Vengo de ver Camino y sigo consternado. Me encanta cuando voy al cine y salgo de él sorprendido al ver la calle, intentando situarme en el mundo en el que vivo porque lo que he visto unos metros más adentro me ha llevado a otro lugar. Esta es la grandeza del cine, más bien.
Me encanta salir del cine reflexionando con la Pepa sobre lo que hemos visto o, mejor dicho, sobre lo que hemos vivido. Nos solapamos el uno al otro pensando en voz alta el argumento, los personajes, los detalles. Qué importantes los detalles, cuántos y sutiles y directos y en sí fundamentales para trasladar la imagen de un drama, de dos mundos absolutamente contrapuestos, uno gris y amargo, otro de colores y de sonrisa y vida, y luz, y palmas, y corazones abiertos. Y almas en paz sin más 'allases'. Pensamos en voz alta porque la reflexionamos, le sacamos el jugo que tiene un buen libro, pero que en el cine se traslada a un par de horas, a veces, como es el caso, de auténtico placer cinematográfico.
Camino es una película espectacular, mágica, divina. Es un pedazo de cinta que te lleva a un mundo con el que comulgues o no con él lo tratas con respeto y sin excesiva ira -en mi caso conseguir eso con estos temas es bien complicado-, y que te traslada con fe -ídem- lo que sienten esos personajes. El éxito es de Javier Fesser, pero también lo es de los actores y actrices -¡las actrices! qué magníficas todas- y de una sensibilidad absolutamente maravillosa.
Camino me ha llegado porque me ha llegado el papel de Nerea Camacho -¡sus ojos grandes y hermosos transmiten tanto!-, porque me ha llegado el de Carme Elías, porque también lo ha hecho el de Mariano Venancio -qué historia tan triste la del padre que quiere y no puede, que no cree y sigue atado, que se hunde en el dolor...-, el de la numeraria Manuela Vellés... Qué historia tan llena de vida. A mí no me va a leer Javier Fesser ni nadie de su equipo, pero me importa una mierda, porque el sentimiento me queda igual.
Muchas veces los premios se dan por marketing, porque toca o porque no hay nada mejor, pero este año Camino es el gran peliculón, la cinta que conmociona y te hace llorar, no de rabia ni de pena, que podría, sino de puro sentimiento cinematográfico.
Esta película es digna dignísima, extremadamente bella y extremadamente dura, y en eso está su tremendo valor. Una de las críticas que he leído sobre ella dice que es muy buena y tal y cual, como aquí digo yo y otros muchos también hacen, pero añade que es necesaria. Necesaria. Y tanto. Por Dios Santo no te la pierdas.