31 julio 2009

"Será lo que sea de ley"



Te he imaginado sonriendo sentado en el suelo, piernas abiertas y mirada juguetona, con un biberón en las manos emitiendo grititos, despertándome a las tres de la madrugada, y a las cinco, y a las seis, dando un concierto a la vecindad y poniendo a prueba nuestros nervios, balbuceando un día tu primera palabra mientras tu madre y yo, alborozados, te comíamos a besos, escribiendo tu primera letra, indefinida e ilegible, pero la primera de muchas, tomándote un yogurt que acto seguido me escupías encima, para después reír por travesura, subido a un triciclo dando vueltas y más vueltas a la casita de tus abuelos, a tus abuelos con un nudo en la garganta, con los rostros rojos y un poco hinchados, con los ojos llenos de lágrimas y una sonrisa de foto, poniéndote un pañal detrás de otro, balanceándose para dormirte, y discutiendo por tenerte, enseñándote a prepararte la merienda, con la nocilla en el poyete y el pan de leche preparado, dándote consejos mientras tú abrías los ojos para retener todo lo que te contaban, dándole todo su cariño a mamá cuando ella volvía a por ti.



He imaginado a ella con la tensión de las horas previas, llorando contigo en brazos, pendiente de tus movimientos, contando mil y una anécdotas, leyéndote un cuento, a ella sonriendo por ti. Un paseo por la montaña contigo en la mochila, una cola eterna de ambulatorio con 39 de fiebre, tu alegría por la batalla ganada a una araña, tus andanzas con la bici, tu experiencia en el entierro de tus abuelos, tu abrazo a tus tíos, tu sonrisa al marcar un gol, tu pena por el perro herido, tu esfuerzo en lo que te cuesta, tu llegada a casa con el carnet de conducir, tu dolor tras el no de un primer amor, tu casa nueva, tu primer despido, un nieto y algún susto.



He imaginado una sonrisa en tu rostro y otra en el mío. He imaginado una mueca de dolor que yo he compartido. He imaginado lo bueno y lo malo.

Pero lo he imaginado.

"Será lo que sea de ley", dijo tu tatarabuela. Hubo sentencia.

25 julio 2009

Este verano maldito de sueños

No llevamos ni ocho meses del año y ya quiero que se acabe. Me voy a ir de vacaciones con la esperanza de que en estos días los vientos, el calor o incluso algo de frío (esos insensatos aires acondicionados) hagan volar, derritan o enfríen las malas vibraciones.

2009 voy a querer olvidarlo porque perdí un hijo que no fue, porque me estanqué en mi trabajo, porque me sentí lejos muy lejos más lejos que nunca de los míos, porque siento que en mi vida falta algo que no llega y se alarga y se alarga pese a que lo buscamos sin descanso. Porque además recibí golpes.

Siento que quien vive conmigo entristece, y siento que no puedo evitar sentirme igual. Siento que el esfuerzo no tiene premio, y que circulamos por un camino peligroso que nos pone a prueba. Faltan cosas.

Mi vida incluye deporte y ni siquiera en esta válvula de escape he encontrado la paz. He entrenado lo que he podido, mucho, sufriendo el frío, el agua y la nieve, he hecho carambolas de horarios por una hora de esfuerzo máximo que me haga ser mejor, he hecho cambios sustanciales por encontrar el punto de forma con innovaciones autodidactas y en ocasiones favorables, he hecho todo eso para darme un golpe estúpido en el día deportivo más importante del año que condiciona la época más importante del año para mí, que es cuando puedo tener días de asueto, días de amigos y ciclismo, buceo y montaña. Días que quedan en nada por una escayola con la que convivo.

Llevo tres noches soñando. El primer sueño fue un partido de fútbol con los amigos de siempre en la falda del Casamanya, subiendo mientras tanto con Fernando y Ricky mientras Dani y Patxi nos cogían corriendo. En el segundo sueño me vi dentro del Mediterráneo persiguiendo sin malas intenciones un pez pequeño por estrecho que aleteaba entre las rocas de Les Rotes, mientras mis padres admiraban el movimiento pausado de un erizo de mar que mi mujer sostenía en la mano con su sonrisa tan bella. El tercer día soñé que pedaleaba entre las sombras de los alcornocales pelados en su base para sacar corcho que acompañan la extremadamente hermosa, sufrida y tranquila subida al puerto de Almedíjar, con un fuerte calor que me hizo sufrir en la ascensión al Oronet por Torres Torres, sin árboles pero con matojos y pinos jóvenes en los que las chicharras amenizan las horas con su intenso chirriar, y donde en la cima me esperaba ella con él en brazos, aplaudiendo ella las manos del pequeño que reía con gracia lo que no entendía. El esfuerzo del padre y de la madre por él.

Soñé todo aquello que no será en este verano maldito que espero, al menos, limpie mi conciencia y me saque de esta sensación de pesar que no puedo evitar. Tal vez un abrazo de ella me devuelva el cariño que le doy y que tanto merece. Como yo (con perdón).

11 julio 2009

Carlos Pinazo: "Sabía que podía subir, yo iba pensando en mi mujer"

Dije en la anterior entrada que sería la última crónica de la QH, pero añadiré la de Carlos mi cuñado, que también debutó. Dice: "Coroné y de nuevo nos reunimos mis dos hermanos, mi primo y yo, y nos fundimos en un gran abrazo pensando que lo que quedaba era todo coser y cantar".

Nosotros pertenecemos a la peña “Els Falcons”, somos parte de una peña que queremos ir mejorando año tras año, que nos entusiasma el ciclismo y cómo no, queríamos algún día hacer el Tour de Francia del aficionado, “La Quebrantahuesos”.

El año pasado seis de los integrantes realizamos la hermana pequeña, la “Treparriscos”, y nos divertimos tanto que este año iniciamos la temporada con la QH´09 en la cabeza. Nos propusimos apuntarnos y lo hicimos hasta ocho de nosotros.



Finalmente la hicimos siete, Juan, hizo de nuevo la Treparriscos, y el resto comenzamos esta gran prueba que para nosotros era nuevas sensaciones y nuevas emociones.

Comenzamos bastante bien saliendo, a pijo sacado, cogiendo grupo tras grupo, y colocándonos en una buena situación, para comenzar el primer puerto, Somport.



La subida comenzó con una gran montonera, donde estaban implicados Diego, de la Naranja Mecánica, y mi cuñado, Rafa, que resultó mal parado, pues la mano derecha le sangraba y era el comienzo del puerto, lo cual era complicado saber si las contusiones y heridas harían mella en ellos. Seguimos subiendo y coronamos mejor de lo esperado, pero aquí comenzó el segundo contratiempo, the weather, el tiempo. Frio, agua, niebla, era lo peor para comenzar una bajada complicada. Pasamos frío, hablo por mí, sin manguitos, ni cortavientos, ni térmica, sólo con dos cojones. Bajamos, cada uno como pudo, y lo que comenzó como peña, fue disgregándose sin saber donde estábamos cada uno. Yo cogí un grupo, y aquí llegaron mi primo, Toni, y mi hermano, Javi. Comenzamos a entrar en calor, cogiendo a grupos, donde también llegó Fernando Jr., y así segumos con estos para que nos llevaran a pie del segundo puerto de la jornada, el gran temido Marie Blanque.



Giramos a derechas, comenzamos a ascender, y hasta el avituallamiento líquido, todo perfecto pero venía lo peor, lo sabíamos y no podíamos hacer otra cosa que ponerle otro par y seguir, y claro que seguimos, unos en bici, otros andando, mientras veíamos esa marabunta de gente subiendo, sufriendo, pero sobre todo disfrutando. Fuimos llegando a la cima, cada uno como pudo, pero subimos y coronamos, donde pudimos de nuevo reunirnos y recuperarnos del esfuerzo realizado. Sabíamos que aún quedaba mucho pero estabamos bien fisicamente y, lo mejor, mentalmente, excepto Fernando Jr, que con problemas de hipotermia, no se había recuperado de la bajada de Somport.
Mi otro hermano, Toni, llegó al avituallamiento del Marie Blanque, habiendo desaparecido en la bajada de Somport, a causa de una avería mecánica, la rueda trasera la había rebentado en la bajada anterior. También llego Agustín y solo faltaba Fernando Sr., que no llegó y decidimos comenzar a bajar creyendo que se habría subido al furgón.



Comenzaba el tercero de la jornada, el Portalet, y esto iba a ser duro, eran 29 kilómetros, donde había que tener más que fuerzas, había que ser mentalmente fuerte, y así fue siendo fuerte pues Fernando Jr, abandonó al comienzo de la subida, era otro golpe más a la peña. Agustín por detrás iba a ritmo, mis hermanos y mi primo fueron muy bien conmigo, todo hay que decirlo, que fui subiendo a ritmo, parando en los avituallamientos. Sabía que podía subir, yo iba pensando en mi mujer, María, que este año tan importante ciclisticamente hablando para mí, no pudo estar aquí por problemas de trabajo, claro está en Alemania, y pensando en ella y mi fuerza mental fue ayudándome poco a poco, kilómetro tras kilómetro en este puerto, donde coroné y de nuevo nos reunimos mis dos hermanos, mi primo y yo, que nos fundimos en un gran abrazo pensando que lo que quedaba era todo coser y cantar. Eran 50 kilómetros de los cuales solo íbamos a ascender la última tacha, la Hoz de Jaca.

Bajamos disfutando del paisaje, 82 km/hora, y llegamos a pie de la Hoz de Jaca, donde subimos, hicimos fotos y recuperamos la moral perdida en la Siete Picos, que nos había tocado moralmente, a más de uno.



Finalmente fuimos dirección Sabiñánigo sabiendo que nuestra gesta estaba hecha, llegamos a meta, mi primo Toni Blanco, mis dos hermanos Javier y Toni Pinazo y yo (Carlos Pinazo), el cuñado de Rafa. 10:30 fue el tiempo empleado, era lo de menos, lo importante fue que nuestro cometido había sido cumplido, acabarla, y acabarla de la mejor forma posible tanto física com mentalmente. Fueron llegando más corredores, en los que se encontraba Agustín Noverjes, otro integrante de la peña y para sorpresa nuestra Fernando Luján Sr., con un par, puesto que su hijo Fernando Luján Jr., no pudo acabarla y él lo hizo por él.

Solo decir que me siento muy orgulloso de ser parte de este grupo de personas, integrantes de la peña ciclista a la que pertenezco, Els Falcons.



Otro reconocimiento para la persona que supongo sacará esto a la luz, supongo que en su blog, mi cuñado, para Rafa Mora.

Para quien no lo sabe, estoy escribiendo estas líneas de esta gran gesta porque un día de hace unos cuatro años mi cuñado y cómo no, no puedo olvidarme tampoco de mi suegro, el padre de Rafa, me hicieron sentirme de nuevo con vida quince años después, nada más que esto, ciclista.

Recupérate pronto, cuñado, nos vemos en la próxima… QH… 2010 ó 2011, cuando sea.

08 julio 2009

Luis Vives-Ferrándiz: "Andy me dice que ya sólo quedan 20 km, en bajada; volamos hacia la meta"

Hoy acabamos las crónicas de la Quebrantahuesos con Luis. Su crónica es apasionante. Dice: "Un motorista nos para y pasamos un grupito en fila al lado del accidentado. Dudo si mirar o no… y miro. Un pequeño reguero de sangre sale de su cabeza y moja el asfalto, mientras una de la Cruz Roja le aplica ventilación. Chungo, muy chungo. Andy, Rafa y yo seguimos". A leer.

Es difícil, muy difícil, escribir, describir, narrar con palabras la experiencia de la Quebrantahuesos. Dureza, miedo, tensión, frío, calor, tiritera, sudor, rabia, emoción… son palabras que obligatoriamente deben aparecer en cualquier crónica de lo que pasó el sábado. Lo primero de todo es contar mi satisfacción personal por haber acabado con un tiempo digno los 205 km de la prueba en 10 horas y 2 minutos. Es el tiempo total, incluidas las paradas en las zonas de avituallamiento y descansos oportunos, mientras que el tiempo real, montado en bici, pedaleando, subiendo y bajando, fueron 8 horas y 50 minutos. Para mis condiciones físicas y el poco tiempo que he podido entrenar me quedo muy satisfecho. La acabé, que es lo que quería, sin rampas, ni calambres. Pero no todo fue fácil, ni mucho menos.



Amanecimos el sábado en Jaca a eso de las 5 de la madrugada para poder desayunar con tiempo y coger el coche para acercarnos a la salida en Sabiñánigo. Mi desayuno consistió en un tazón de leche caliente con Cola-Cao, cuatro galletas, cruasán relleno de chocolate, tres vasos de zumo de naranja y dos tostadas con mantequilla. Había pasta con tomate para desayunar pero, a esas horas de la mañana, no me apetecía sumar un plato más de pasta a los 2 ó 3 que me tomé para cenar la noche previa.



A las siete y media salimos de Sabiñánigo, camino de Jaca y el primer puerto, el Somport. Cargo en el maillot cerca de 9 barritas energéticas. Hace sol y un poco de fresco, por lo que decido vestir manguitos desde la salida. La salida es muy rápida, nadie se quiere quedar atrás y cada uno se dedica a saltar de grupito en grupito para no gastar fuerzas ni tiempo. La llegada a la base del puerto se hace rápida y cuando las primeras rampas aparecen, no muy duras, se empieza a fragmentar la cosa. Sopla una aire de cara fuerte y frío, la carretera es buena, ancha y cortada el tráfico. Voy regulando fuerzas, sin forzar las piernas ni desarrollos. Pasamos por Canfranc, al lado de la estación de tren, preciosa, clavada en el valle, rodeada de árboles, verde por todos los lados. Vamos por el pueblo y veo lo que no había pensado que pasaría. Rafa sentado en una ambulancia. Me asusto mucho. Nos cuenta que ha habido una montonera, que Diego también se ha caído, que no la han podido esquivar y que se ha hecho un corte en el dedo. Andy y yo seguimos, maldiciendo la mala suerte de Rafa. Este año la había preparado muy bien, quería hacer buen tiempo… meses de trabajo al garete por un caída… la lotería del ciclista.



La subida se hace más exigente, empieza a tomar forma de puerto, con rampas más duras, pero se hace llevadera. Llegamos a Candanchú, con mucho público (de familias) en la cuneta, animando sin parar. Y aquí la cosa se complica, y mucho, porque la bajada se antoja complicada: una gran niebla empieza a envolvernos a medida que vamos llegando a la cima, niebla que moja la carretera y apenas deja visibilidad… y que baja la temperatura a un frío húmedo que se mete en los huesos. A un km de la cima paramos en el avituallamiento. Aunque he comido una barrita en la salida me zampo un pastel de almendra, un pepito de jamón y queso, un poco de plátano, vaso de coca-cola y lleno el bidón que ya me he bebido. Coronamos el puerto y me asaltan muchas dudas. La carretera está empapada, la niebla es muy espesa, apenas se ve a 20 metros y veo gente que abandona la marcha por miedo, por no arriesgar en la bajada. “No vale la pena. Yo por ahí no bajo”, nos dice un hombre de Alboraya que da media vuelta y abandona la marcha, cuando apenas ha empezado. Yo decido seguir con mucha cautela. La bajada es peligrosísima, con una persona de la organización en cada curva, con banderas rojas, señalando el peligro. Bajo muy lento, muerto de miedo, tenso, con cien ojos en cada curva, cada charco, cada todo, sin ver casi nada, y frenando sin parar. El frío me congela los pies, los noto rígidos y medio dormidos… y las manos también. Me prometo a mi mismo que no vuelvo a hacer esta locura, que es muy peligroso, que quizás sea mejor abandonar, que no vale la pena arriesgar tanto.



Poco a poco la bajada se hace menos peligrosa, el asfalto se seca y avanzamos por suelo francés, unos 20 km de descenso rápido a los pies del Marie Blanque, el segundo puerto de la marcha. Me animo, decido seguir y me como una barrita más. Vamos en un grupo de unos 20 ó 25 ciclistas. En una recta, enganchón y caída. Por suerte estaban unos metros delante y los podemos esquivar. Esto es peligroso, me digo mientras los pies empiezan poco a poco a tener sensibilidad. El sol nos ha dejado y hace mucho frío.



El acceso al Marie Blanque es un embudo. Los primeros km no son muy duros pero los cuatro últimos son infernales, a eso del 11% y 12% de pendiente media. La carretera está rodeada de vegetación lo que hace que se note mucha humedad. No hay grandes curvas sino que es como una recta que sube y sube, serpenteando, lo que permite ver la procesión de ciclistas que en silencio sube a un ritmo lento, muy lento. Hay gente que se baja y lo sube andando. Yo vuelvo a pensar en abandonar o seguir su ejemplo y poner pies en tierra. Este puerto es muy duro, no tengo fuerzas para subirlo y me duelen mucho los riñones. Me paro en una pequeña curva, al lado de otros tres ciclistas que tampoco pueden con la ley de la gravedad. Miro la procesión, los que andan y los que pedalean. Miro atrás y se para otro ciclista. Los dos nos miramos directamente a los ojos, buscando una mirada cómplice que nos diga “te entiendo, no pasa nada, uno se para, descansa y a seguir”. No hacen falta palabras en estos momentos… o no hay fuerzas para articularlas. Relajo la espalda y sigo. Quedan dos km y voy dando pedaladas con los riñones. Adelanto a Carlos, el cuñado de Rafa, con la mirada perdida, concentrado en lo suyo. “Ánimo” le digo, pero ni me oye, es como un espectro automático que pedalea sin pensar en otra cosa. Quedan menos de 2 km y me vuelve a doler la espalda. Vuelvo a parar y vuelvo a arrancar. A medida que se acerca la cima hay más gente que nos anima, que nos llama campeones, que nos dice que ya está hecho, que queda poco. Coronamos, Andy me espera y vamos al avituallamiento. Toca parar y descansar espalda y piernas. Tengo hambre y me como dos pasteles de almendra, dos pepitos, plátano y coca-cola. Llega Rafa y nos cuenta lo que ha pasado. Está triste, muy triste. Le han cosido dos puntos en la mano y ahí que ha seguido en carrera, para acabarla. Almorzamos y bajamos juntos. Me dice con lágrimas en los ojos que está destrozado anímicamente, que había preparado con mimo esta marcha, que quería hacer un buen tiempo. Le intento consolar comentándole que podía haber sido mucho peor y le invito a que disfrutemos juntos de un rato de pedaleo, como cuando empezamos en aquel lejano 1998 a salir juntos con la peña de Alboraya. Y ahora, ahí estábamos, juntos, en los Pirineos, pedaleando juntos, uno al lado del otro, apoyándonos.



El descenso se complica y baja una ambulancia a toda pastilla. Caída más adelante y de nuevo miedo, mucho miedo. Un ciclista está tumbado en la carretera y sacan una camilla de la ambulancia. Un motorista nos para y pasamos un grupito en fila al lado del accidentado. Dudo si mirar o no… y miro. Un pequeño reguero de sangre sale de su cabeza y moja el asfalto, mientras una de la Cruz Roja le aplica ventilación. Chungo, muy chungo. Andy, Rafa y yo seguimos el camino hacia el Portalet, la tercera subida. Desde aquí ya no hay tráfico cortado. Me animo pensando que queda menos de la mitad porque ya hemos pasado los 100 km y, además, no hace tanto frío.

El Portalet es el juez de la prueba. Son unos veintitantos km de puerto, con pendientes suaves, algunos momentos más duros, pero lo que se dice una subida larga y tendida que con paciencia y buena alimentación se puede hacer bien. Si vas mal, aquí lo vas a pagar muy caro, y si estás bien vas a volar a la cima. El puerto es precioso, con cascadas de agua a los lados, vacas pastando a tu lado, verde infinito en todas partes, caballos sueltos, algo de nieve en algunas cimas, túneles de piedra… y belleza por todas partes. Es el mejor recuerdo que tengo de la Quebrantahuesos. La subida me cuesta un poco, noto algo de fatiga y calor y no cojo el ritmo. Me dan algunos amagos de calambres y en un avituallamiento líquido paro a estirar y beber. De ahí a la cima un festival de belleza. La pendiente no se me hace dura, me he puesto un ritmo llevadero y la gente anima sin parar. Vascos por todas partes animando a todos los ciclistas, dando agua, bebidas energéticas, aplaudiendo… un ambiente increíble y eso que dicen que este año había poca gente.

Corono el puerto y empezamos a bajar. De nuevo el miedo. La carretera es ancha de tres carriles, con aire a favor en la bajada… pero con tráfico. La bici se embala… mucho… y me da más miedo todavía por los coches. Por suerte paramos pronto en un avituallamiento. El último del día. Como lo mismo y seguimos. Queda solamente la Hoz de Jaca, un pequeño puerto de tres km con rampas muy duras. Bajo con mucha cautela y llegamos a pie de puerto. La carretera es mala, muy mala, la bici parece que se pega y con la paliza de 150 km en las piernas el cuerpo ya no está para estos trotes. Lo subo como puedo, riñoneando, a punto de pararme… pero lo hago todo de una. Al bajar al pueblo hay un pequeño avituallamiento líquido y una abueleta me da un vaso de agua. Lo bebo y la tengo ahí al lado, rellenándomelo, cuidándome. Me llena el bidón, me da más vasos de agua, se queda a nuestro lado para darme todo el agua que quiera. Ella ya no se acordará de mi hoy. Habrá dado agua a otros miles de ciclistas… pero yo si. Le doy las gracias y seguimos.



Andy me dice que ya sólo quedan 20 km, en bajada, que si apretamos podemos hacer menos de 10 horas. Cogemos a varios grupitos y volamos hacia la meta. Andy está fuerte y pone un ritmo exigente. A mi me cuesta seguirlo. Me fallan las fuerzas. Quedan 10 km y pienso en comer pero tengo el estómago saturado. Aguanto como puedo pero ya no me quedan fuerzas, Voy por inercia y me descuelgo del grupo. No puedo más, me da igual hacer menos de 10 horas. Llegamos a Sabiñánigo, entramos en recta de meta y le doy las gracias a Andy, por estar conmigo toda la marcha, por cuidarme, por pararse conmigo, por tirar de mi, por verlo todo positivo y por la lección de compañerismo que me enseñó. Gracias Andy, de verdad. Estoy reventado pero satisfecho y contento. Incluso se me pasa por la cabeza volver el año que viene.

07 julio 2009

Gonzalo Naya: "La noche anterior casi no pude dormir"

Hoy Gonzalo Naya, periodista de Ràdio 9, con el gusanillo de nuevo por el cuerpo gracias a su hermano. Gonzalo dice: "Empezó el muro. Y la gente dejó de hablar. Ni una palabra. Solo respiraciones y bufidos. Cada uno a su ritmo poniendo todo el desarrollo. Algunos, los menos, echando pie a tierra. Otros, ¡subiendo en tandem!".


La vida es un reto. Diario y continuo. Y difícil. Supongo que a todos nos gustaría llegar a los 80 años, echar la vista atrás, sonreír y poder decir: “He sido feliz, y he hecho feliz a los míos”. Pero la vida esta llena de otros muchos retos. Pequeños o grandes según se mire. Y la Quebrantahuesos es uno de ellos. Para todo amante del cicloturismo Sabiñánigo es un lugar de peregrinación. Como Santiago de Compostela en el Camino. Hay que acudir al menos una vez para medir tus fuerzas. Y de allí cada uno sale con una experiencia, con una vivencia y con unas sensaciones. Sé que otros ya las han contado, pero yo siento la necesidad de expresarme.
Y esta es mi historia.



La primera vez que oí hablar de la Quebrantahuesos fue hace dos años. Fue mi hermano Rafa, quien participó en la edición del 2007 con su amigo Pepe. Los dos de la Peña Ciclista El Cantones de Godella. Vinieron maravillados. Contando la dureza de la prueba, el ambiente de ciclismo, y la superación de cada puerto. Intentaban contagiar de su ilusión a quien se dejaba. Y yo me dejé.

Por aquel entonces había recuperado la afición por el ciclismo después de 10 años de pausa. Tenía un “hierro recién estrenado” (aquella pesada bicicleta sólo había pasado por 4 manos, al menos conocidas). Escuchando a mi hermano soñé con hacer algún día la QH.

Con más calma, con cambios en la vida (y en la bicicleta), y con más kilómetros en las piernas, este 2009 era la primera oportunidad. El proceso de inscripción lo puso complicado pero hubo suerte. A pesar de la angustia de tener que esperar a la tercera ocasión, un 5 de marzo ya supe que estaría en la QH. A partir de ahí, ya sabéis: los entrenamientos, las palizas en solitario, los madrugones, el pensar si vale la pena, la satisfacción de ver que cada vez vas más rápido y subes mejor… también la mala conciencia por quitarle horas a tu pareja, a tus amigos y a tu familia.

Y las dudas de última hora. Que te hacen coger la bicicleta el miércoles, sólo 3 días antes de la cita para subir “La Frontera” (un puerto muy duro en Valencia), para ver si llegas bien de forma de cara al temible Marie Blanque. Porque por mucho que hayas entrenado, siempre te parece poco. Y yo con mis 3.000 kilómetros justos, y con un 39 x 28, lo único que quería era no echar pie a tierra.

Con esas dudas, (y la obsesión por un leve sonido en la rueda de atrás) iniciamos camino a Sabiñánigo. Viernes por la mañana a las 11.30 h. Iba a debutar de la mano de mi hermano Rafa y de Pepe. Ellos con el objetivo de bajar sus tiempos (07:39 y 08:20), y yo con el ánimo de acabar. En el coche sólo se habla de bicicletas. Bueno, en el coche, y en la recogida de los dorsales, y en el hotel y en la cena (pasta, por supuesto). Podría resultar pesado, pero ese día sólo tenemos una cosa en la cabeza. Y todo consejo se agradece.



La noche anterior casi no pude dormir. Apenas 3 horas. Los más experimentados lo llevarán mejor, supongo. Pero yo estaba inquieto. Y de nuevo surgían las dudas. Y la tensión acumulada de las horas previas. Del ambiente de la feria de ciclismo, de la cena en Jaca, de ver bicis y más bicis, tanta gente depilada y en forma. Con ese poco descanso a la 05:00 en pie. A desayunar rápido y camino a la salida. Que de Canfranc Estación a Sabiñánigo había un trecho.

La salida impresiona. Por la multitud. Y por los sonidos. Y por ver que hay tanta gente con esa pasión por la bici como para sufrir de forma voluntaria el tercer sábado de junio. Los nervios se esfuman con el cohete de la salida. Y empieza la tensión. Por seguir la rueda buena, por no perder de vista a tus compañeros (aunque Rafa y Pepe me dejaron antes del primer kilómetro). Y sobre todo por evitar las caídas que te pueden fastidiar todo el año de entrenamiento. Como a Rafa Mora, buen amigo y buen ciclista. Cayó en una montonera pasando Jaca. Dos puntos entre el dedo meñique y el anular. A pesar del dolor acabó la prueba. Con un par. No pudo mejorar su tiempo, pero acabó. Ahora dice que no volverá a la QH. Espero que se lo piense. Intentaré convencerlo igual que él me animó para que hiciera la QH y no la Treparriscos.



El viento en contra hizo más difícil el inicio. Todos buscando refugio y guardando fuerzas en la subida al Somport. Soplaba cada vez más fuerte a medida que cogíamos altura y nos encajonábamos entre las montañas. El viento dejó paso a las nubes y en el avituallamiento de Candanchú ya estábamos rodeados de niebla. De ahí a la cima no queda nada. Entre los ánimos de la gente y verte dentro de la nube, sientes la épica de las etapas grandes.

Pero la épica dio paso al frío. Y al miedo. La bajada del Somport fue dantesca. Entre la niebla, sin visibilidad y con el suelo mojado. Y con frío. Mucho frío. 9 grados llegó a registrar el cuentakilómetros. Creo que el cuerpo marcó algunos menos. En ese momento lo único que quieres es que se acabe el descenso. Y llegas a comprender que Valverde perdiera la Vuelta a España por coger una chaquetilla. Creo que hubiera hecho lo mismo. Aún había quien tenía humor, y cuando le ofrecían periódicos en el alto de Somport decía: “déjalo, déjalo que no tengo tiempo de leer en la bajada”.

Nunca había temblado tanto encima de la bicicleta. Ni me habían castañeado los dientes esa manera. Y eso que llevaba paravientos y manguitos. No como otros que iban a pelo. Como un chaval que iba sin mangas y sin camiseta interior. Ahora, era del terreno, de Jaca. Y estaba habituado. Con él estuve hablando hasta empezar el Marie Blanque. Los dos novatos. Y los dos con respeto, por no decir miedo.



Después de una parada obligada en boxes para aligerar peso empezó el muro. Y la gente dejó de hablar. Ni una palabra. Solo respiraciones y bufidos. Cada uno a su ritmo poniendo todo el desarrollo. Algunos, los menos, echando pie a tierra. Otros, ¡subiendo en tandem! Los músculos se resentían, rígidos por el frío. Y por la tensión de saber que eran 4 kilómetros al 10%. La baja temperatura en este caso ayudó. Con calor hubiera sido peor. Eso cuentan los que estuvieron el año pasado.

Avanzando poco a poco, y con los mensajes de ánimo de Cristina en el móvil, llegué a la cima. Puede sonar presuntuoso pero fue más fácil de lo que pensaba. O estaba mejor preparado de lo que creía o le tenía demasiado miedo al Marie Blanque. Al final el 39 x 28 fue suficiente. También me ayudó el cuentakilómetros. Le falló el altímetro en el tramo final. Y dejé de obsesionarme por el desnivel que subía.

Arriba nueva parada. Esta vez más larga. “Cuando llegues a la cima del Marie Blanque, para, come y estira” me dijo mi hermano que a esas alturas ya estaria coronando el Portalet. Y eso hice. 15 minutos de relax y para abajo. Con mucha precaución, porque la bajada seguía peligrosa. Y hubo muchas caídas que te ponían en alerta. Y los pelos de punta. No vale la pena jugarse la vida por ganar 5 minutos. No nos pagan por ello. Y aunque nos pagaran.

Tampoco nos pagan por subir sufriendo como en el Portalet. Y cómo sufrimos. Porque se hace eterno. Es de los que en la tele y en los papeles se ve muy fácil. Pero allí con más de 100 kilómetros en las piernas cuesta. Me lo tomé con calma, en compañía de dos vascos. Dos de los miles que había. Eso es afición. Sobre la bici y en la cuneta, donde también había miles de vascos que te animaban en el final del Portalet después del avituallamiento, y después de haber pasado el punto más crítico antes de la presa. Aupa!

El Portalet es el que realmente decide en la QH. Si quieres hacer tiempo es donde hay que apretar y hacer las diferencias. Pero solo si tienes fuerzas. De lo contrario en la segunda parte te pasa factura si has tirado demasiado de desarrollo. Si no tienes obsesión con el tiempo vale la pena subir ligero de piernas. Despacio. A buen ritmo. Y mirando el paisaje. Rodeado de vegetación al inicio. Acompasando la respiración y el pedaleo con el sonido del agua y las cascadas a los lados. Con el valle más abierto al final. Los picos de las montañas aún con nieve. Y las vacas y las ovejas de compañía comiendo hierba y ajenas a tu sufrimiento.



Cuando llegas a la cima del Portalet ya sabes que acabarás la prueba. Solo quedan 50 kilómetros. Casi todos de bajada. Aunque a veces no se pueda disfrutar por la masiva presencia de coches. Entiendes que son parte de los que han subido a animar y se les disculpa. Pero si no estuvieran... De los coches te deshaces al girar hacia la Hoz. La última trampa. Y el último esfuerzo. O el penúltimo porque en ese kilómetro hay que darlo todo, poner buena cara para las fotos, y guardar un gramo de fuerza para la bajada final.

Otra vez con viento en contra. Intentado coger una grupeta que te lleve, que te proteja. Y el último susto. A falta de 10 kilómetros delante de mí uno hizo el afilador (dos ciclistas se tocaron las ruedas) y casi nos vamos todos a tierra. Lo pudimos esquivar y afortunadamente nadie cayó al suelo. Pero levantamos el pie. Mejor llegar, que ganar 2 minutos.

Y se llega, con la emoción de ver de lejos el movimiento en el polígono, la música y la meta. Esa recta final en que sabes que se acaba todo. Son 300 metros para saborear la victoria, el esfuerzo y la recompensa. Para acordarte de cada uno de los mensajes de Cristina, de su ánimo desde la distancia y de la carta del último día. También de tu familia y de los amigos que se interesan por ti.

Cruzas la meta y sabes que has superado otro reto. Otra muesca más en tu vida. Como el Camino de Santiago, o como el descenso del Sella. Retos que no olvidarás por lo que has visto y por lo que has sentido.

En la meta compartes la alegría con tu hermano Rafa y con Pepe. Los dos han bajado su tiempo (07.28 y 08.09) y yo la he acabado. Al final 09 horas 32 minutos. Y la sensación de que puedo hacerlo mejor. Si paro menos, si no me reservo tanto, si sufro más en el Portalet. Sé que puedo bajar de 9 horas. Incluso sé que yendo más fuerte podía haberme acercado a 08:30. Pero bien mirado, sé que puedo hacerla. Y punto. Que ya es bastante.

Mañana, Luis Vives-Ferrándiz, de la Naranja Mecánica.

06 julio 2009

Raúl López: "La próxima a intentar bajar tiempo y quien diga que no, miente"

Hoy la crónica de Raúl López, un chico sevillano al que sólo he visto en mi vida dos veces, en la Siete Picos y en la QH, pero fíjaros cómo es este deporte, que ya sé que es un amigo para toda la vida. Raúl dice: "Sin darnos cuenta... ¡Caída! Se oyen frenazos, gritos... y a intentar no caerse. Yo fui el primero que pasó por entre los damnificados (una rueda me rozó la pierna). Cuando voy a emprender la marcha, veo a Zori y Enric parados a la izquierda y me dicen que Rafa se ha caído".

Mi crónica de la Quebrantahuesos 2009 se resume en "Si me gustó la 7 picos, ¡la QH ni os cuento!" Salimos en grupo, coincidiendo con los de la "naranja mecánica", con los que charlamos un poco. Después a intentar mantenernos en grupetes/pelotón que nos llevasen a buena velocidad hacia la primera subida del Somport (19km).



Y sin darnos cuenta... ¡Caída! Se oyen frenazos, gritos... y a intentar no caerse. Yo fui el primero que pasó por entre los damnificados (una rueda me rozó la pierna). Cuando voy a emprender la marcha, veo a Zori y Enric parados a la izquierda y me dicen que Rafa se ha caído (yo ni lo vi y habría pasado al lado). Lo esperamos y vemos sus heridas. Noto que ve perdida su oportunidad. Va maldiciendo y dando golpes al manillar. Lógico cabreo. Yo vi que ese día yo tampoco daría el máximo intentando seguirlo (Rafa, habrías bajado de 7 horas... ¡Seguro!). Así, con todo seguimos como podemos y empezamos a subir el Somport. Rafa se paró a que le viesen la herida y ya me quedé solo. Zori y Enric harían su carrera. Yo a mantener un ritmo constante y no reventar ni en Marie Blanque ni Portalet ni Hoz de Jaca.

Coroné entre la niebla el Somport (como tú predijiste Rafa, pensé: "¿ya?"). Y ahí empezó mi peor bajada de la historia. No he pasado más frío en mi vida. Llevaba los brazos contracturados de los tiritones y se me movia todo el manillar. Solo pensaba en no salirme. Y que acabase la bajada cuanto antes... y en comer algo, si podía.
Por fin, nos agrupamos en un pelotón de unos 40 y empezamos el Marie Blanque. Me sentía cómodo con mi 25 y mi burriquita. Alternando momentos sentado y otros de pie. Tengo que reconocer que me sentí "demasiado bien" en esta subida (el entrenamiento del 21 en el Remedio de Requena, supongo). Solo adelantaba gente clavada, salvo a 3 que me pasaron al coronar. A 1.5 km de la cima estaba Fernando Escartin en la cuneta con la rueda pinchada. 42 minutos y 9 km de rampas y sufrimiento se habían acabado.
Siguiente objetivo: comer en el avituallamiento, llenar los bidones, "descargar" líquidos corporales y al Portalet...



Empezamos a buen ritmo (yo creo que demasiado rápido, 20-25km/h) los 6-7 primeros km, y cada vez el grupete se iba desmoronando más. Unos se quedaban, otros pasaban hacia delante, yo... como podía. De vez en cuando hacia una foto al paisaje (y algunos me miraban con cara de "¿qué haces, globero?"). Y tuve el bajón que preveía. Mi recién estrenado cuentakilómteros marcaba 9-10 y de ahí no podía subir. Pasé unos kms mal (sobre todo a partir de la presa, porque me notaba sin "energía"). Empecé a regular y tomaba algo de geles, pero fue los últimos km con la gente (casi todos vascos, como se nota la buena afición ciclista) y algo de coca-cola y agua que daban, cuando me empecé a recuperar y despertar del letargo en el que estaba entrando (a mí sin sol, se me apagan las pilas, y desde el Somport, hasta coronar el Portalet, ¡todo el día nublado!).

1h39´ de ascenso y lo peor había pasado. Me tiré para abajo al descenso (por fin, suelo seco y día soleado) a ver si la Scott respondía igual de bien en la bajada como lo había hecho en las rampas del Marie Blanque y del Portalet. Alcancé los 92 km/h, con algunos tramos de 5´ sin bajar de 75. ¡Cómo disfruté! Y por fin, la Hoz de Jaca. Le tenía respeto, por ser la encerrona. Pero la subí contento y creo que rápido, pasando a gente que me había descolgado en el Portalet.



Rellené agua en el avituallamiento y otra vez "a saco" en la bajada (con algunas fotos incluidas en el pantano que allí había). Fui enganchando gente, pidiendo relevos (hay gente muy remolona por ahí suelta, ¿eh?) y al final llegamos casi un pelotón de 30-40 a meta. Mi sueño de participar y acabar la QH se había cumplido. Con un tiempo mejor de lo esperado (también gracias al cambio de montura, con la otra no sé si habría acabado...).

Y con la espina clavada de pensar qué habría pasado si Rafa no hubiese tenido la caída del tiempo que habríamos hecho. Porque seguro que habría intentado seguirle y, en el intento, yo habría bajado de las 7 horas y él seguro que habría mejorado en casi una hora su tiempo anterior (6h45?). Pero bueno, el año que viene será Rafa.
Enhorabuena a Luis Cortés, Zori y Enric, porque "iban como iban" y la terminaron como ellos querían. Como dicen todos los que van o han ido a la QH alguna vez: "...la próxima a intentar bajar tiempo y quien diga que no, miente".

Rafa, gracias por permitirme disfrutar de dos salidas en bici que hacía años que no hacía. Si no es por ti, no habría ido. Requena y QH 2009 son desde 2002, las primeras pruebas que hago (en mi presentación al grupo de Triatlón en octubre pasado dije: "He hecho algo de deporte y competición pero llevo años un poco parado. Con apuntarme a esta actividad quiero recuperar esa sensación de deportista"). Con lo que he hecho este año me doy por satisfecho y ya tengo retos para la próxima temporada (IR Lanzarote, Requena, QH, Lagos Covadonga, Marmotte...) espero que se vayan cumpliendo y hacer alguna juntos "subidos a la bici" (sobre todo, QH). Ya avisarás cuando se abre la inscripción.

Mañana Gonzalo Naya, periodista de Ràdio 9.

05 julio 2009

Zori: "Subí el Marie Blanque con un par de paraditas para comer y ver el espectáculo de las burras"

Hoy Zohiartze Moral, Zori, quien dice: "A falta de 10km de subida del Portalet estaba el avituallamiento que zampé de todo, hasta me sacaron una foto comiendo (creo que gané)".

Como ya sabeis una vez de que me pongo el dorsal voy a competir. Jejeje. Así que salí con los buenos: Rafa, Raúl y Enric. No me acuerdo hasta qué kilómetro porque no llevaba cuenta ni reloj ni nada. Cuando empezamos a subir el Somport mi bicicleta no tiraba bien, hacía ruidos raros como si quisiera cambiar ella sola. Entonces me dice uno: "Oye, tienes la mancha desviada". Y yo: "Vale, gracias", y me quedé tan ancho porque no tenía ni idea. Subo un poco más y paro a un coche de Orbea (qué lujo) y le digo: "Me acaban de decir que tengo la mancha mal pero no sé lo que es". Un poco más tarde tuve un pinchazo. Suerte que pasaba otro coche y me lo arregló en un periquete. Empiezo a subir el Marie Blanque y reventón de cubierta. Digo: "¡Esto es la hostia!". Pero casualmente pasa el primer coche que me atendió y ya de risas con ellos que eran valencianos y yo hablándoles en valencià... pues no se rieron ni nada. Bueno, me cambió la cubierta y la cámara. Subo el Marie Blanque con un par de paraditas para comer algo tranquilamente y ver el espectáculo de las burras. ¡¡Acaba la subida por fin!!



Bajo a toda leche, qué gozada de bajada, y toca subir los 30km del Portalet. Este lo subí a gusto disfrutando de las vistas y con el gran ambiente que nos rodeaba en especial a mis compatriotas vascos. A mitad de subida me volvió a pasar lo de la mancha, que era marcha. Jaja.



Me lo reparan y me dicen que me lo mirasen arriba del Portalet, que había más material para arreglos. ¡Yo flipaba! A falta de 10km de subida estaba el avituallamiento que zampé de todo, hasta me sacaron una foto comiendo (creo que gané). Me subieron la bici como en el taller y me repararon el problema en un momento. A partir de ahí fue coser y cantar a plato casi todo el rato. Total 9h-15min. Y contento a casa de Amparito que ¡es la mejor! Besos y abrazos, family".


Mañana, Raúl el sevillano. Panorámix desde la QH.

04 julio 2009

Andy: "Puedo recomendar eso de hacerlo tranqui y ¡en 10 horas!"

Hoy es el turno de Andy Foster, quien dice: "En la bajada del Somport hizo demasiado frio, ¡incluso para mí! Me equivoque al no llevar manguitos".

"Yo lo pasé muy bien en la QH. Puedo recomendar eso de hacerlo tranqui y ¡en 10 horas! Luis y yo lo hicimos como unos señores: parando en todos las paradas, haciendo el camino juntos todo el dia, y acabando muy bien (yo si acabé muy bien, Luis no tanto, pero aun así lo acabó sin problemas).



Menos mal que no hizo el calor del año pasado, aunque en la bajada del Somport hizo demasiado frio, ¡incluso para mí! Me equivoque al no llevar manguitos, y al final de la bajada habia perdido la sensación en los dos manos, y tenía los brazos y espalda muy rígidos y tensos por el frío. Pensé que el Marie Blanque me iba a costar mucho, pero cuando empezamos el puerto ya había recuperado, e hice toda la subida en el 29, adelantando a gente por todas partes. Tampoco puse un ritmo demasiado exigente. Sólo trataba de mantener el pedaleo. El portalet lo hicimos tranquilos, y al final me encontré con fuerzas para subir muy bien el ultimo tramo. Subir la Hoz fue muy fácil, nada comparado con el año pasado, donde tuve que parar, y otra vez en la carretera me puse a dar relevos, y sólo uno podía seguirme la rueda (y tampoco me dio ningún relevo).



El año que viene no creo que vuelva, pero si algún día voy otra vez a la QH, iré entrenado para batir los 7h30m, y si no, lo haré como este año: ¡disfrutando de las vistas y del ambiente!

Ahora a disfrutar el verano".

Mañana, la crónica de Zohiartze Moral Atela, Zori, del equipo de triatlón de la Universitat de València.

03 julio 2009

Luis Cortés: "Desde la QH me siento con el carnet de ciclista"

Como estoy manco y me cuesta darle a la tecla y ya hago bastante con sacar las dos páginas diarias en El Periòdic, seguiré callado pero no inactivo. Voy a poner por aquí las crónicas de la Quebrantahuesos que he ido leyendo de los compañeros de fatigas, tanto de la Peña La Naranja Mecánica como del equipo de Triatlón de la Universitat de València. Aviso que las crónicas valen la pena.

En la de hoy, Luis Cortés (Triatlón Universitat de València), quien dice "Los 4 leves socorremos al grave, que pierde abundante sangre, aunque conserva los ojos". ¡Leámoslo por favor!:

"He vuelto vivo de mi debut, que no es poco, no entero, pero con una cabeza-mente y capacidad de sufrimiento no adquiridas en otros deportes que practiqué. Había tenido acercamientos, rutas y marchas interesantes al ciclismo, pero sólo desde que he hecho la QH me siento con el "carnet de ciclista"... según dice la QH, ¿no?
Tiempo: 10:03 (10 horitas). Mi objetivo era acabar y sobre 09:30, pero estoy tremendamente satisfecho.



Km. 20 caida en pelotón. Caemos 5, yo el último (chapa y pintura), por detrás me esquivan. 4 heridos leves y 1 tío con la cara colgando. Terrible, pero está consciente. Lo peor los comentarios y 'murmureos' de ciclistas pasando por el lugar del accidente y los pocos que quedamos para auxiliar. Los 4 leves socorremos al grave, que pierde abundante sangre, aunque conserva los ojos. Ambulancia, coche técnico, reparaciones y seguimos, otro de los heridos no sigue (ha partido el cuadro). Ya veis, algunos ya saben lo mal que bajo, imagináis con el susto encima.
Somport: Me dosifico, no subo de 160 pulsaciones. Subo un rato con Prudencio Indurain, charlamos un buen rato y qué placer para mí. No llevo manguitos ni chaleco (no te hice caso Rafa) ni chubasquero. Decidí dejarlos en el coche minutos antes de la salida. En mi vida había pasado más frío.



Marie Blanque: No puedo dosificar. Para mi es suficiente subirlo sin poner pie a tierra (la gran mayoría). Me salva el 27.

Portalet: Lo doy todo, últimos 5 kms. duros, puerto largo y ya quieres coronar.

Hoz de Jaca: Traca final. ¡Encerrona!... ¡Emboscada! pero hay que sonreír para las fotos... jeje, y poner tipín que hay que salir guapos.
A 5 kms de meta pierdo grupo y me desfondo, roto, entro en meta y, ahora sí, pongo pie en tierra. Ni siquiera llego hasta la curva en bici.

Bravo por la organización, voluntarios, aficionados (vascos en su mayoría), compañeros y socios en carrera, asistencias, etc. Es una marcha ENORME, en caliente asusta volver (en octubre tendré mi segundo hijo (varón), pero su magia te invita a repetir."

Mañana, Andy Foster, de La Naranja Mecánica.