
Quisiera exponer un pensamiento y una reflexión. Quisiera que la gente que lee este blog se involucrara en respuestas a estas cosas que pensando pensando le asaltan a uno. Y todo, sin base literaria ni ideológica ni política ni histórica. Es lo que yo llamo el pensamiento a bocajarro. Y allá voy.
En estos momentos de crisis económica, me gustaría preguntar si es tanto una crisis económica o lo es también social. Me pregunto, al mismo tiempo, si igualmente que el capitalismo se instauró a partir del pasado del siglo XX, puede pasar lo mismo ahora con otro modelo social y, por qué no económico –aunque más bien tanto monta monta tanto.

Los principios de siglo son, si no me falla la memoria y a riesgo de equivocarme, momentos de incertidumbre, de grandes guerras y cambios sociales, de revoluciones y cortar por lo sano. Me pregunto, de nuevo, si es posiblemente el momento de empezar a pensar en un mundo nuevo. ¿Es tal vez esta crisis la base buena para iniciar un cambio?

Vemos en el día a día empresas que cierran, trabajadores en la calle o a los que les exigen, ojo, les exigen, bajarse el sueldo si no quieren perder el empleo, y nos encontramos en una situación en la que el trabajo es lo que llena a la persona. ¿Debe ser este nuestro futuro? ¿Tenemos que sentirnos atados a nuestros trabajos como condición sine qua non para sobrevivir? ¿Es el dinero el único objetivo en nuestra vida?

Vivimos en un mundo absolutamente desgajado, por mucho que se le diga globalizado, porque nada tiene que ver un granjero indio con uno africano, y ni mucho menos estos dos con un empresario noruego o español. Lo de globalizado es una cuestión de tecnología, que en ningún caso influye a un refugiado del Congo o un mongol que vive de sus cabras en el desierto del Gobi.
El mundo vive a expensas de las reacciones de los políticos y de los empresarios, ¿qué harán, qué dirán, qué pieza moverán?, y yo me pregunto si no es el momento de plantear un cambio desde abajo, de plantear que el trabajador se juegue su futuro poniendo los puntos sobre las íes y diciendo hasta aquí hemos llegado. ¿Por qué no una revolución? ¿Por qué no un basta alto y claro? ¿Por qué no salir a la calle para parar la guerra de la competitividad?

Creo que es el momento de la sociedad. El mundo del bienestar que vivíamos desde los años 90 del siglo pasado ha durado lo que ha durado, y después de veinte años empieza a hacer aguas, el bienestar se ha transformado en querer más y más, y la famosa burbuja ha explotado. Digamos basta y plantemos cara, digamos no y busquemos una salida. No tenemos por qué ser seres humanos ansiosos por cobrar 1.500 euros en vez de 1.000, pero esto nos lo exige el mundo en el que vivimos, en el que un alquiler –una vivienda, derecho fundamental- nos cuesta más de la mitad del sueldo, y en el que es mucho mejor socialmente llevar una camisa de Ralph Lauren que una simple camiseta. Sin tener que pasarnos de sencillos, pero al mismo tiempo sin caer en las redes del consumismo, tal vez podamos empezar a cambiar algo. Si yo fuera escritor de renombre, columnista consagrado y creador de opinión, intentaría lanzar a la gente a la calle. Por un nuevo mundo, por una sociedad más justa.