10 septiembre 2011

Vídeo Veleta

Aquí dejo el vídeo que ha editado Javi Bellvís de la subida que hicimos al Veleta este verano. Bueno, de la subida y de la bajada.

Untitled from Javi on Vimeo.

07 septiembre 2011

Imágenes de Skopje

En el zoco, parada mochilera.

Todo el mundo busca su luz, ortodoxos, católicos, musulmanes...

Iglesia ortodoxa.

Trabajando en la habitación del hotel.

Pagando unos pimientos verdes amarillos. 61 dinars, un euro. Fajo de billetes.

Los techos del zoco. Un clásico de caos.

Conversación en la puerta de una mezquita.

06 septiembre 2011

Dos ciudades en una

Tal vez haya más, pero se diferencian dos ciudades dentro de Skopje, separadas por el río Vardar. Al norte, el barrio turco, plagado de mezquitas, algunas grandes y otras modestas, pero todas antiguas, de los siglos XV y posteriores. Calles estrechas, sucias, enbarradas a tramos, olores intensos, mercadillos ambulantes y el zoco, con fruta, ropa, utensilios del día a día, mochilas, calzado, de todo. Dentro de aquel laberinto, otro mundo, estrecho y cercano, de precios populares, colores y sensaciones, lleno de gente que va y viene.
Al salir del meollo, más agua en el suelo, encharcada, motos destartaladas, barro, viejas barbas, musulmanes, gitanos, pañuelos que cubren cabezas, miradas duras, tez oscura y sandalias. Callejones sobre los que cae el sol abrasador, fuentes donde la gente se para a refrescarse, limpiarse la cara, los pies, las piernas, el cuello. En los patios de las mezquitas, a las 13.00 se agolpan decenas de fieles bajo la llamada del minarete, y allá se descalzan y vuelven a lavarse como manda el ritual. Sonrisas, conversaciones animadas, corrillos de amigos que entran en la mezquita en silencio.
Al sur del río Vardar, otro mundo. Calles asfaltadas y algo más limpias, aunque con peros, amplias, de tres carriles, avenidas con tráfico controlado, tiendas, comercios, marcas internacionales. Una escultura al consumismo, a las compras y a la mujer moderna y hermosa que se pasea con su bolso y su compra en una tienda de última moda. La gente le hace fotos y yo la reproduzco con pesar, porque diferencia el mundo occidental, capitalista y enfermo de belleza y poder. El culto al dinero. Entre los centros comerciales, gente ataviada con ropas modernas, de ciudad centroeuropea, aséptico todo, con pretensión de limpieza, sin grandes olores, sin nada característico de algo diferente, nada que nos sea desconocido.

Un ejemplo, los coches: en la parte musulmana, antiguos modelos de Ford, Seat, Daewoo, Fiat, Lada, Mercedes, Volkswagen y ¿Yuko?. En la parte ortodoxa, al sur, nuevos modelos de todas ellas, todoterrenos, Mitsubishi, BMW, Jaguar, Mercedes y los utilitarios europeos de las marcas tradicionales.

05 septiembre 2011

Skopje en detalles

Al bajar del avión, una bofetada de calor, un aeropuerto pequeño, montañas altas al fondo, lejanas, todo alrededor de colores amarillentos, marrones, poco verde. Un paisaje castellanomanchego, paja, montes pelados, pólvora pura para incendios. Es el aeropuerto de Skopje, en Macedonia, y sus alrededores.

La comitiva que lleva a la selección andorrana de fútbol hacia el hotel transcurre con coche de policía abriendo paso, vía libre, autopista de rectas interminables, señales de fondo verde, diferentes precios de peaje si es en moto, en coche, en caravana, camión o camioneta. A los lados, pequeñas viviendas, casas unifamiliares de tejados rojizos, de dos aguas con frontal. Del centro de un pueblo se anuncia un minarete y un poco más cerca, un campanario ortodoxo. Mezcla de culturas.

Nos cruzamos con autobuses desvencijados, opacos de polvo sus cristales, miradas vacías por el día a día, antiguos trolebuses reciclados, combinación de vehículos antiguos con modernos de dinero, ciclistas urbanos en monturas viejas, motoristas sin casco por doquier. El río Vardar y sus puentes, reformas por todos lados.

El cauce en ciernes, canalizando el caudal, ancho y herrmoso, pero en obras sus riberas, en construcción de paseos, jardines, carriles bicis y de peatones. Todo en proceso. Llegamos al hotel, comemos, descansamos y vamos al entrenamiento previo al partido del día siguiente: Macedonia-Andorra.

Camino al estadio, el Filip II, reformado varias veces, reinaugurado en el 2009, pasamos bares con nombres que se pueden leer, en castellano: “Plaza de Toros”, “La calle del medio”. Banderas de Cuba y del Ché en un ambiente de pretensión occidental. Algunas cosas chirrían, porque el ambiente latino no es esto ni se le parece.

Caminando en paralelo al río Vardar, superamos socabones, parejas que se besan, patinadores, ciclistas de paseo, contenedores de obra, obras, más obras, edificios en esqueleto, polvo en el suelo, de repente una plaza inmensa, la Plaza Central, estatuas de héroes nacionales, entre ellas la de Alejandro Magno que ha formado una gran polémica con Grecia (22 metros de altura, 40 toneladas, unos 9 millones de euros), al fondo una montaña con una cruz tan grande como la fatídica del Valle de los Caídos, pero en la historia macedonia llamada la Cruz del Milenio, allá lejos, muy alta, allá arriba y al fondo, en la montaña que asoma por detrás de algunos edificios, viejos todos, en la penumbra.

Macedonia, oficialmente exigido Antigua República Yugoslava de Macedonia por los griegos porque ellos ya tienen su provincia de Macedonia. Nombre provisional que ya lleva casi 20 años en el mundo, y sumando.

Llegamos al entrenamiento y el calor de la noche es sofocante. A pocos metros del Vardar, los mosquitos y palomillas se multiplican por miles en los focos del estadio, mientras los jugadores entrenan, reciben órdenes, se exigen y se mentalizan para el día siguiente.

Volvemos al hotel, con fotos e ideas, declaraciones y detalles en la memoria. Entonces escribimos, nos concentramos, elegimos la imagen buena y enviamos, vía internet, 12 euros el día, ladrones de guante blanco.

Llega la llamada, el mensaje o el correo electrónico con el OK desde la redacción, y entonces cerramos ordenadores, charlamos, nos reímos, rememoramos, descansamos. Ducha, cena, cerveza, conversación y sueño.

03 septiembre 2011

Ellas cada vez son más

Este verano me he llevado una grata sorpresa al ver que cada vez hay más mujeres practicando deporte. Acostumbrado a rodar por las carreteras y a cruzarme, adelantar o ser adelantado por hombres, en estos últimos meses he visto infinidad de mujeres circular por las cunetas ya no solo en compañía, sino en la mayoría de los casos en soledad.


Me imagino a esa mujer de mediana edad que se levanta, se viste de ciclista, se pone el casco y sale de la ciudad para buscar lugares apartados, tal vez un puerto de montaña, o simplemente unas horas de paz con su bicicleta. Ella sola. Eso hace unos años era cosa impensable, si acaso de pocas o consideradas raras mujeres que se atrevían. En mis primeros recuerdos tengo a Paloma, que corría conmigo en la PC Alboraia, o a Pilar, que lo hacía con la Universidad Politécnica de Valencia, donde más tarde apareció una tal Ana, e incluso me viene a la cabeza la madre de Héctor, un niño que creció conmigo dando pedales también en la PC Alboraia.

Pero mi sorpresa es aún mayor cuando descubro grupos de ciclistas formado por tres, cuatro, cinco mujeres de esas que hace unos meses tan solo tenían ojos para el cafelito en el bar y la conversación. Ahora eso se traslada a la bici, con la misma compañía. Eso pasa en pueblos como Benigànim, el de mi mujer, donde un pequeño grupo de ellas queda en un punto concreto, ataviadas de arriba a abajo, y tras sus gafas de sol se preguntan a dónde vamos hoy. Eso lo vi yo una mañana que esperaba en el mismo punto a un amigo.

Hoy nombres podría dar el de unas cuantas amigas y conocidas que hace tiempo le dan al pedal. Son unas pocas de otras muchas que vienen. Su fuerza crece, se hacen grandes, se juntan y se esfuerzan como antes no pasaba, y ahora hablan de Quebrantahuesos, de Treparriscos, de Siete Picos, de triatlones, de medias maratones, de carreras de 10km, de millas, de alimentación, de pulsaciones, de entrenamientos, de amigos y amigas que conocen...

A esto debo añadir que también este verano, al participar en numerosas carreras populares a pie, he constatado que el número de mujeres participantes alcanza un 20% del total de inscritos. Esto es un dato cogido a golpe de vista, pero puedo asegurar que muy cercano a la realidad.

Para colmo, en Andorra, lo nunca visto, si te das una vuelta a media tarde por las zonas donde habitualmente hay corredores, se pueden contabilizar una quincena de ellas de todas las edades, de todas, trotando por donde antes, o bien no se veía a nadie, o bien eran hombres.

Con esto quisiera animar a que el ritmo no pare. Hace unas semanas, en Valencia, rodando a 38km/h dirección Cullera, al parar en un semáforo con las pulsaciones por las nubes, una chica que por lo visto iba a cola de grupo se vino a la parte delantera a preguntarnos a dónde íbamos. Al decirle que hacia Simat de la Valldigna, dijo que bien, gracias, y siguió con nosotros. También hay iniciativas, como el triatlón de la mujer de Valencia, de distancias algo más cortas que el sprint para incentivar la participación, y en el cual desde hace meses no quedan plazas. Eso antes no pasaba.

01 septiembre 2011

Mirando a Cuenca desde Olite

Qué divertido ha sido esta semana encontrarnos en todos los informativos del mundo mundial con ese video doméstico en el que se ve a una señora y a un señor, impasibles, como si nada, asomados a la almena de un castillo (Palacio de Olite, en Navarra), dándolo todo, ella agachada, él justo detrás bombeando. Allí estaba aquel grandullón en pie, gafas de sol en vista, sonrisa socarrona mirando a lontananza como si pasaran algunas hordas enemigas vigilando la atalaya allá a lo lejos, venga al riñón, y ella, con algún gesto de alborozo intercalado con muecas de admiración, asomada a la piedra vieja, con mirada gacha hacia los fondos del foso, aguantando las embestidas del morlaco con el pelo dando sacudidas, adelante y atrás, adelante y atrás, y pim, pam. Y venga.

Pondría el video, pero quien tenga interés que lo busque; he aquí una imagen.

La escena es buena por el hecho, pero también porque detrás de todo esto, además de él, en ella hay un cargo público. Es alcaldesa de una ciudad belga, y entonces, claro, ya se ha montado una buena. La prensa, que al mismo tiempo que se ha lanzado al cuello de que estas imágenes sean públicas las ha promocionado a manos llenas, ha hecho que la pólvora prendiera como toca. Y aquí estamos, tratando el tema con chispa, porque la tiene, porque aquel apretón trae estas aguas revueltas, en las que sin embargo la susodicha, con seriedad y temple, se ha presentado como si tal cosa a trabajar, ha sorteado a los fotógrafos que esperaban su sonrisa y ha dicho, pausada, que tales hechos no afectan a su trabajo diario en el cargo que ostenta. Y santas pascuas.

Lo que ha conseguido, la aliviada, es dejar claro que aquí el más pintado tiene un momento de sofocón que soluciona como buenamente puede, en el Palacio de Olite, en la playa, en la base del acueducto de Segovia o allá donde te quiten las telarañas. Qué más da. Pensar que aquí nadie chusca es una soberana memez, y meter por meter, con amor o sin él, es tan natural como el comer. Así es que, que no nos vengan con moralismos, que el mayor pardillo ha dicho alguna vez esta sí que es mía, y a Cuenca lo que es de Cuenca, así, sin mirar ni analizar. Catacrac.

Otra cosa es que eso (el ser filmado y por ende público, que no el hecho) le hubiera ocurrido a un político español. En ese caso, el menda o la menda estaría comunicando su dimisión a quien correspondiese, por el qué dirán, y tiene huevos la cosa, en un país donde muchos roban y no dimite ni Dios.