen fútbol en estado puro. Sí señor.
estoy sin garganta y sin aliento...esto es medio sueño hecho realidad; falta el otro medio, ganar la final
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