20 julio 2012

Piano y agua en Beniatjar

Un piano me paralizó. En la nueva fuente de la plaza, sin bajar de la bici llenaba yo mis bidones e iba bebiendo cuando sonó aquella maravilla. No podía ser una reproducción, sino que era un sonido directo que salía de alguna de las casas de alrededor. No sabría decir de cuál, pero en aquella soledad la minúscula plazoleta estaba llena de vida, mientras las notas acallaban el estruendo de las chicharras bajo el sol y los 35 grados.

De los lugares que más me gustan en este mundo, hoy hablaré de Beniatjar (Vall d'Albaida, provincia de Valencia). Es un pueblo pequeño, de calle central en cuesta y callejuelas a los lados, un plan urbanístico, si es que en su momento lo hubo, de tronco central y ramas a los lados. Como Agres, por ejemplo, pero este en Alicante, superado el Benicadell y dirección el Montcabrer. Otra belleza.

La plaza con la fuente nueva, que no se ve, justo detrás del ciprés.

Aquel sonido me mantuvo en vilo un buen rato. Nadie había en las calles, solo aquellas notas revoloteando entre las fachadas y envolviendo al ciclista en aquel lugar peatonal, con el agua silbando por el caño. Me recordó que aquel pueblo siempre me trae anécdotas. Desde que lo visité por primera vez hace muchos años cuando estrené el Benicadell desde la fuente que hay arriba (se lee "agua no apta para el consumo"... ni caso), donde acaba la calle y se convierte en pista de cemento, luego de tierra, y un poco más arriba senda y suspiro.

La fuente de arriba, de agua "no apta para el consumo", que inicia el camino al Benicadell

La más bonita de las anécdotas fue sin duda la de un verano de hace unos años, cuando en idéntica situación de hace una semana, pasé por el pueblo a cargar agua montado en bici (venía por la carretera arbolada, fantástica, de Otos y Carrícola), y allí me encontré con la fuente antigua (blanca, la de ahora es negra; la de un caño, la de ahora tiene más), y seca como mi garganta, cerrada a cal y canto. Entonces una señora de esas que están en casa ojo avizor a lo que pasa en la calle, de las que viven en sigilo en su comedor oscuro y fresco con un ojo en la tele y otro en la esquina, a ver quien dobla, salió de su imponente puerta de madera, con el característico sonido de la persiana valenciana de cuerda y rodillo, tras, y me preguntó si tenía sed. Vista mi actitud exageradamente afirmativa, aquella mujer me explicó que en su casa tenía un manatial surgido del mismo corazón de la tierra, el cual no vi, pero en todo caso degusté, de un agua fresca, clara y limpia. Y desde entonces que, siempre que puedo, me acerco por allí por si aquella simpática mujer tiene a bien mantener la vigilancia, porque si se repite la anécdota, no dudaré en suplicarle, por favor, que me enseñe aquella fuente de poder. Sería maravilloso que, de fondo, aquel piano que todo lo inundaba, se uniera a la escena.

16 julio 2012

Cuenta Twitter

En este trabajo en el que las redes sociales empiezan a tener mucho protagonismo, los periodistas tenemos que implicarnos en el tema. Ya sé que en esta caricatura se ve un toque flor importante, pero ahí está la creación de Xavi Casals según una foto a traición tomada para la ocasión.

Si alguien nos quiere seguir, mi cuenta en Twitter es @RMoraPERIODIC


11 julio 2012

Los premios se buscan


Puedes buscar la tostada, o ponerle una buena capa de Nutella. Si sales con un amigo de batallas en pleno verano valenciano y te pones a rodar, y ahora dices de ir por aquí, luego por allá y más allá coger otro cruce y subir otro puerto, así improvisando, sin duda saldrá un día bien montado.

Porque el aquí te pillo aquí te mato funciona, y mucho, y más si en pleno descenso tu compañero, que va delante, se para a la entrada de un pueblo como Gátova, se queda paralizado con el dedo señalando la piscina pública que se ve allá abajo, y entonces vemos una terraza bajo la sombra de los pinos, todo acompañado por un olor a paella que avisa a fiesta.

Entonces entras en la zona, sale el cocinero y te dice "¿voleu paella de llenya?", y descabalgamos sin pensárnoslo, nos quitamos los mallots, nos duchamos y mientras se acaba de hacer aquel arroz con pollo, conejo y caracoles, y un toque de romero, nos metemos en la piscina. Mágico.

Dos horas después, volver a arrancar es un intenso dolor de piernas, aunque los últimos 50km hasta casa se hagan con la sensación de haber exprimido bien un día de vacaciones. Al final, 145km y muchas horas de paz, salvo la subida al Pico del Águila desde Altura, antes del baño, con los ojos inyectados intentando seguir una rueda de Patxi que va demasiado para mí. Pero ojo, qué subida. Si llego a parar en la cima, me caigo mareado del esfuerzo. Menos mal que seguimos recto y encontramos el oasis.

09 julio 2012

Pilladita

Hace poco hice el ridículo espantoso. Fue sin querer, fue caprichoso el azar, como dice la canción, pero son cosas que pasan. Tenía una rueda de prensa a una hora que, con el reloj en la mano, me permitía antes poder rodar unas dos horas en bici. Dispuesto a ello, aparqué el coche debajo del edificio donde se iba a celebrar la rueda de prensa, que no era más que un centro comercial en Andorra. Así pasé un par de horas de buen ciclismo y cuando volví con tiempo de sobra para asistir al acto que se había convocado, me decidí a adecentarme un poco, lavarme y vestirme para presentarme como si tal cosa.

Me lo tomé con calma y con alguna precaución me cambié con celeridad y, cuando tocó bajarse los pantalones, dentro del coche. Y menos mal. Nunca podía imaginar que, desde un ventanal cercano, convocantes y algunos de los medios de comunicación que habían acudido con antelación al acto, observaban el 'estriptis' improvisado.


Como no me percaté del asunto, ya cambiado y disimuladamente decente seguí a un hombre que iba guiando a los periodistas a la sala de prensa. Allí vi alguna sonrisa extraña, pero no caí en la cuenta de lo que pasaba hasta que desde el ventanal de la habitación aquella vi mi coche. Entonces no niego que me ruboricé mientras ya se oían chascarrillos entre los colegas y risas sordas entre algunos convocantes. Tuve que asumir los hechos y no darle más vueltas. Gracias al fotógrafo de mi periódico, aquí tenemos la prueba de la pilladita.

05 julio 2012

Llega el relevo


He aquí el relevo. Dos pares iguales pero totalmente distintos, porque siendo la misma zapatilla, una tiene tantos kilómetros como para pedir el relevo de la otra, que cuenta con una decena de ellos, esperando la tralla de las próximas semanas y meses.

El relevo es completo si pensamos que la bici, tanto tiempo utilizada en este invierno y primavera, pasa ahora a un segundo plano, porque andamos dándole vueltas al tema de si probar o no, por fin, con la temida maratón. Los 42,195 kilómetros, la distancia de las distancias. Que la Media maratón de Valencia la harán, no hay duda, pero esa cita marcará sin duda el camino a seguir un mes después en la misma ciudad, ya con el doble de kilómetros.

Lo que no tiene claro el que las calza es si el agotamiento especialmente mental permitirá tal gesta, puesto que cada vez cuesta más aguantar las temporadas. Para ello, el verano se presenta cargado de entrenamientos distentidos, rodajes divertidos, paisajes estupendos y carreras populares que permitan coger el punto de forma. Porque si no buscas motivaciones, no hay relevo que valga.

03 julio 2012

La gran depresión


Una de las cosas que más me gusta en esta vida es quedarme sentado en el borde de un camino, tal vez adentrarme un poco y encontrar una buena piedra para apoyar el culo, y entonces quedarme allí callado escuchando aquellos sonidos que aporta un bosque, un lugar por donde nadie o casi nadie pasa en días, y que alberga una magia que cada uno vive o desprecia a su manera.


No es pretender ser un vividor ni nada por el estilo, simplemente mantener un contacto con la tierra que te aporte algo, y si bien hay gente a la que le puede parecer una pérdida de tiempo y una estupidez pasarse horas sin hacer nada rodeado de árboles, sol y aire puro, para mí es una de las maravillas de este perro mundo, a la cual no renunciaré por mucho que el verde se torne negro y huela a chamusquina.


Recuerdo ir camino de Dos Aguas con Andy, enseñándome aquellos riscos y aquellos montes, y que en un descenso se nos cruzaran dos corzos (madre y cría) con el consabido susto en el cuerpo de las criaturas al detectarnos. Como las bicis no hacen más ruido que el de los ciclistas al hablar, los bichos campan a sus anchas cuando no escuchan el rugir de los motores, y entonces no son raras las veces en que los ves muy cerca. Como cuando pasean alegremente algunas perdices, o intuyes entre los arbustos un bicho que huye espantado, o los conejos que todo lo llenan, incluso las culebrillas que se mueven con aquel zigzag especial buscando el otro lado del monte, si no todas aquellas aves que pían o sobrevuelan nuestras cabezas, tal vez buscando el rancho, tal vez simplemente mostrándonos que allí hay mucha vida y hay que agradecerlo...


Poco o nada de eso nos quedará con el paso del tiempo, porque la mano del hombre es repugnantemente infiel a la naturaleza, y entonces nos llega una primera noticia de un incendio, luego esta pasa de breve nota a tener una mayor cobertura y cuando todo se desmadra a copar periódicos e informativos. Las alarmas se encienden siempre demasiado tarde.

Los habrá que vivirán todo esto con indiferencia, pero a mí me afecta de tal manera que llevo dos días como si se me hubiera muerto alguien muy cercano y querido. Luchar contra el fuego debe de ser algo durísimo, como batallar contra algo que ya de antemano te ha ganado la partida. Estás derrotado ante él, pero siempre te quedará el consuelo de que si bien el monte arderá, la tierra que queda debajo se rehará con el tiempo. Aunque, bien lo sabes, serán décadas de paciente trabajo, y ni Andilla ni Jérica ni Yátova ni Altura ni Alcublas ni Montroi ni Carlet ni Dos Aguas ni Catadau ni ningún término municipal merece vivir esta sangría.