25 marzo 2008

A mis primos de Segovia

Cuando empecé este blog dije que sería para contar batallitas, pero también para hacer alguna que otra reflexión. Algo así como un diario. Este próximo fin de semana es muy importante porque voy a volver a ver a mis tíos y primos de Segovia. Se casa Marco con Bea.

Mis tíos siempre han sido un ejemplo para mí en todos los sentidos, y por ende ese papel lo han heredado sus hijos. Y sus hijos que son mis primos son en su mayoría algo mayores que yo, por lo que nuestras vidas han fluido siempre por caminos distintos pero en definitiva también paralelos, porque por donde han pasado ellos he pasado yo. Me refiero a todo lo que nos ofrece la vida a cada paso, a cada estadio. La adolescencia, la juventud, los amigos, las parejas, la familia y lo que pueda venir. Todo eso que ellos han vivido y viven lo he vivido y lo vivo yo también con años de retraso.

Yo iba a Segovia como quien viaja hoy en día a América –con tres días libres ya compensa- y era siempre especial. Normalmente íbamos en verano, cuando también los abuelos estaban allí huyendo del calor valenciano. Nos levantábamos cuando no se habían puesto ni las calles, y con el sol asomando con timidez en la luna trasera del Simca 1.200 verde y luego del Citroen BX Caribe (exótico él, tan rojito...), nos presentábamos en Madrid Nacional III presente después de horas que se alargaban un tanto más hasta llegar a mi ciudad natal. Y Segovia siempre nos recibía con fresco, con un ambiente duro, piedra grande y firme, pizarras y hojas secas. Son percepciones.

Percepciones que después se iban puliendo con los días. Recuerdo con cariño cualquier presencia de mis tíos. Tanto Manolo y Mari Cruz, como Javi y Maria Ángeles han sido y son soles castellanos que me llenan. Pero también había ausencias. Mis primos, mayores que yo y mis hermanas, hacían su vida. No estaban para nosotros y con eso crecimos, ya lo he dicho: “nuestras vidas han fluido siempre por caminos distintos”. En un viaje podías ver a Marco y a Dani, pero a lo mejor de Víctor no sabías nada y Manuel aparecía fugazmente en un momento dado. Con Lucía era otra cosa. Y es. Porque Lucía es como mi hermana la pequeña y siempre pululaba por aquí y por allá, y era la anfitriona, además de la reina de la casa. Qué amor le tienen sus hermanos...

Siempre pensé que podría irme a jugar con mis primos a la Albuera, con bicis o un balón, que tiraría petardos con ellos o que iría a hacer alguna travesura –que haberlas, las ha habido-, pero siempre tuve la sensación de que no llegaría la cosa a cuajar nunca. Mientras yo rumiaba esas cosas, ellos pensaban en estadios superiores propios de su edad: amigos, novias, estudios superiores, primeros trabajos... Yo, simplemente, era un crío.

Pero hoy la cosa ya ha cambiado. Tal vez por el hecho de que nos vayamos a volver a juntar dentro de unos días me hayan surgido de nuevo estos pensamientos que tenía bien guardados, pero más vale tarde. Hoy, con 29 años, me considero tan adulto como mi primo Manuel, que cuenta ya con 37, como Víctor, que andará por los 36 o como Dani, con pocos menos. Somos iguales. No creo que, ahora, yo les hable de tal cosa y a ellos ni les vaya ni les venga. Lejos quedaron los días en que mis excavadoras de juguete no les decían nada.

El otro día cuando escribía sobre el miedo a aquel alud que afortunadamente nunca llegó no pensaba en ellos, pero recibí un aire nuevo y apasionante cuando en uno de los comentarios leí con absoluta emoción que Víctor Sesma había dejado un mensaje. Nadie es capaz de hacerse una idea de la ilusión que eso supuso para mí. Además, en ese mensaje vi que hay cosas que yo hago hoy que ellos harían conmigo, como subir montañas con raquetas de nieve. Y esa ilusión inicial se convirtió en una alborozo desmedido. Un sueño cumplido, a medias. A medias porque el sueño completo es que, esos primos que tantos años me llevan de ventaja –perdonadme que insista en la idea de viejos- un día me digan: “Rafa, que vamos para allá”. Y yo, loco de alegría, pueda planear ascensiones o rutas que hagan que me sienta más unido que nunca a ellos. Porque los quiero y les daré un enorme abrazo cuando los vea.

Ya veis que la vela y los 30 segundos que nos ha ofrecido Dani en su blog me han dado para pensar.

5 comentarios:

Daniel dijo...

Es cierto que en cierta etapa de la vida, la edad marca una distancia. No por eso esta distancia es la misma en el plano sentimental. Lo normal es que cada uno y más estando en lugares diferentes cree su propio camino y escriba su historia. En esta historia aunque no lo creas, por lo menos en la mia, está mucha gente a la que no veo en largas, muy largas temporadas, a la que me hace una enooorme ilusión ver cada vez que se dá la ocasión. Es cierto que también se podian programar estas ocasiones, pero no lo hacemos... por lo que sea.
Siempre he sentido una gran envidia de aquellos amigos que tenian a sus primos en la misma ciudad, en el barrio e incluso en la misma clase.
Por suerte la edad, en el tramo medio de esta vida, nos iguala a todos. Claro que nos gustan muchas cosas parecidas y por eso podemos llegar a compartirlas más conscientemente. Por suerte, con la distancia y todo, siempre tengo presente a quien me gustaria ver y a quien echo de menos muchas veces. ¿Sabes la ilusión que me hizo encontrarnos en Galicia, aunque fuese por unas horas? Me alegra que nos vayamos a ver y tener la seguridad de que siempre estaremos ahí. Besos.

Manuel Sesma dijo...

Nadie se imagina lo que te echo de menos, pero –como segoviano de pro y de cierta edad– callo mis sentimientos en público. Este próximo día lo clamaré. No te quepa duda.

Anónimo dijo...

incluso estando en la redacción leyendo vuestros comentarios, se me han empañado las gafas... Estoy tan sensible que parece que tengo la regla!
Rafa

Víctor Sesma dijo...

la regla de los hombres es mucho más jodida que la de las mujeres, porque nunca sabemos cuando nos viene, ni sangramos ni nada, pero llorar lloramos, y nadie se ha dedicado a estudiar la sensibilidad masculina, y eso que somos el sexo débil, por muchas tontás que nos quieran contar... besos a tod@s.

a regla dels homes és molt més fotuda que la de les dones, perquè mai sabem quan ens ve, ni sagnem ni gens, però plorar plorem, i ningú s'ha dedicat a estudiar la sensibilitat masculina, i això que som el sexe feble, per moltes "tontás" que ens vulguin contar... petons a *tod@s.

Anónimo dijo...

Pues yo no creo que sea sólo cuestión de edades ni mucho menos de distancias sino más bien que tiene que ver con las personas y con sus formas de ser y/o de entender las relaciones. Si no, cómo se explica que haya tenido más relación con Inés (a la que saco unos seis años) que con María y Teresa, de mi misma edad y mucho más cercanas físicamente. Y bueno, que eche más de menos a unos que a otros, que algunos sean para mí un misterio o que por ejemplo conozca más a Lucía que a mi propia hermana son cosas de la vida y de las personas, no pasa nada.
Y las bodas, tengan sentido o no, son una buena ocasión para que una familia tan desperdigada como la nuestra tenga un motivo para volver a abrazarse. A mí me da igual que Marco firme un papel o no y que lo haga delante de un cura o de un funcionario; lo que me alegra es que vaya a confirmarnos en directo su amor por una persona y que vayamos a estar allí casi todos para compartir con él su alegría. Palabra de quien lo ha vivido. Ni qué decir tiene que me muero de ganas de que llegue el viernes. Os quiero a todos. María.